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Volvemos esta semana con un informe un poco más corto y más rápido. La idea, en realidad, es ponerme a punto y empezar a rodar tal y como lo tengo planeado. Es decir, dejarlo cerrado los jueves, justo antes de entrar en todas las novedades de la semana y, de paso, no hacerme un agujero en mi propio flujo de trabajo semanal ya que es el día en el que menos carga de trabajo tengo, o al menos, tengo tiempo para recuperarme. Por lo demás, mis planes siguen adelante y, poco a poco, tinkernet se irá expandiendo. Por el momento, seguimos con las críticas como hasta ahora pero estad atentos y atentas.
Esta semana viene bastante cargada de cosas interesantes. Melvins anunciaron un nuevo disco de la mano de Ipecac, el sello de Mike Patton. De toda esta conjunción, no podía salir nada convencional y, claro, no lo es. Siempre he sido bastante fan de ese sludge de Seattle que practican en el que se mezcla una revisión sui generis del stoner rock y la herencia garajera del grunge primigenio. No es para todo el mundo pero, si entras, Melvins tiene un sonido único y absolutamente disfrutable. Buena prueba de ello son, por ejemplo, Houdini, Stoner Witch, The Maggot o (A) Senile Animal. De momento, el adelanto me interesa lo suficiente como para ponerme a revisarlos. Además, Ramper adelantó ayer tres canciones, grabadas en el contexto de sesiones bravas, un interesante proyecto que nace como plataforma de divulgación cultural del underground. Una del primero y dos de adelanto del siguiente disco, en el que se les ve en una forma increíble y dan rienda suelta a la electricidad y a la oscuridad típica de su sonido y, además, hacen gala de sus raíces. Es una absoluta maravilla. Por otro lado, mañana se publica lo nuevo de Chelsea Wolfe, disco que, viniendo de quien viene, me llama poderosamente la atención.
En relación con mis escuchas, en general, he dedicado casi toda la semana a indagar sobre la obra de Mascis en solitario. A estas alturas, no debería sorprender a nadie, creo que es una de las mejores y más interesantes guitarras en activo. Solo su sensibilidad única es capaz de convertir una canción de pop de guitarras aparentemente sencilla en un solo de guitarra perfectamente hilvanado sin que, todo el conjunto, no remita al heavy más ramplón. Si ya en los ochenta, con Dinosaur Jr, fue capaz de llevar las enseñanzas de Neil Young y de Led Zeppelin a un nivel superior, en su discografía en solitario da rienda suelta a sus obsesiones, a veces mejor y otras peor. Esta semana, además, también ha estado muy marcada por el Superfuzz Bigmuff, otro disco de Mudhoney al que vuelvo una y otra vez. No es su mejor disco, ni siquiera es un disco en sí mismo, se trata de una colección de singles y EPs de su primera época, pero tiene una coherencia interna impresionante y Mudhoney están en un nivel que creo que no recuperarán nunca, salvo quizá en EGBDF. Si de pequeño hubiese entendido lo que era este Superfuzz, todo en mi vida hubiese sido diferente. Pura modernidad, pura clase. Con ellos empezó todo y fueron estas canciones las que sentaron las bases de un sonido que me flipa. Ponermelo, es como volver a un pasado que no fue, como una promesa eterna. En el ámbito de las novedades, también he estado escuchando los discos de Last Dinner Party y el de Reservoir Brown Horse, este último extraído de la tier semanal de @hipersonica. Así que esta semana comentaremos el What We Do Now de J Mascis, el Prelude to Ecstasy de Las Dinner Party, el Superfuzz Bigmuff de Mudhoney, Reservoir de Brown Horse y el A Senile Animal de Melvins.
Como de costumbre, mis discos pueden ser consultados en Bandcamp y la lista completa de lo que he estado escuchando esta semana puede ser consultada aquí. Sin más preámbulos, vamos a comentarlos.
What We Do Now (2024) - J Mascis
Soy muy fan de Mascis y, además, soy bastante irredento. Su guitarra y su capacidad para imaginar composiciones increíbles en lugares imposibles, es algo que me maravilla. Con él, nunca quedan muy claros los límites y siempre es capaz de introducir un requiebro, un solo en medio de una melodía, un juego de guitarras que, de una forma algo abrupta, reclamará tu atención y te exigirá que le mires fijamente. Justo en ese momento, Mascis te habrá conquistado y te llevará por donde a él se le antoje. Esto es algo patente en Dinosaur, especialmente en Bug, en Beyond y en Farm (del que ya he hablado aquí), donde más se nota la influencia del Neil Young menos folk, y una seña de identidad en su discografía en solitario. Sin embargo, para este What We Do Now, ha cambiado un poco las reglas.
Cuando lo publicó, la semana pasada, no había escuchado mucho de los discos anteriores. Cosa que solucioné una vez le di la primera vuelta. En principio, lo que estaba escuchando era exactamente lo que esperaba que fuese: un disco perfectamente ejecutado, pensado y tocado con un saber hacer admirable. Ahora, tampoco es que esperase nada diferente, tal y como comentaba la semana pasada para The Smile, J Mascis es uno de los principales cimientos del sonido independiente de USA y uno de los responsables de la introducción de los solos en el pop. Con todo, What We do Now es un disco vitalista, con un carisma y una fuerza propia y algo alejado de las entregas anteriores ya que cuenta con poso eléctrico al que parecía que ya no volvería.
De esta forma, el anterior, Elastic Days, se compone de una serie de canciones acústicas y blanditas, canciones agradables y hermosas pero nada más. Mascis parece entregado a un pop de autor, influido por la americana, más concretamente por Neil Young, y con una concepción sin demasiadas ambiciones. Ahora bien, esto no quiere decir que no sea un disco bonito y, sobre todo, cálido y agradable a la escucha. Nada desentona, el discurrir de la voz lánguida de Mascis, sumado a la vocación folk y las guitarras acústicas, hacen de él un bonito entretenimiento. Aunque, siendo sincero, le falta nervio y fiereza. Algo que, por ejemplo, sí que encontramos en el Several Shades of Why, para mí su mejor disco en solitario. Aquí el recurso la alternancia de sonidos electricos y acusticos se encuentra más equilibrado y Mascis está un poco más inspirado, lo que le da a todo el conjunto una dirección clara y nos deja un puñado de canciones que se integran perfectamente entre sí, al servicio de una melancolía que no pesa demasiado y con la que es fácil sentirse cómodo. Sin duda, si hubiese conocido antes este disco, me hubiese enamorado perdidamente de semejante ejercicio de elegancia. Por momentos, recuerda a los mejores Dinosaur Jr pero aquí la sensibilidad de Mascis se muestra un poco más cercana. Se le ve más vulnerable y eso le aporta unas texturas que basculan entre el indie de guitarras típico de la casa y una concepción folk y acústica tan particular como atractiva. Quizá, en este disco es donde la herencia de Neil Young brilla con mayor intensidad y donde más se acerca a una suerte de country folk un tanto sui generis.
Mascis, en su creatividad, no es de dar saltos al vacío y tampoco es que pretenda descubrir la pólvora. Más bien al contrario, lleva más de 40 años siendo una de las mejores guitarras de su generación y no tiene nada que demostrar. Suena exactamente a lo que quiere y, en ese compromiso consigo mismo, hay una potente y transparente sinceridad. Algo que queda patente en este What We do Now (el título, ya nos daba bastantes pistas) que consiste, exactamente, en lo que esperas que sea un disco de J Mascis: una voz susurrante y quejumbrosa que se arrastra, tema a tema, por unas canciones de pop-rock sencillo en apariencia pero que, en cualquier momento, se lanza a construir unos solos de guitarra eléctrica, aquí no hay rastro de la acústica, de lo más atractivos.
y, a pesar de todo lo que he comentado, es un disco frente al que me cuesta posicionarme. Por un lado me encanta. Me encanta, porque siento verdadera pasión por su forma de tocar la guitarra, por su concepción de cómo debe sonar una canción y porque me he forjado con los mismos referentes que él moviliza. En su sonido está todo lo que me gusta y eso, para mi, es una profunda debilidad contra la que no me apetece pelear. La potencia emocional con la que impregna sus temas y la belleza de sus solos me vuelve loco. Este disco, va sobrado de todo esto: es eléctrico, tiene garra, deja gran parte de la melancolía en el cajón, y presenta unos pasajes instrumentales bien sólidos. Pero, por otro lado, no dejo de preguntarme si no estaré frente a un Mascis en horas bajas y actuando por inercia. Es verdad que, por momentos tiene un tono exageradamente masculino, que recurre a las mismas fórmulas de siempre y, en general, suena todo un poco más convencional de lo que querría y eso, no nos engañemos, le resta muchísimos enteros a un disco que, quizá, debería ser mucho mejor de lo que es. Aunque, sinceramente, cada vez que me lo pongo, y ya van unas cuantas, no dejo de repetirme que si esperaba algo diferente de Mascis en el 2024, el problema es mio. No creo que nadie encuentre aquí nada más que un disco convencional con unas guitarras impresionantes, pero madre mía qué guitarras.
Prelude to Ecstasy (2024) - The Last Dinner Party
Este Prelude to Ecstasy es el álbum de debut de esta banda cuyo sonido se enmarca en una suerte de pop barroco, aunque desborda la etiqueta y se sitúa en coordenadas más cercanas a un un pop de corte muy melodramático o incluso cierta progresividad en sus composiciones. En este sentido, el disco resulta atractivo e interesante, especialmente temas como Caesar On a TV Screen, On Your Side o, personalmente, The Feminine Urge, además de Nothing Matters que es, para mi, el mejor tema. Entre sus referentes se nota la influencia de unos Arcade Fire un poco más contenidos de los que heredan esa fuerte propensión al melodrama de la que hablábamos y que, sinceramente, encaja muy bien en Prelude. Pero también, una inclinación bastante acusada a un pop mainstream que me resulta bastante menos interesante. Es especialmente patente en las voces. Algo que, para mi, lastra exageradamente todo el conjunto. Por momentos, tengo la sensación de estar escuchando radiofórmula de principios de los 2000s.
En este sentido, quizá, lo que me resulta más destacable es observar cómo ciertos sonidos que yo tenía asociados a lugares mucho menos interesantes vuelven a la actualidad adoptando nuevas formas y nuevas expresiones. Es difícil no ver nostalgia en la movilización de elementos que te son coetáneos, pero es importante tener claro que no siempre está, que a veces la ponemos nosotros. Creo que eso es, en parte, lo que me pasa con este disco. Aunque, en última instancia, celebro que cada disco como este, con sus pequeños éxitos, nos aleje un poco más del paradigma urbano/latineo. Si el reconocimiento de discos como el The Last Dinner Party, implica un giro hacia un paradigma (más) de guitarras, bienvenido sea.
Superfuzz Bigmuff (1988) - Mudhoney
A estas alturas no me queda mucho que decir de Mudhoney. Son uno de los grandes grupos de la escena de Seattle y, al igual que Mascis, destacan por sonar a eso que ellos quieren sonar. Ni más, ni menos. Este hecho, tal y como comentábamos más arriba, puede llevar a malinterpretar algunos discos que, en efecto, no presentan una tremenda evolución, aunque sí un impecable ejercicio de estilo. Mudhoney, tras el EP Superfuzz, se mantendrán casi siempre en ese axioma, a veces con mayor éxito y otras con menos, pero siempre fieles a ellos y a su sonido. Pero: ¿Que hay en esta colección de canciones?
Aquí, encontramos a unos Mudhoney jóvenes, potentes y con una fuerza absolutamente hipnótica. Los temas te empujan y te animan a golpearte contra todo lo que tienes a tu alrededor, son un baile satánico, son pura energía física. Pero, vamos por partes, antes de entrar a comentar cuestiones más específicas es importante mencionar que se trata de una colección de canciones que constituye todo el material de la primera época que no está en discos. Sub Pop, armó esta edición en el año 2008, con motivo del 20 aniversario y, a mi, me parece bastante más interesante que la versión EP, especialmente porque en ella no aparece uno de sus temas más paradigmáticos y el principio de todo lo que son y serán Mudhoney: Touch Me i’m Sick. Ya en este tema, que abre el recopilatorio, dejan claro que no serían una banda común. Mudhoney son, ante todo, un producto de su época. Material barato, cuando no estropeado, una fuerte inclinación al ruido y una capacidad única para incrustar en los recovecos del sonido de bandas como MC5, The Stooges (pre Raw Power) y Ramones, todo aquello que ellos habían estado mamando desde pequeños. Así, suenan a rock de garage sesentero, las canciones son ligeras, rápidas y muy ruidosas pero también suenan a punk rabioso. Te ladran al menor descuido y lo hace con una elegancia que solo lo puede hacer quien sabe lo que está haciendo y lo hace porque quiere. Todos los temas cortos, apuntan en esta dirección y son una prueba sonora de su punto de partida. En los temas largos, la mayoría de ellos parte del EP del mismo nombre, ya han evolucionado y adelantan algunos de los elementos fundacionales del grunge al hacer uso de una especie de Hard Rock muy fangoso. La evolución puede parecer algo imposible, pero la segunda cara del My War de Black Flag y, sobre todo, la obra de los Melvins, ya ahondaba sobradamente en esta dirección aunque será luego, en Ultramega Ok de Soundgarden, donde avance hacia la formulación más corriente y actual. Sin embargo y, a diferencia de estos, Mudhoney conseguirá darle fiereza y pesadez al garage y no tanto, rapidez al hard rock. Temas como Mudride o In 'N' Out of Grace son dos ejemplos paradigmáticos cuyos hallazgos cristalizarán unos años después en el seminal EGBDF. El resto del disco se compone de demos y de un concierto en Berlín de 1988 que, si bien es un documento único para observar la brutal crudeza de la banda, es café para muy cafeteros.
Siempre que tengo ocasión vuelvo a este disco porque me parece una cosa increíble: divertida, cruda, potente y llena de promesas. Mudhoney pudieron ser mucho más, calidad nos les falta y esta es una de las muchas evidencias. Sin embargo, eligieron ser simple y llanamente Mudhoney. Cuando entendí que el románico no era cutre o estaba mal hecho, sencillamente respondía a un canon estético diferente, fue un salto cualitativo en mi capacidad para entender diferentes expresiones culturales y, este axioma, se aplica también en este caso. La potencia de Superfuzz radica, precisamente, en ser una de las llaves para entender toda una estética que es apabullante y absolutamente efervescente. A veces, cuando lo escucho, me imagino que lo descubrí antes que el Nevermind, que llegué a Mudhoney mucho antes de lo que hice en realidad y me veo a mi mismo abrazando la ansiedad del garage y entregándome a las mieles del fuzz.
Reservoir (2024) - Brown Horse
En la línea de los discos de 2024, no había escuchado hablar de ellos hasta que, esta semana, leí su nombre en el excel de la tier de Hipersónica. Este es su disco de debut y, a pesar de ser ingleses, suenan a country rock de raíces claramente americanas en el que las texturas típicas de inspiración de Jason Molina y, de nuevo, algo de Young, nunca hay suficiente Neil Young.
Podría ponerme a hablar largo y tendido de las esencia de la americana y del folk de raíces, pero ellos son capaces de hacerlo muchísimo mejor que yo. Sin presentar una grandísima innovación Brown Horse construye un disco de debut de una solidez sorprendente. Bien anclado en la tradición que pretende reivindicar, saben perfectamente por donde discurrir para alcanzar sus metas. Lo curioso es que, no inventando nada, consiguen presentar una colección de canciones solvente y con un mensaje coherente. Canciones tristes, canciones perfectas para esos momentos de recogimiento y descanso.
La primera vez que lo escuché pensé que no me había gustado, pero luego volví y entendí que eso era lo que me ofrecía y decidí dejarme llevar por su propuesta. No se si volveré, hay algo en todos estos sonidos que ya no me interesa tanto como antes pero Reservoir se las ha ingeniado para ocupar un pequeño recoveco en mi semana y lo he disfrutado como antaño hice con Jason Molina y esto, es un piropo que se han ganado a pulso.
A Senile Animal (2006) - Melvins
Cierro este informe con este disco que es de todo menos cómodo. A finales del año pasado, decidí que no volvería más a Seattle, hasta pasado un tiempo. Me ha durado poco, porque Melvins han anunciado un disco para marzo y han publicado un adelanto. El caso es que los había dejado un poco porque, a pesar de ser un grupo fundacional, no representan nada bien el espíritu del grunge, o en el fondo ellos son el verdadero espíritu del grunge, quién sabe. Un poco como Mudhoney, con quien han llegado a compartir miembros como Matt Lukin (a quien Pearl Jam dedicará una canción en el controvertido No Code), siempre han ido a lo suyo y no se han dejado influir demasiado por nada más que sus propios designios. Tanto desde la independencia, como en Island o incluso ahora en Ipecac, Melvins siempre suena a Melvins. Desde los primeros 80s hasta hoy, han tenido tiempo de evolucionar, retorcer su sonido, crecer y decrecer y ellos se han dedicado a ello con bastante insistencia y ahínco. A mi juicio, su principal problema radica en que, a veces, se pasan un poco de experimentales y terminan en sonidos que resultan demasiado complicados de tragar, pero en el camino nos han dejado algunos discos de una gran calidad y han ayudado a definir algunos de los estilos más prolíficos del área más independiente del indie norteamericano con sus aportaciones. Este que nos ocupa (A) Senile Animal, es uno de los más interesantes y quizá el último cuya apreciación es más unánime y con una propuesta más digerible para todo el mundo.
En términos de sonido, desde mi punto de vista, se enmarcan en una especie de rama bastarda del sludge. De esta forma en vez de tener raíces en Nueva Orleans, como Down, o en Atlanta como Mastodon y Baroness, la tienen en Aberdeen, el pueblo que también vio nacer a Nirvana. Krist Novoselic, de hecho, ha formado parte de la banda y Dale Crover, batería de Melvins, ejerció en Nirvana durante sus primeras maquetas. Por tanto, el sonido es bastante sucio y presenta una fuerte influencia del heavy metal. Exactamente igual que en otras bandas de Sludge, la banda le debe mucho a la influencia de gente como Black Sabbath, que son omnipresentes, pero la influencia de Black Flag y el amor por el garage son, también, pulsiones verdaderamente potentes. Este sludge de Seattle, pues, es más húmedo y se caracteriza por no ser tan lento en el tempo, pero tampoco tan intrincado en los desarrollos instrumentales. Esta aparente simpleza la heredan del punk y el garage, dando lugar a un sonido que es pesado y que va creciendo poco a poco como una especie de bola de ruido pero que, también, tiene un lado de corte artie y no tan virtuoso. Será, precisamente, esta tendencia lo que les llevará a recorrer algunas sendas algo indigestas. También, en este punto, es importante mencionar la influencia de Sonic Youth y de parte del No Wave en el sonido de Melvins que, si bien se ha ido diluyendo con el tiempo, a medida que se alejaban de los postulados iniciales, a dia de hoy sigue formando parte de su esencia y, de vez en cuando, reaparece.
Desde esta óptica, (A) Senile Animal no tiene una voluntad especialmente artie y tampoco busca resultar incómodo a la escucha, al menos no más de la cuenta. Más bien al contrario, resulta sorprendente observar como transcurre en una suerte de unidad que avanza poco a poco, a través de sus temas dando rienda suelta a ese sonido potente, de fuerte influencia punk, sin llegar nunca a eclosionar del todo. Para mi, los mejores temas son los que constituyen la parte central del disco, desde Civilized Worm hasta You've Never Been Right, aunque a partir de este punto, una vez encarado el tramo final, el disco va poco a poco ganando en intensidad a medida que se va introduciendo más y más en la senda del Sludge.
Para la semana que viene:
She Reaches Out To She Reaches Out To She (2024) - Chelsea Wolfe
Nuestros Mejores Deseos (2020) - Ramper