#13 Informe de la semana 40
Un recorrido por mi semana a través de los discos que he estado escuchando
Foto de Mick Haupt en Unsplash
Una semana más y aquí estamos de vuelta. Parece que, aunque baile el día, estoy consiguiendo establecer una cadencia más o menos constante y esto, sinceramente, me llena de alegría. Esta semana, hay pocas noticias que comentar. Lo de Bandcamp sigue siendo un misterio y, por ahora, aun estoy sin equipo de música. Por otro lado, sigo intentando sacar un rato para establecer aquel contenido bisemanal del que hablé, todo llegará, espero.
Para este informe, no he cumplido con mi programación semanal. Las limitaciones a la hora de escuchar música se han hecho sentir y no me ha apetecido volver sobre las propuestas de Coriky y Weezer ya que, por sí mismas, tienen un sonido bastante especial, como para ir añadiendo capas de ruido. Los dejamos para más adelante. El caso de Wednesday y de shame responden a una lógica diferente, quería tener la oportunidad de dedicarles un especial pero, dado que son los dos últimos vinilos que me compré antes de que se muriese mi ampli, no he tenido la oportunidad de sentarme a escucharlos con calma. También, por ahora, se quedan en reserva. Aún así, aprovecho para recomendarlos, porque son dos sólidos candidatos a discos del año (aunque no lo serán, porque es O Monolith).
Revisando mis informes pasados, me he dado cuenta de que no suelo explicar porque, de las lista de lastfm, trato unos y no otros, llegando a hablar de discos que ni siquiera aparecen. Por esta razón, he decidido limitarme a los 10 primeros, aunque puede que alguna vez me lo salte. En este caso, por ejemplo, he preferido no tratar los discos de Teenage Fanclub y de Wilco ya que, si bien son dos buenos discos y ponen de manifiesto la buena salud de sus respectivas bandas, no me han producido ningún tipo de engagement. Este concepto, que he introducido en mis impresiones, se refiere a ese tipo de disco que se pasa sin que nada ocurra, ni a mi, ni a mi alrededor. El de Wilco es un ejemplo paradigmático de esto, siendo un disco misteriosamente agradable e interesante y que, una vez termina, no deja poso alguno. El de TFC, a mi me ha resultado un poco más interesante aunque no lo suficiente como para indagar sobre los pormenores de su gestación. En otro orden de cosas, el viernes 6 fue Bandcamp Friday, fecha que aprovecho para hacerme con algún disco que me apetece tener de forma legítima y remunerar justamente a los que lo hacen. Normalmente, amontono las novedades y aprovecho la efeméride para hacerme con ellas, pero esta vez he optado por recuperar el Spiderland y el Admission, que son dos discos que representan verdaderos tótems en mi educación musical y, además, me apetece mucho hablar de ellos. En el apartado de novedades, contamos con el disco nuevo de Sufjan y, por último, mi nuevo enamoramiento más reciente con un grupo de los sesenta: The Kinks. Sin más dilación, vamos a ello.
Como de costumbre, mis discos pueden ser consultados en Bandcamp (hay nuevos) y la lista completa de lo que he estado escuchando esta semana puede ser consultada aquí.
The Kinks Are the Village Green Preservation Society (1968) - The Kinks
A raíz de un post en
sobre Lola Versus Powerman and the Moneyground, mi interés sobre The Kinks se vio fuertemente incrementado. Hasta entonces, sólo habían sido una más de las carpetas que pasaba con desgana entre la colección de vinilos que heredé. En mi defensa diré que era el Low Budget, de 1978, y no uno de sus magníficos discos de los 60 y primeros 70. No obstante, no tiene explicación posible el que no les hubiese prestado atención antes. Si pienso sobre las razones que explican mi desinterés, me doy cuenta de que yo también peco, a veces, de presentismo y de soberbia adolescente. Supongo que volver sobre tus pasos a mirar con otros ojos aquellas decisiones vehementes de épocas pasadas, es normal. Ayuda a colocar aquellas cosas que, de alguna manera forman parte de ti, aunque tu no lo quieras ver. Mi yo de antes, había ignorado a The Kinks en favor de Korn (por citar un ejemplo). Supongo que esto es madurar, ser consciente de las tonterías que te cuentas a ti mismo. Porque en The Kinks Are the Village Green Preservation Society hay mucho más de mí, que en el Follow The Leader. Aparentemente, el disco tiene toda una intrahistoria que está recogida en su volumen correspondiente de la serie 33 ⅓ y que no he leído, aunque no tardaré demasiado. Así que ya tendremos ocasión de volver sobre él, más adelante. Bien lo merece, sinceramente.Por ahora, decir que la primera vez que lo escuché fue una epifanía. Era una de esas piezas que me faltaban para tener la foto completa o, al menos, un poco más completa. Ya he dicho, en muchas ocasiones, que el pop no es lo mío. No lo era, de forma consciente. Pero en el inconsciente siempre ha vivido una fuerte pulsión de pop de guitarras locas y tensión física y eso, para mi, siempre fue la definición del metal. Ahora bien, la primera vez que escuché el Forever Changes de Love, mis concepciones se empezaron a tambalear. El mundo es mucho más complejo que los 3 géneros que conozco y este disco de 1967 me está retando. Eso es un doble solo de guitarra, fuertemente psicodélico pero no es rock progresivo? Arthur Lee siempre me pareció algo acojonante pero la semilla se quedó ahí, cristalizado en el ámbar de mi memoria. En parte, porque fui incapaz de encontrar más referentes. Tardarían algunos años en llegar y lo harían de la mano de Los Beatles y ese disco perfecto que es Revolver. Este vino a martillear sobre la misma brecha que abrió Love. Vaya canción ese Tomorrow Never Knows y vaya disco. De nuevo, me estaba retando y, de nuevo, no se sostuvo. Eran otros tiempos, no me fiaba de nada que sonara a pop y habían cosas más interesantes en los sonidos contenidos en el Paranoid de Black Sabbath, el Let It Bleed de los Rolling Stones o el Raw Power de Iggy Pop. Me cogieron en volandas y me llevaron por otros caminos.
Al escuchar los primeros acordes de “The Village Green Preservation Society”, me invadió una sensación de ya conocido. Como que estaba en casa. Al principio no terminaba de identificarlo, pero pronto me remitió, primero a los Beatles y luego, aunque de una forma menos evidente, a ese amado Forever Changes. Poco a poco, ante mí, se desplegaba una psicodelia amable y unas melodías de guitarra preciosistas absolutamente deliciosas. No creo que exagere al señalar que este, es uno de los grandes discos del S.XX, uno de esos que sintetizan las mejores propuestas de la década de los 60 y ensanchan la base de la creación musical contemporánea. No palidece frente a propuestas mucho más famosas o reconocidas de la década, como Pet Sounds de los Beach Boys o, incluso, Rubber Soul de los Beatles y, aun así, es exitoso en mostrar un sonido absolutamente personal y característico.
Es un disco que suena a lo que hoy identificamos como pop pero no por ello deja de apoyarse en las guitarras que parecen heredadas del garage y la psicodelia, responde a los cánones de la época: canciones cortas, la más larga dura 4 minutos, y musicalmente, en su conjunto, es sólido, coherente e integrado. En lo personal, me llama mucho la atención el equilibrio que hay entre los tres elementos que más aprecio en un disco: la fuerte presencia de las guitarras, la búsqueda de una estética claramente distintiva y unas melodías verdaderamente atractivas. Todo esto junto, convierte su escucha en una sucesión de joyas, algunas de ellas memorables. Un buen ejemplo son temas como Picture Book, Johnny Thunder, Starstruck, Village Green o Animal Farm, por citar algunos y no hacer una enumeración de todo el disco.
En definitiva, la influencia que proyecta en muchos de los grandes grupos del pop de los 80, es extremadamente grande e igualmente contundente. Si, como yo, eres fan de todo lo que fue el hardcore y el indie norteamericano, encontrarás en este disco una versión primigenia, que no antigua, de todo aquel sonido. Aún pegado a un pop más canónico, no será necesariamente The Kinks los que despeguen, pero claramente situado en la rampa de lanzamiento.
Admission (2019) - Torche
Torche son, para mi, lo mejor que dió de si la escena Sludge metal de la década pasada. Este sonido, se limita a un número muy pequeño de grupos y, como estilo, se encuentra fuertemente encorsetado en un estadio intermedio entre el Thrash/Hardcore/Punk y el Doom. De los primeros, hereda la potencia y la velocidad y de los segundos la intensidad. Dependiendo de con qué ingredientes cuente, será más o menos rápido, potente o intenso. Esta ecuación explica, con creces, la evolución en el sonido de bandas como Baroness, Mastodon, High on Fire o los que nos ocupan: Torche. Hay más referentes, como ISIS, Neurosis o incluso Melvins, pero, en el origen, sus propuestas están más pegadas a otros estilos como el Post Rock o el Grunge, que al Doom. En cualquier caso, la mayoría de ellos inician sus carreras en posiciones muy extremas y con altísimas dosis de hardcore, hardcore punk, o grindcore. Es el caso de Mastodon y de Torche, pero también, aunque en menor medida, de High on Fire (que, a su vez, vienen de Sleep un grupo seminal del Stoner Metal y, ocasionalmente categorizados como Sludge), por citar algunos ejemplos notables.
Sin embargo, llegado cierto punto, todos convergen en una dulcificación de sus sonidos y avanzan hacia la asimilación de elementos más integrados en el imaginario generalista. Es el contexto en el que aparecen, el Blood Mountain, el The Hunter y el Once More Round The Sun de Mastodon (este último, para mi, es uno de los mejores discos de la banda), el Yellow & Green y el Purple de Baroness y el Restarter de Torche. Un sonido que suena metálico, pero que en el fondo no lo es tanto. Si, es rapido y si, es duro, pero en sus construcciones no hay grandes desarrollos como en Leviathan (Mastodon) o Blue (Baroness), el peso emocional pasa a apoyarse en la repetición rápida de riffs de orfebre que se van cargando con la cinética del rasgar las cuerdas y que terminan estallando en una gran explosión, no demasiado larga, que es recogida por el siguiente desarrollo y así canción tras canción, hasta el final del disco. Está evolución, no suele ser muy apreciada por los fans del metal más extremo y menos a la luz de lo que han terminado siendo la mayoría de estos grupos. En efecto, la transición hacia el mainstream, vino acompañado del reconocimiento generalizado y la pereza extrema a la hora de hacer discos. Como muestra, los últimos discos de Baroness, Mastodon o Gojira. No obstante, en mi humilde opinión y aunque dura poco tiempo, me encanta. Esta tercera vía a lo que hicieron bandas como los Metallica de los 90, que abrazan la herencia de Pantera y de Slayer sin remilgos y le suman altas dosis de riffs y de Black Sabbath, es como la definición de perfección para mi. Y, por encima de todos ellos, se sitúa este Admission que funciona, a la vez, como pico creativo y epitafio de un sonido que jamás volverá (y tampoco debería).
Este quinto y último disco de Torche, responde a la eterna pregunta de si un disco puede sonar metálico y ser pop, a la vez ¿O era si puede ser pop y sonar metálico? Da igual, es tal la osadía que el orden de los factores no iba a alterar el producto. En su ADN está el metal más extremo, pero también se entregan al pop más brillante. Haciendo gala de sus elementos más característicos, Torche despliega, desde el minuto uno, una atmósfera que funciona como una apisonadora. Como en aquellas pantallas de los juegos de plataformas de la época de los 16 bits que avanzaban y había que ir más rápido para no morir, la melodía de Admission avanza, a medida que se desarrolla, dando siempre la sensación de que estás al borde de un precipicio, a punto de morir si paras. En mi opinión, destaca el trabajo de guitarras que, muy influenciadas por los grandes referentes del shoegaze (destacan bandas como Ride) y el dream pop, van construyendo sobre el rodillo melódico, una serie de riffs estéticos y muy cuidados que le otorgan al disco un carácter único y bastante propio. Admission, no solo representa la culminación del excelente trabajo iniciado en Restarter (aún más pesado y menos estético), también representa una de las raras veces en las que las mezclas más imposibles funcionan de una forma impecable.
Tiene temas increíbles, Slide es un buen ejemplo, pero también Admission o Reminder, aunque la experiencia que ofrece este disco, se disfruta escuchándolo entero, de principio a fin. Por suerte, Torche son siempre comedidos y no dura más de 36 minutos. Esta rama evolutiva del Sludge, prometía ser una de las grandes renovaciones del metal y atrajo a muchos que, como yo, no nos gusta el metal. Sin embargo, poco a poco, fue cayendo en la irrelevancia, la falta de ideas y el simplismo a la hora de componer. Torche supo parar a tiempo y se disolvieron, dejando esta obra maestra para la posteridad, celebrémoslo como se merece.
Spiderland (1991) - Slint
Slint y, más concretamente Spiderland, son uno de los grandes referentes de la renovación del rock de los primeros 90s y uno de los pilares del llamado Post-Rock. Este disco, destaca por su fuerte y cargada intensidad emocional, alrededor de la cual circulan todo tipo de rumores relacionados con problemas de salud mental e internamientos en centros psiquiátricos. Más tarde, Britt Walford, batería del grupo, dirá que todo es falso. En cualquier caso, hay un volumen en la serie 33 ⅓ y, por tanto, también tendremos ocasión de volver a hablar de él. Personalmente, soy un enorme desconocedor de los pormenores que encierra este disco, e incluso de la trayectoria de Slint. Aunque algunos de mis discos de cabecera, como el For the First Time de Black Country, New Road, bebe directamente de ellos y, también, otros como Agaetis Byrjun de Sigur Ros, o Young Team de Mogwai guardan una fuerte relación con Slint.
En lo personal, el uso que se hace de la música y las partes instrumentales para expresar una emocionalidad tan contundente, tan asfixiante y tan desasosegante me interpela directamente. El despliegue de esa ansiedad tan característica de la época de los 90, la encontramos en casi todos los grandes discos de la época, la sensibilidad desbocada, la falta de control emocional y el torrente continuo de enorme malestar que vehicula Spiderland es algo que, durante años, me ha servido para poder contarme a mí mismo mi estado de ánimo, para aliviarme y para expresar cosas de mi, que yo era incapaz de entender. De esta forma, las melodías se rompen y se pierden, vuelven, hay silencios y luego lo atraviesan momentos de fuerte intensidad instrumental. Mientras que las voces van, poco a poco, recitando las letras y evitando cantar, decisión que acentúa ese estado de desasosiego que se busca crear. Spiderland se compone de un total de 6 canciones, todas bastante largas, de 5 a 8 minutos, y con desarrollos largos y contundentes. A mi, personalmente, me encantan temas como Breadcrumb Trail, Don, Aman y Good Morning, Captain, todos ellos grandes temas. Sin embargo, por encima de todas, destaca Washer y su I know it 's dark outside, Don't be afraid que dialoga directamente con el It 's Black Country out there del enorme Science Fair de Black Country, New Road.
En definitiva, es uno de los grandes discos de mi vida y sienta las bases de lo que buscaré durante muchos años y cuya impronta me costará mucho quitarme. Decidí volver a él, porque la edición que tiene Touch & Go en Bandcamp, incluye algunas de las sesiones de grabación y, ahora que soy capaz de conectar con una mayor gama de emociones y traerlo a lo consciente, tenía ganas de empaparme del proceso. Spiderland, siempre está listo, cuando lo necesito y siempre disfruto volviendo a él, aunque yo no siempre sea el mismo.
Ahora (2023) - Melenas
Nunca había oído nada de Melenas, hasta este año y nunca había reparado en su propuesta, hasta este año. Sin embargo, en cuanto anunciaron este disco, mi interés por ellas se redobló y he estado escuchándoles, poco a poco, a lo largo de todo este año. Para mi, prometía ser una de las grandes sorpresas de este año (este papel, contra todo pronóstico, se lo queda Aiko el Grupo) y es que su disco anterior, Días Raros, me pareció una joyita pequeña, atractiva y muy manejable. Su equilibrio entre el garage pop y las pulsiones Dream, me resultaba sugerente y, además, me invitaba a salir de mis zonas de confort, algo que agradezco de vez en cuando. Además, no todos los días Henry Rollins recomienda un grupo del estado español y nos ofrece ese momentazo de escucharle decir Melenas en directo.
Con estos preliminares, me acerqué a Ahora y, conforme me acerqué, me alejé. No me ha gustado nada. Creo que se pierden en su propio discurso, en los teclados y, en general, en todo lo que representa este Ahora. Se salvan de la quema, canciones como Bang y 1986, porque, a mi juicio, tienen algo que contar. Todo el resto queda a medio gas. Es una verdadera lastima, pero no hay que perder la vista a este grupo porque, claramente, están en expansión y quien sabe que es lo siguiente que nos traen. No creo, ni mucho menos, que sea el final de este grupo que aún tiene mucho, muchísimo, que ofrecer. Tan solo, un pequeño bache y nada más.
Javelin (2023) - Sufjan Stevens
Javelin es el último disco de Sufjan Stevens, publicado el viernes 6 de octubre y, como tal, el hype estaba alto. No soy un enorme fan de Stevens, pero sí que guardo bien cerca de mi imaginario el Illinois y el Carrie & Lowell y nunca he dejado de seguirle. A lo largo de todos estos años, no son pocos los momentos que hemos compartido y tampoco pocas las angustias que hemos pasado juntos. Las mías las pasaba yo, aunque tampoco se queda corto de dramas. Pocas semanas antes de publicar el disco contó que se estaba recuperando de un Guillain Barré (aproveché para estudiar qué era esto) y el mismo día de la publicación, compartió que su amado compañero Evans Richardson, había fallecido recientemente y le dedicaba el disco. Con todo esto, los condicionamientos para acercarme al disco son fuertes, pero voy a intentar ser todo lo más sincero que pueda.
En términos generales, estamos frente a un buen disco, no esperaba menos. Sujfan, casi siempre, se mantiene en un nivel creativo excepcional y suele ser resolutivo. Sin embargo, no he encontrado nada en Javelin que me permita decir que estamos frente a un gran disco, o un disco que merezca más atención que un par de escuchas y eso que he insistido. Las dos primeras canciones, no me gustan nada. Especialmente la primera, que se me hace cansina y repetitiva y la melodía no me resulta nada agradable. Pasado el umbral de A Running Start, el disco repunta un poco y se mantiene bastante bien durante Will Anybody Ever Love Me?, Everything That Rises y, sobre todo, Genuflecting Ghosts (en mi opinión uno de los mejores temas del disco), presentando temas estéticos e interesantes. Sin embargo, tras My Red Little Fox, el poco interés que había conseguido despertarme, decae de nuevo en temas que son insulsos y, a mi juicio, tan solo bonitos. Algo que, en este caso, no me resulta suficiente para engancharme con Javelin o despertar mi engagement.
Puede que no tenga corazón, puede que no sea capaz de emocionarme ante tal ejercicio de belleza, puede que muchas cosas, incluso puede que Sufjan nos haya dejado un disco inferior que solo esté bien, y nada más. Estos días (a raíz de una conversación el discord de
) he estado pensando sobre mi percepción de su obra y, creo, me he dado cuenta de que soy mucho más fan de Sufjan cuando nos trae fanfarria, que cuando abraza ese estilo de cantautor triste. Quizá, este es el principal defecto que tiene Javelin y es que, por momentos, suena a ambos y da la impresión de que se han fusionado dando como resultado una manifiesta indefinición que a mi, personalmente, me lastra el conjunto.Para la semana que viene:
Food for Worms (2023) - shame
Rat Saw God (2023) - Wednesday
Weezer (Blue Album) (1994) - Weezer
Blue Album - Weezer (Youtube Music)
Coriky (2020) - Coriky
Cavalcade (2021) - black midi
Me están apuntando con un arma (2023) - Aiko El Grupo