Foto de Mick Haupt en Unsplash
Esta semana, para variar, pretendo publicar mi informe en tiempo y forma. Aunque parezca sencillo, este ejercicio requiere un tiempo y un esfuerzo que no siempre resulta fácil de encontrar o apetecible. Sin embargo, lo hago porque quiero y es un lujo contar con esta plataforma. En otro orden de cosas, he estado dándole vueltas a la manera en la que se construye el universo de lo indie en el estado español. Esta cuestión, me interesa por muchas razones y prácticamente ninguna se circunscribe a la música que, como expresión artística, es poco interesante. No obstante, como buen materialista histórico que soy, me inclino a otorgar un peso determinante al mundo de lo material y como este moldea el mundo de las ideas y, en especial, de la cultura. En este sentido, las tensiones observables en la industria cultural española ponen de manifiesto algunos conflictos latentes y propios de una sociedad que no ha sido capaz de construirse a sí misma de una forma colectiva, sino más bien a través de la diferencia. De esta forma, la militancia en un sector u otro, termina manifestando dichas contradicciones en el terreno de lo identitario haciendo mutar la naturaleza del conflicto. No nos engañemos, no estoy movilizando el aparato teórico del hecho diferencial de la cultura de la transición, la liza es igual en todos las escenas indies, e incluso en las industrias culturales, de todo el mundo. En efecto, la tensión por la apropiación es común a todos los nichos que surgen en los márgenes. Lo que me parece interesantísimo de este proceso es como se manifiestan los conflictos propios de la sociedad española, desde la lengua, hasta el apoliticismo, pasando por una suerte de españolismo banal o llegando a justificar determinadas posturas económico-sociales de lo más rancias. En fin, seguiré dándole vueltas a todo esto. Ya os iré contando.
Tal y como adelanté la semana pasada, el viernes se publicó el nuevo disco de Chelsea Wolfe, al que le he dedicado algunas escuchas y, sinceramente, me ha resultado bastante decepcionante. Todo lo contrario, me ha ocurrido con el disco de Ducks Ltd., que es una de mis grandes sorpresas de lo que llevamos de 2024. Sin embargo, para mi, lo más destacable de esta semana ha sido la dupla que construyen el And Then Nothing Turned Itself Inside-Out de Yo La Tengo y el primer LP homónimo de American Football. He vuelto sobre ellos, por razones un tanto inesperadas, el primero apareció citado en la sección dominical de
y el segundo está relacionado con el anuncio de una mini gira por Madrid y Barcelona. Estos dos, son discos que el año pasado se quedaron en el limbo. Me interesaron, los estuve escuchando pero no les presté la suficiente atención y terminaron despachados con demasiada premura. Aprovechando la excusa, he vuelto sobre ellos esta semana y, sinceramente, he encontrado oro. A pesar de que, en términos de sonido no tienen nada que ver, sí que se encuentran emparentados en la emocionalidad que transmiten. Ambos están marcados por un sentir fuertemente crepuscular, claramente influenciado por el final de siglo, el cierre de etapas y el abandono de la realidad tal y como la conocemos. Tras los excesos y la efervescencia de los 80 y el malestar de los 90, en los albores del S.XIX, emerge la época de los post cosas. Se pierden los referentes, se superan los grandes relatos y entramos en un territorio inexplorado. Cada grupo lo hará a su manera y estos son dos buenos ejemplos de ese transitar, aunque hay muchos más. Se me ocurre el Shape of Punk to Come de Refused, que antecede muchas de los cambios que estaban por llegar o el Relationship of Command de At The Drive-In, tan desquiciado que parece que va a saltar por los aires, como terminó ocurriendo, aunque hay ejemplos a miles. Todos ellos, a su manera, son conscientes de que todo estaba cambiando y nada volvería a ser como antes. Con la perspectiva de los años tenían razón solo a medias, pero hoy dan cuenta de una forma de estar en el mundo de lo más interesante y sobre el que siempre vale la pena volver. A lo largo de este informe, pues, voy a tratar el disco de Chelsea Wolfe, el de Ducks Ltd., el de American Football y el de Yo La Tengo.Como de costumbre, mis discos pueden ser consultados en Bandcamp y la lista completa de lo que he estado escuchando esta semana puede ser consultada aquí. Sin más preámbulos, vamos a comentarlos.
She Reaches Out To She Reaches Out To She (2024) - Chelsea Wolfe
Chelsea Wolfe siempre, o casi, ha ido por caminos inesperados y complejos. Yo tuve la suerte de cruzarme con ella en el año 2017 con la publicación de su excelentísimo Hiss Spun y su deliciosa mezcla de géneros. En este caso una instrumentación fuertemente influenciado por una suerte de metal extremo y un desempeño en la voz más cercano a un folk muy oscuro de corte más actual. De esta forma se construye una atmósfera entre electrónica y durísima, marcada por un fuerte desasosiego que se acompaña tanto en la voz, que por momentos coquetea con lo gutural, como en la instrumentación que resulta certera y bien calibrada. No siempre es una novedad y sus referentes parecen bastante claros, pero no deja de estar inspirado y resultar sorprendente en muchos tramos. En este sentido, quizá el disco en el que mejor condensa su propuesta es Bloodmoon: I que publicó en 2021 con Converge. Un disco altamente recomendable y lleno de elementos sorprendentes.
Cuando supe que iba a publicar un disco nuevo, me emocioné muchísimo. Además, todo esto ocurría en un momento personal en el que me sentía con ganas de volver a escuchar sonidos más duros, tras un 2023 completamente entregado al pop y al garage (con la excepción de mis amados KGLW). Buena prueba de ello, son mi reciente re-enamoramiento con Heavy Rocks (2002) de Boris o el descubrimiento del Ilion de Slift, ambos grandes discos de sludge, o al menos cercanos al sludge. Chelsea, normalmente se mueve en este terreno, quizá más cerca del Doom y con una tendencia más extrema de lo que yo suelo apreciar, pero podemos entendernos. Los adelantos, además, me habían gustado y, en general, tenía muchas expectativas con este disco.
Chelsea, no es de quedarse demasiado tiempo en un mismo lugar y ya anticipaba cierta evolución. Al menos, lo que yo había estado escuchando, ponía de manifiesto cierto cambio de registro. En especial, dejando caer la parte más extrema de su sonido y caminando hacia una emocionalidad igual de oscura, pero con texturas mucho más electrónicas. Esta vía, ya la había explorado en otros discos, siendo algunos de sus ejemplos menos inspirados, por lo que el reto era doble. Por un lado, ser capaz de mantener el nivel de una carrera impecable y, por el otro, demostrar que en su concepción del folk electrónico, había algo que rascar. De esta forma, She Reaches Out… plantea una suerte de trip hop muy oscuro que, si bien presenta una factura vocal impecable, en términos generales es poco interesante y, rápidamente, se torna directamente aburrido. Podría parecer, sobre el papel, que acercarse a unos Portishead más duros y más oscuros era una buena idea, sin embargo, se le nota algo falta de ideas y no muy ubicada en su propia propuesta. Quizá, espero, este álbum representa solo una puerta de entrada a un nuevo universo sonoro en el que, más adelante, vuelva a deleitarnos con su mejor versión. Por ahora, yo me quedaré con sus anteriores discos.
Harm’s Way (2024) - Ducks Ltd.
Ducks Ltd. son un grupo canadiense de pop de guitarras y ya son una de las grandes sorpresas que me ha dejado el 2024. Si hubiese llegado a ellos antes del 2023, quizá me hubiesen parecido un poco aburridos, un poco manidos o, sencillamente, un sonido que me es ajeno. Por suerte, estamos en 2024 y, a pesar de que sigo sin ser el mayor fan de este lado del pop de guitarras, ya he dedicado mucho tiempo a escucharlo y soy capaz de entender lo que Ducks nos proponen. Es más, no solo de entenderlo, también de sentarme a disfrutar de una forma clara y sincera, tanto como este Harm's Way, la experiencia que lo compone.
A nivel de estilo, quizá donde mejor se enmarcan es en el llamado Jangle Pop. No uso esta etiqueta de forma pedante, creo que a día de hoy, limitar el conocimiento al simple uso de etiquetas no aporta demasiado. Más bien al contrario, me interesa como excusa para ahondar en la tradición que reivindican, porque creo que es interesante. El principal valedor de este género son The Smiths, aunque también lo practican otros grandes como R.E.M. A nivel de sonido son fácilmente identificable por esas guitarras tan características, como difícil de describir. Normalmente, se tiende a utilizar el concepto jangly, que tan bien define la cadencia del raca raca de las guitarras, a lo que cabría añadir unas melodías claramente deudoras del pop y unas letras tan crípticas como, tradicionalmente agridulces. Por su parte, a nivel de influencias, parten de la herencia conjunta de la explosión post-punk de finales de los 70, la vocación folk de The Byrds y la eterna influencia de Alex Chilton y sus sempiternos Big Star, siendo este el punto de unión entre la rama norteamericana y la británica. El Jangle, pues, es uno de los grandes sonidos del indie en general y uno de los subgéneros del pop que más se han prodigado a lo largo de las diferentes generaciones, teniendo una tremenda influencia a lo largo de la década de los 80 y los 90, hasta nuestros días. En mayor o menor medida, bandas como Veronica Falls o The Tubs, ambos tratados aquí, guardan una fuerte relación con este sonido y Ducks Ltd. también.
De esta forma, nos plantean un disco en el que el jangle ejerce de columna vertebral y sustenta los diferentes temas del disco. Un esqueleto que a veces se ve más, como ocurre en The Main Thing o Deleted Scenes y otras está más tamizado bajo otros elementos igual de sugerentes, como ocurre con la impecable Hollowed Out o Cathedral City. Siendo la primera parte del disco, de una calidad incontestable. Desgraciadamente, tal y como señalaban en su crítica de este martes en
, a medida que avanza el disco pierde un poco de interés, aunque no llega nunca a hacer aguas. Para mi, ha sido una enorme sorpresa y uno de los discos que desde ya, ocupa la parte media de la tabla.And Then Nothing Turned Itself Inside-Out (2000) - Yo La Tengo
Nunca había escuchado Yo La Tengo, hasta el año pasado. This Stupid World, su disco del año pasado del que ya he hablado aquí en varias ocasiones, fue el primer disco que compré en Bandcamp y el inicio de una bonita relación que se mantiene y se expande. Empecé por el final, salté a I Can Hear The Heart Beating as One, me enamoré de Spec Bebop y ahora he decidido dedicar mis esfuerzos a este And Then Nothing Turned Itself Inside-Out y su mágico cierre: Night Falls on Hoboken. Al margen de los condicionantes de la banda, que no los conozco, y ciñéndome exclusivamente al sonido, se notan algunos elementos característicos que hacen de él una obra tan esquiva como hermosa. Yo La Tengo, son un grupo capaz de componer melodías increíbles, pero no siempre resulta sencillo entender sus discos como un todo y este es, de los que yo he escuchado con más detenimiento, el que me ha resultado más difícil y huidizo.
Su anterior disco, I Can Hear The Heart Beating as One de 1997, se trata de un disco mucho más accesible y, sobre todo, conceptualmente más sencillo de entender. Se presenta, pues, toda una serie de canciones más brillantes, y en cierto sentido convencionales, entre las que destacan temas de la talla de Sugarbabe, Moby Octopad, Damage o Deeper in the Movies, todos grandes temas de guitarras y melodías pop. Sin embargo, pasado el umbral de Autumn Sweater el disco evoluciona hacia posiciones más arties y, de repente, parecen imbuidos de una clara influencia Sonic Youth, pero con una querencia pop que estos no tienen, donde la guitarra de Kaplan brilla y se deja llevar por una emocionalidad alegre y esteta. Para mi, probablemente se trate de uno de los mejores discos que he escuchado en mi vida y todo un referente del periodo musical de los 90.
Sin embargo, para cuando publican este, hace 24 años y 3 después del otro, todo había cambiado. Poco a poco, entramos en un contexto muchísimo más oscuro y el rock que practica Yo La Tengo se enfrenta a un abismo que lo va a cambiar para siempre. Todos estos condicionantes, como era de esperar, se dejan notar en el disco desde la propia concepción del mismo. Tal y como ocurre con todo lo que hace el grupo, las personalidades de Georgia y Ira se sienten fuertes y se traducen en una tensión constante entre el pop delicado y la experimentación en las guitarras. Sin embargo, en esta ocasión, ni el pop es tan delicado, ni la experimentación es tan evidente. Se han dejado muchos de los aspectos estetas y suenan mucho menos a Sonic Youth, de lo que hacen en el anterior, dando pie a unas melodías infinitamente más crepusculares y, sobre todo, que juegan constantemente al escondite. Para esta ocasión, todo el disco tiene un regusto a Lou Reed y a la Velvet Underground del White Light, entretejiendo un camino de ida y vuelta con la No Wave de lo más curiosa. Parece lógico, visto con perspectiva, que se dijesen a sí mismos: si el indie estaba a punto de cambiar, destruyamoslo desde los cimientos, desde su origen.
Con todo, la experiencia se siente claramente Yo La Tengo. Es un disco perfectamente secuenciado, como todos los demás. De esta forma, se genera una cadencia que hace que las canciones se entretejen unas con otras, como si el diálogo que se crea entre el Loaded y el White Light quedase expuesto y al servicio del saber hacer de unos Yo La Tengo infinitamente más inspirados de lo que parece en un primer momento. El disco empieza con la excelente Everyday y, a partir de aquí, discurre en una agradable suite de perfectas canciones pop que sientan las bases del discurso general de todo el conjunto: Our way To Fall, Saturday y Let’s Save Tony Orlando’s House. En la genial Last Days of Disco, encontramos el primer gran interludio, un tema de 6 minutos en la que la tensión que comentaba empieza a aparecer para volver a bajar otro poco la intensidad. Sin embargo, no hay que bajar la guardia, en esta segunda parte, en el momento menos esperado, aparece una de las mejores canciones del disco, la imprescindible You Can Have it All. Tras este momento de efervescencia, poco a poco, se encarrila hacia el cierre, no sin antes regalarnos una última pequeña explosión de electricidad con Cherry Chapstick que, como sucede con Spec Bebop o con Braincapers, viene a anunciar el inexorable final antes de la caída de la noche en Hoboken, que rubrica no solo el final de este disco, también el final de una época y de una forma de entender la música. Quizá es otorgar demasiada entidad a un disco, y en especial a una canción de 17 minutos, pero todo está cargado de una trascendencia única.
American Football (1999) - American Football
La primera vez que escuché este disco, al igual que ocurre con el anterior, me pareció un disco monótono y aburrido. Muchos de los recursos que utiliza, incluso ahora, me parecen algo cutres y no demasiado adecuados. Pienso, sobre todo, en la trompeta, que a veces llega a ser molesta. Sin embargo, leído en su conjunto, todo tiene tanto sentido que se agradece que estén ahí. No solo le dan una ligereza y una calidez única al disco, también funcionan como descompresión para unas canciones tan cargadas de emocionalidad que a veces resulta complicado transitarlas. Si existe un monumento a la angustia adolescente, sin duda es este American Football. En lo personal, lo primero que tuvieron que romper fue mi propia idea de lo que es el Midwest Emo y el Emo, en general. No quiero hacer un análisis de este género, al menos no ahora, porque lo siento demasiado lejano y me falta demasiado conocimiento. Tan solo señalar que, como la mayoría, asociaba la idea del Emo a la música de My Chemical Romance y los Green Day del American Idiot y, a pesar de que no andaba muy desencaminado, me había perdido demasiados matices. Entre ellos, la genialidad que representa American Football, su LP homónimo y toda la tradición Midwest.
Una de las características más importantes del género, pasa por captar de una manera increíblemente fidedigna la angustia, la amarga realidad de estar creciendo, de las que cosas que cambian y vehicular esa nostalgia de una forma desgarradora. Es, por tanto, una propuesta con una carga emocional intensísima y puede resultar, por momentos, arrolladora. Lo que explica que muchas veces genere un fuerte rechazo en determinados círculos, algo alérgicos a las expresiones con una emocionalidad muy marcada y lleve siendo motivo de burla desde sus orígenes, en ese momento de transición que fue 1999. Luego ya, se mezcla con diferentes tradiciones para dar lugar a propuestas musicalmente más completas. Puede ser el punk, como en los ejemplos que hemos citado, pero en este caso la herencia viene de la mano del hardcore y de bandas como Slint, de la que son claros deudores.
En un primer momento, este disco también resulta algo esquivo. Si bien el peso de las letras es parte fundamental del mismo, no son especialmente extensas. Hecho que, en términos generales, hace que no se le preste demasiada atención, al menos en mi caso, que tengo una fuerte tendencia a ignorar las voces. El apartado vocal, por tanto, se queda en un plano algo secundario y es capaz de discurrir de una forma muy orgánica con el devenir del disco. A diferencia de Slint, American Football, se presentan elegantes en este aspecto, abandonando los gritos y el spoken word y haciendo gala de una vocación melódica que sirve de elemento sustentante para la mayoría de la emocionalidad del mismo. Se trata de canciones tristes, porque le cantan a cosas tristes. Este hecho, por otro lado, contrasta de una forma clara con una instrumentación de corte algo fría y aséptica, casi matemática. No es que militen en el math rock, existen mejores ejemplos de esta oposición, pero, por momentos, se le acerca bastante. De esta forma, tenemos una tensión constante entre un torrente de emociones en el plano vocal, claramente enfrentado a una instrumentación que hace de torrentera, al contenerla y encapsularla, al acentuar la presión. Esta tensión, sólo se libera cuando aparecen las trompetas que hacen las veces de catarsis y son capaces de descomprimir sin que ocurra ninguna explosión, dando la sensación de que no ha ocurrido nada. Pero si le prestas atención, es evidente que si. Que esas canciones están llenas de vida y supuran por todas partes. Por su parte, las progresiones y los desarrollos de canciones como Stay Home y Honestly?, para mi lo más destacable del disco, recuerdan en muchos sentidos a las bandas de post rock que durante los siguientes años poblaron la escena. Algo normal, si tenemos en cuenta la raíz común que es Spiderland, aunque las decisiones que toman me resultan mucho más interesantes, en la mayoría de los casos, y son capaces de crear unas texturas que, creo, captan perfectamente la angustia que les atraviesa. A nivel estético, además, es un disco perfectamente ejecutado y con una elegancia tan propia como atractiva.
American Football, es un disco único. Es la llave para miles de cosas que tardaran años en llegar, un esfuerzo de esos que se quedan durante años dando tumbos y luego son influencia de tantas bandas que parece increíble pensar que se circunscribe a un único disco y tres o cuatro conciertos. Años después, tendrán más historia, e incluso llegarán a sacar más discos, pero el mensaje original se encuentra contenido en estas 8 canciones, tan especiales como únicas. Tan significativas, como intensas.