No se muy bien como ha ocurrido, pero hace un mes que no actualizo tinkernet. Mis eternas disculpas. Esta vez, aunque la tentación sea fortísima, no voy a empezar a justificarme y a dar una larguísima explicación, que nadie me ha pedido, para que todo tenga sentido. La vida, el verano y demás, sencillamente ocurren y bueno, acaba pasando esto. Pero he seguido escuchando muchísima música y tengo muy buen material del que hablar. Me mantengo en un estado de promiscuidad absoluta y no paro de meterme en entuertos que ni yo mismo soy capaz de resolver. La próxima vez, lo haré mucho mejor.
Por otro lado, he estado un poco liado solucionando y configurando algunos temas relacionados con mi gestión de la música en digital. A día de hoy, contrariamente a mi voluntad inicial, el FLAC constituye el principal soporte mediante el cual escucho música. No solo hago stream en el estéreo gracias a su conexión DLNA, también lo uso en el móvil y en el iPod. Cada uno de estos medios, derivado de mis necesidades y sus prestaciones, cumple con su función y todas son absolutamente necesarias. Si quiero escuchar música en el equipo grande y aprovechar la potencia de mis altavoces tengo el servidor DLNA, si necesito escuchar música cuando paseo lo hago con el móvil y los Pixel Buds A y si necesito largas de escucha, aprovechando el potencial de calidad Hi-Res, al margen de internet es el iPod, ahora un Hiby R2, y mis auriculares Fiio fd11, que son cómodos y resultones, quien entra en escena. Hubiese querido mantener la vida útil del iPod todo lo más posible pero la batería se está empezando a deformar y la reparación pasa de los 150€ y bueno, no tiene demasiado sentido. Pues bien, todas estas funciones pasan en algún momento por Plex, software que había acaparado demasiado importancia y se había convertido en una pieza fundamental en mi cotidianidad. No me podía permitir que duplicase su precio y me dejase sin servicio.
Así, buscando alternativas, fue como di con Navidrome y su potente servidor de música. Si bien es cierto que, en términos de prestaciones es más limitado que PLEX, en todo lo demás es excelente. Hace lo que tiene que hacer: stream de música, rápido, ligero y austero. 0 bloat. Además, es altamente configurable, permite introducir una serie de adaptaciones para que sea más cómodo y se ordena a través de la gestión de metadatos, siguiendo la estructura de musicbrainz, como Spotify o record.club. Esto es muy incomodo al principio, porque requiere un esfuerzo muy fuerte, pero una vez lo tienes rodando es, además de estético, comodisimo. Es la primera vez en todos los años que llevo con bibliotecas digitales, que puedo afirmar que todos mis discos están correctamente taggeados: disco, portada, canciones, año, año de publicación de la versión, género, todo en su lugar ¡Incluso hay canciones con las letras incrustadas! Aunque, en lo personal, lo que más me gusta es la PWA, que permite su instalación en Android, no gasta casi batería y funciona increíblemente bien. Este factor incide en uno de sus principales defectos: la falta de un cliente que sea universal y unifique la experiencia del propio server. Yo, en lo personal, cuando estoy en el escritorio uso, casi en exclusiva, la PWA y en Android suelo tirar de Symfonium (o de la PWA). En términos generales, la principal diferencia entre un servicio y el otro radica en su arquitectura interna. Mientras que PLEX es propietaria, Navidrome es libre y se basa en la API (no premium) de subsonic, por lo que no tiene (aún) soporte para DLNA. Este hecho me obliga a seguir usando programas de terceros, pero puedo decir que estoy muy satisfecho con su desempeño. En estos días ha tenido muy poco cortes y, en general, la rapidez de reacción es pasmosa. Poco a poco iremos avanzando.
En términos de escuchas, la verdad es que el empacho de power pop se resolvió de una manera absolutamente inesperada, y un tanto abrupta, en el momento en que me tropecé con Guided by Voices, desplazando todo mi interés hacia un lugar completamente diferente y engullendo todas y cada una de mis sesiones, constituyendo mi nueva pequeña obsesión. Su discografía es ingente, solo en álbumes publicados cuenta con más de 40, así que es imposible que me haga una idea general de todo lo que son, no obstante, sí que me puedo acercar a algunos discos y vibrar con lo que contienen. Un poco como me ocurre con Neil Young, poco a poco, iré abriendo vetas en su discografía en las que colarme. Esta primera incursión se salda con Vampire on Titus, Alien Lanes y, por encima de todo, Bee Thousand. No hablaré de ellos hoy, porque hay mucho trabajo atrasado, pero pienso dedicarles algo más de tiempo en un futuro cercano. Son discazos.
En relación con las novedades, el disco de Redd Kross resultó ser bastante decepcionante, lo que me empujó a buscar nuevos horizontes en los que he encontrado absoluto oro. En este extremo brilla, con luz propia, la propuesta de Meridian Brothers, pero también el de Las Nubes, el de O. o el de Cassie Ramone, que se complementa con el de Vivian Girls. Este grupo de discos serán los que van a constituir el grueso del informe de esta semana. La selección la he realizado un poco por cercanía, pero no representa la realidad de lo que he estado escuchando durante este tiempo, que son muchísimos más. Por esta razón, he decidido dejar la lista, como hacía al principio de este año, e iré tachando los que, poco a poco, vaya comentando. Son muchos los que se han ido quedando colgados y no me gustaría perderme ninguno, por lo que, a lo largo de las próximas semanas intentaré publicar informes más a menudo y mucho más cortos. Tengo cierto interés personal en demostrar que se pueden escuchar más de 100 discos al año, siendo consciente de lo que escuchas, sin perecer en el intento. Este verano, aún queda mucho por salir. Por ejemplo, lo de Osees, lo de King Gizzard & The Lizard Wizard, lo de Jesus Lizard o lo de Nick Cave, entre otros.
Lista de discos:
#31: Maruja - Connla’s Well (2024)
#37: Redd Kross - Redd Kross (2024)
#40: Ulcerate - Stare Into Death And Be Still (2020)
#41: Smlrc - A Lonely Sinner (2024)
#42: The Jesus And Mary Chain - Psychocandy (1980)
#46: Stone Temple Pilots - Tiny Music… Songs From the Vatican Gift Shop (1996)
#47: Stone Temple Pilots - Purple (1994)
#55: Ulcerate - Cutting the Throat of God (2024)
#56: Fugazi - In On The Kill Taker (1993)
#57: Thou - Umbilical (2024)
#58: Adrianne Lenker - Bright Future (2024)
#59: Dvne - Voidkind (2024)
#60: Vampire Weekend - Only God Was Above Us (2024)
#61: Snooper - Super Snõõper (2023)
#62: Las Nubes - Tormentas Malsanas (2024)
#63: O. - WeirdOs (2024)
#64: SUMAC - The Healer (2024)
#65: Dirty Three - Ocean Songs (1998)
#66: Guided by Voices - Alien Lanes (1995)
#67: Guided by Voices - Bee Thousand (1994)
#68: Meridian Brothers - Meridian Brothers & El Grupo Renacimiento (2022)
#69: Meridian Brothers - Mi Latinoamerica Sufre (2024)
#70: Cassie Ramone - Sweetheart (2024)
#71: Vivian Girls - Share The Joy (2011)
#72: Jay Reatard - Blood Visions (2006)
#73: Inter Arma - New Heaven (2024)
#74: Japandroids - Post Nothing (2009)
#75: Japandroids - Celebration Rock (2012)
#76: Jawbox - For Your Own Special Sweetheart (1994)
#76: Jawbreaker - 24 Hour Revenge Therapy (1994)
#77: Godflesh - Streetcleaner (1989)
#37: Redd Kross - Redd Kross (2024)
Originalmente, el número 37 correspondía al Safe as Milk de Captain Beefheart, pero he optado por sacarlo de la rotación y meter un comentario sobre Redd Kross(2024). Disco que, por otro lado, me ha resultado de lo más decepcionante del año y, para mí, marca un antes y un después en mi relación con la banda, a pesar de que Neurotica y Researching the Blues me sigan pareciendo muy buenos discos. Especialmente el primero, que es una delicia a mitad camino entre el power pop y una reinterpretación marciana de un glam ultra destartalado. Ya tuvimos ocasión de hablar de ellos en el último informe.
Ahora bien, lo de Redd Kross (2024), personalmente, me parece un poco una tomadura de pelo. Si bien, atendiendo únicamente a la música, el disco más o menos se sostiene, la banda sigue siendo solvente y conserva algo de ese espíritu tan especial que les caracteriza, el hecho de que se trate de un conjunto de descartes le resta potencia, carisma e interés al álbum. En términos generales, como es lógico suponer, la sucesión de temas no goza de una unidad interna, no tiene ningún sentido sonoro, no existe ninguna continuidad discursiva y toda la experiencia se siente ajena. Resulta muy complicado, más allá del hecho de tratarse de Redd Kross, conectar con la propuesta y encontrar elementos a los que asirse a la hora de revestir el cero interés que tiene como experiencia.
A veces, parece que estés escuchando una de las peores canciones del Neurotica, otras es el Phaseshifter el que aparece, pero nada se siente como verdaderamente nuevo, fresco y original. En un ejercicio de buena voluntad, es cierto que el disco podría encerrar una reflexión en este sentido e intentar ser una respuesta a esa idea de recuperar los descartes y que brillen con luz propia, con la perspectiva de los años y tras una concienzuda revisión, nunca se sabe. En este aspecto, ciertamente, han corrido un riesgo digno de ser tenido en cuenta (si uno quiere, se que habrá quien no). No obstante, ni ellos son tan buenos, ni sus composiciones soportan tan bien el paso del tiempo, ni Josh Klinghoffer es capaz de hacer nada decente con el material que queda relegado a un artefacto fallido, compuesto de retales y sin ningún interés.
Mención aparte merece Klinghoffer, a quien me he referido previamente. Sin duda, la producción es lo peor del disco. Para quien no lo sepa, Josh Klinghoffer es colaborador habitual de Frusciante (en su carrera en solitario), miembro de Ataxia (con el propio Frusciante y con Joe Lally de Fugazi, a mi me gusta muchisimo esta banda), de Bicycle Thief, ex de los Red Hot Chili Peppers y, actualmente, músico de directo de Pearl Jam. El bueno de Josh, queriendo modernizar y actualizar el sonido de Redd Kross, comete una serie de errores, en concreto, intentando que todo suene a ese engendro que es el rock alternativo de los segundos noventa. Ese que ponen en marcha, con mucho mas acierto, en Phaseshifter y que, a día de hoy, se parece un poco a eso que se identifica como grunge. Pero uno mucho más vulgar que lo fueron los grandes representantes del estilo. Este sonido, comercial, plano y muy ramplón, le quita a la banda todo atisbo de aquello que fueron y que, en este caso, podría haber dado algo de interés a todo el ejercicio. El disco, en general, suena mal. Los bajos están emborronados, los solos de guitarra no tienen ninguna gracia y todo el conjunto es aburrido. Es un desastre total y además, para terminar de arreglarlo, no es solo que se hacen una versión a sí mismos, que ya es cuestionable, es que es demasiado largo.
Aun así, y asumiendo que existe, Redd Kross (2024) tiene algunos temas disfrutables, especialmente los que se ubican en la época de Neurotica y del Shapshifter, que Klinghoffer no llega a destruir del todo, como es Candy Coloured Catastrophe, el adelanto y el single que sostiene casi todo el lanzamiento, o las que se ubican alrededor de Stuff, para mi la mejor canción del disco. Por lo demás, estamos frente a un tremendo no. Parece que Redd Kross ha salido a conquistar este 2024 con la máxima: Make Redd Kross Great Again y claro, no.
#62: Las Nubes - Tormentas Malsanas (2024)
No tenía ninguna relación previa con la banda, ni tampoco estoy nada versado en su trayectoria general. Llegué a Tormentas Malsanas, como miles de otras veces, a través de la tier semanal de
. En concreto, la del día 25 de junio, por si alguien estuviese interesado en leer la acertadísima y siempre excelente, crítica de a la que yo, tengo muy poco que añadir. Aunque sí que me gustaría plantear una pequeña reflexión sobre lo que significa este disco en 2024.Es impresionante como, cuando mezclas los ingredientes correctos, sigue saliendo el Pod de The Breeders, aunque ya hayan pasado más de 30 desde su publicación. Esta obra maestra, gestada en la inquieta mente de Kim Deal y orquestada por un inspiradisimo Albini, no en vano Steve siempre sostuvo que fue uno de sus mejores trabajos y uno de los ejemplos en los que más y mejor había conseguido pulir la esencia del grupo y captar el el momento de la grabación, es la responsable de inaugurar todo un canon que, a partir de ese momento, cristaliza en un sonido tan particular como recurrente y eterno. Este hito, es especialmente importante porque pone el protagonismo en una mujer que consiguió sobreponerse a la larguísima sombra de su grupo matriz, Pixies y entregar una obra compleja, rica y llena de recovecos crudos, directos e implacables. Para mi, reúne todas las bondades de los Pixies del Surfer Rosa, también con Albini en los mandos, y lo eleva a la enésima, gracias a la emocionalidad y el mensaje que, en la figura de Kim adquiere todo una paleta de sensaciones tan única, como esencial. Amo Pod y cualquier excusa es buena para evangelizar.
Pero, también, late con fuerza en la propuesta de Las Nubes. Era cuestión de tiempo que la recuperación, la nostalgia, el #metoo y la arqueología millennial acabase llegando a las puertas de The Breeders y las convirtiera, por fin, en esa figura a reivindicar. Aquí, en Tormentas Malsanas, encontramos, no solo un sincero homenaje, también unas de las más firmes candidatas a heredar su discurso musical. Si bien es cierto que, en términos de sonido, el dúo de Miami, es capaz de movilizar toda una serie de influencias, entre el dream pop y ese shoegaze que tan bien ha conectado con las generaciones más jóvenes, es a nivel de propuesta donde más se observa la influencia de la obra de Deal.
Para mi, la canción de la que se extrae el título del disco, Caricia, es con diferencia, donde más riesgos corren, donde más sinceras son y, sobre todo, donde más, y mejor, movilizan todo lo que son y pueden llegar a ser. Aquí, se observa un atisbo de todo lo que está por venir que, espero, sea mucho y mejor, muchísimo mejor. Porque si recogen todo lo aprendido creo que su techo es, directamente, la estratosfera. A pesar de que, en términos generales, el disco adolece de ciertas carencias fruto de la inexperiencia y la falta de cohesión. Por momentos siento que le pesa lo poco arriesgado de determinados temas, en contraposición a Caricia, atarse en exceso a una nostalgia ya ultra explotada y la decisión de no salirse demasiado de ese pequeño universo que se ha creado para ellas. Todo esto, son cuestiones menores que no empañan un disco excelente, pero para mi si que limitan un poco su alcance. Igual que lo hizo, en su día, Last Splash para The Breeders, un disco excelente sin duda, pero también un importante freno para lo que siguió. Ese es el reto que tiene delante Las Nubes. Por ahora, tienen todo mi interés, veremos como siguen.
#63: O. - WeirdOs (2024)
Hubo un tiempo en mi vida, en el que estaba completamente obsesionado con el Math Rock. Yo, no sé si lo he contado alguna vez, soy dislexico. Esto, pasado cierto umbral de edad, solo lo percibo y se traduce en determinados aspectos que terminan siendo un poco molestos. A veces leer mal un texto, tardar años en redactar un informe de estos o, por ejemplo, tener cierta tendencia a buscar, de forma absolutamente inconsciente, toda propuesta que implique cadencias repetitivas, previsibles y más o menos pesadas. Antes de descubrir el sludge y dejarme llevar por sus paisajes arrasados y sus desarrollos infinitos, llegué al Math Rock. Fue uno de mis primeros amores juveniles.
Este género, algo desconocido para la mayoría del gran público, cuenta con una tremenda influencia del jazz de vanguardia de finales de los 80 y principios de los 90, como ocurría en el caso de Morphine, aunque aquí nos situamos en el seno de un hardcore muy experimental y con muchas ganas de trascender su sonido para abrir brechas hacia nuevos horizontes. Es, en parte, una de las vías del midwest emo, evidente en discos como American Football, pero también de una de las ramas del post rock, como pone de manifiesto Spiderland. Existen muchos elementos que lo hacen reconocible, incluso aunque le pongan capas de hardcore y ruido encima y es que consiste en aplicar progresiones matemáticas, escalas asépticas, robóticas, casi carentes de toda emocionalidad. Este factor acaba generando un desarrollo frío, repetitivo y, sobre todo, inexorable. En lo personal, conectó mucho con esta visión existencialista de lo pequeños que somos ante el avance telúrico, casi cósmico, e imprevisible de cuanto nos rodea. Esa angustia ha sido, durante mucho tiempo, uno de mis refugios predilectos. En aquellos primeros años, bandas como Crime in Choir, Kowloon Walled City, Fall of Troy, Hella, Polvo, Shellac, en menor medida Slint o, especialmente, Don Caballero, fueron pequeñas píldoras, bálsamos de paz en medio de la catástrofe. Un tiempo después, todo esto volvió y esta vez lo hacía desde las páginas de Pitchfork, gracias, fundamentalmente, a Battles. Sin embargo, para mi desgracia Battles solo fueron un espejismo, un grupo muchísimo más vulgares de lo que parecían en primer lugar. Ni siquiera tener a uno de los Don Caballero, les salvó de la vulgaridad. Tonto de mi, por creermelos.
Todo esta disertación para situarnos en el contexto y explicar que, en pleno 2024, no esperaba encontrarme con nada de esto. No tanto porque ya no existiese, muchos de los grupos siguen en activo aunque tengan cada vez menos que contar, más bien porque todo esto ya me quedaba lejísimos. Y, aun así, desde los primeros acordes de WeirdOs, me sentí como en casa. Una vez pasado el momento madalena, debo confesar que me movió bastantes cosas, me puse a analizar lo que estaba escuchando. Aquí, la influencia del Jazz es, quizá, la más clara y la más evidente. De hecho, la banda se compone, fundamentalmente, de una batería y un saxo, además de los miles de samplers a los que recurren. De esta forma, se construye un sonido muy actual que prescinde de guitarras o bajos y se apoya mucho en la parte electrónica. Esta composición deja claro que bebe de influencias completamente diferentes a las bandas comentadas, aunque la vocación punk que late a lo largo de todo el álbum, acaba haciendo que las propuestas colinden bastante más de lo que parece en un primer momento.
En lo personal, me parece muy interesante cómo construyen una experiencia tan parecida y tan cercana, desde lugares aparentemente tan alejados. Aunque el disco, en general, adolezca de algunos problemas, como tramos con una concepción algo simple o recursos que se sienten un tanto vulgares, en términos generales se trata de un artefacto original, solvente y bastante alejado de lo que suele ser habitual. Ya solo por eso, merece nuestra atención. A pesar de que no me hará volver a sumergirme en el Math Rock, si que me ha ayudado a reencontrarme con sonoridades que tenía algo olvidadas, incluidas ciertas expresiones del Jazz más duro.
#68: Meridian Brothers - Meridian Brothers & El Grupo Renacimiento (2022) y #69: Meridian Brothers - Mi Latinoamerica Sufre (2024)
Los pongo los dos, porque a mi juicio ambos son interesantes. El primero, porque ayuda a introducirse en la obra de esta banda y el segundo, porque es el que más me ha gustado y, curiosamente, el de este año. Para quien no lo sepa, Meridian Brothers son una banda originaria de Colombia, con una trayectoria larga, su fundación data de 1998, y cuya vocación pasa por la mezcla de estilos de vanguardia, como la electrónica o la psicodelia, con la cumbia, la salsa y el vallenato, entre otros, propios del caribe. Aunque también introducen otros sonidos de África, como el Soukous, que en mayor o menor medida tiene impacto en la construcción o la arqueología de los sonidos latinos en general. A esto, además, hay que sumar toda una cosmovisión, representada por sus letras, de lo más surrealista y de lo más marciano (digo marciano, para evitar el lugar común del realismo mágico, pero es evidente de dónde viene todo esto). De esta forma, pues, se entreteje una propuesta musical tan sui generis que resulta muy complicado explicarlo, sin pararse a escucharlos.
De los dos propuestos, que corresponden a los últimos que han publicado y son los únicos que yo he escuchado, el primero es un poco más común y algo más sencillo de acceder. Lejos de lo que puede parecer, a tenor de lo que he explicado en el párrafo anterior, el disco no se compone de pasajes lisérgicos o experimentos demasiado atrevidos. Más bien al contrario, su principal baza consiste en una actualización, una puesta a punto, de diferentes construcciones y sonidos de lo latino, pasados por el filtro de una banda que tiene muy claro a dónde se quiere dirigir. Insisto, es una propuesta curiosa e interesante. Es estético y consigue interesar lo suficiente como para que interese entrar en el resto de su discografía.
Sin embargo, es en Mi Latinoamerica Sufre, donde realmente yo me he encontrado con verdadero oro, con todo lo que andaba buscando en ellos. Puede parecer una tontería, pero cuando leemos introducciones o descripciones de discos y álbumes, se generan ideas preconcebidas en nuestras mentes y esto, muchas veces, puede jugarnos en contra. A mí me ha pasado con Meridian Brothers. Cuando me puse a indagar sobre ellos, automáticamente vino a mi mente la imagen de Omar Rodriguez-López y Cedric Bixler-Zabala, haciendo sus cosas en los primeros Mars Volta, los de antes, bien potentes y bien lisérgicos, pero con un menor peso del hardcore y mucha más vocación latina. Pues bien, aunque había ciertas semejanzas, en términos generales, nada más lejos de la realidad. Aunque, contrariamente a lo que suele suceder, en este caso, mi error, me llevó a deleitarme con este disco que es, a la vez, tan disfrutable como tremendamente desafiante.
En lo musical, no se andan con remilgos y, desde el primer tema, sientan unas bases claras, directas y nada amables. Es un disco que, en esencia (hay muchas más cosas dentro), mezcla la cumbia colombiana con el soukous, que para quien no lo sepa es un género que cuenta con una fuerte presencia de las guitarras eléctricas y que tiene su origen en los sesenta en la República del Congo. De esta forma, su principal valor pasa por establecer un diálogo entre ellos, la base del reggaeton, que parece querer ser una enmienda a la totalidad del discurso de la música latina y, en especial, de la música latina que se vende desde los medios generalistas ¿Y si el reggaeton se hubiese construido sobre los cimientos de las guitarras eléctricas? Para los Meridian Brothers, parece sugerir que sería una suerte de Heavy Psych Reggaeton. Uno, trufado de psicodelia cumbiera y desarrollos imposibles e hipnóticos, pero que nadie espere riffs, aquí la psicodelia adquiere otras texturas completamente diferentes. Es una obra compleja, inabarcable y llena de pequeñas sorpresas.
Por su parte, en el apartado de las letras, tampoco se andan con medias tintas y dan rienda suelta a su mala baba. Un poco en el mismo sentido que lo hicieron Mars Volta en su Deloused cuando dieron vida a Cerpin Taxt, construyen un álbum conceptual en el que Junior Maximiliano Tercero expone, con pelos y señales, lo fastidiado que está el mundo y lo incómodo que es ser latinamericano en ese contexto. Para ello, se inventan una falsa historia de superación personal, cargada de autocomplacencia, autoindulgencia y muchísima tontería con la voluntad de exponer y burlarse de un discurso rancio, propio de determinadas capas de la sociedad latinoamericana (aunque claramente extrapolable). De esta forma, a lo largo del relato se observa como Junior se siente perdido, expresa abierta su auto odio de clase (y de etnia) o se aferra a cosas que solo son performances vacías, dejando, como último reclamo, que le respeten el derecho a hacer la suya propia.
Con todo, es un disco divertido, desafiante, sugerente y, claramente, llenito de buenas ideas. Hacia muchisimo tiempo que yo, personalmente, no tenía la oportunidad de enfrentarme a algo tan fuera de mi zona de confort y de mis coordenadas y, a la vez, tan disfruton. Llegados a este punto, la verdad, no puedo más que recomendarlo.
#70: Cassie Ramone - Sweetheart (2024) y #71: Vivian Girls - Share The Joy (2011)
De nuevo, un dúo de discos que funcionan mejor como una unidad. El segundo, es el disco de la banda de la primera. Así que, en realidad, no ha sido más que un ejercicio para sumergirme en la obra de Cassie Ramone, una artista que, hasta la publicación de Sweetheart (de forma completa solo en Youtube, aunque tiene singles en Qobuz, Spotify y Tidal) no había tenido la ocasión de conocer. Cassie, nació en el año 86 y, en realidad, se llama Grzymkowski de apellido. Se hizo famosa como vocalista y guitarrista de Vivian Girls, fundó una banda, The Babies, con Kevin Morby de Woods, a los que dediqué muchísimo tiempo el año pasado y colaboró con, el ahora cancelado, Ariel Pink para la publicación de su primer disco en solitario: The Time Has Come (2014). Estos que nos ocupan, en ambos casos, corresponden al tercer largo tanto de Vivian Girls, como de Cassie en solitario.
A nivel de sonido, se mueven en coordenadas muy similares. Ambos tienen una fuerte influencia del indie de los 80 y los primeros 90, no en vano Cassie cita como referencias a Neil Young (que define gran parte del sonido las bandas del indie de los 90), a The Wipers, a los Ramones o a Elliott Smith, entre otros muchos artistas. Igual que, en ambos, encontramos una fuerte dosis importantes de sonidos oníricos, como en su coetáneos Dum Dum Girls o Ariel Pink, que remiten al dream pop. Aunque, en el caso de Vivian Girls, la mezcla suene mucho más a garage, sin salirse demasiado de la línea, y en el disco en solitario la experiencia tienda más al Lo-Fi y sea mucho más introspectiva. Lo interesante, es que ambos discos están cortados por el mismo patrón. Cualquier persona que goce con bandas como las antes mencionadas The Breeders, los Sonic Youth menos experimentales, mi reciente descubierto Jay Reatard, para quien abrieron en una gira, o los Woods más psicodélicos, disfrutará de sobra con estos discos.
Aunque yo he disfrutado muchísimo más el disco de Cassie en solitario. Para mi, todo lo que hace, todo lo que construye, la manera en la que trabaja su propia depresión y construye la expresión emocional de su angustia me resulta muy inspiradora y tan cercana que, a veces, llego a sentir exactamente lo mismo que ella canta. En general, puede que el disco parezca otro disco más de una chica triste de New Jersey, y puede que no sea más que eso, pero encierra en su haber todo un ejercicio de autoconciencia, de apechugar con lo que hay seguir hacia delante que, como performance, me interpela directamente y me gusta, me gusta muchísimo. Es un artefacto tan millenial, como yo mismo. Quizá, las razones, o lo que expresa, sea incómodo o incluso pueda dar vergüenza ajena, como tantos otros artefactos tan sinceros como profundamente desequilibrados en todo lo que son, pero es una manera como otra cualquier de exorcizar el dolor y, en ese juego, me tiene absolutamente ganado.
Es raro, no siempre ocurre, pero a veces el contexto se hace con las obras y, para mi, en esta, cuenta muchísimo. Pero no el contexto de Cassie, no. El mio. Es el mío el que le otorga un sentido que originalmente no tenía y es eso lo que me tiene absolutamente enganchado a este disco. Bueno, eso y temas del calibre de They Hide Their Eyes. A mi, a pesar de que es muy pequeño, de que solo está en mp3 a 128kbps y a pesar de todo, me ha encantado.
De todos estos discos comentados, tan solo Sweetheart y Mi Latinoamerica Sufre han pasado el corte y se han incorporado a mi biblioteca.
Este informe se publica el domingo 27/07/2024.
A lo largo de la semana siguiente, intentaré volver a comentar algún disco suelto
Habrá otro informe el domingo 04/08/2024
Muchas gracias por leer.
Muchas gracias por estar al otro lado.