Foto de Charlie Alcaraz en Unsplash
La semana #17 se me ha hecho especialmente corta y especialmente bola. Nunca hay tiempo suficiente para dedicarme a escuchar todo lo que planeo, es cierto, pero esta semana ha sido aún más patente. O al menos, esa es mi percepción. En primer lugar, la necesidad de sentar las bases de mi propio flujo de trabajo y configurar los diferentes elementos que he ido añadiendo en los últimos tiempos, ha resultado muchísimo más demandante de lo que esperaba y eso reduce drásticamente mis sesiones de escucha activa. En segundo lugar, en un ámbito mucho más íntimo, estoy atravesando un momento personal algo extraño. A veces, la vida te lleva por caminos muy inesperados y yo, últimamente, siento que cada paso es una hazaña digna de un cantar de gesta. En algunos momentos me da la sensación de que esto es un poco el sentir de los tiempos. A la hora de escribir esto, por ejemplo, el presidente del gobierno acaba de anunciar que se retira a pensar si continúa o no. La situación de acoso a la que están siendo sometidos él y su familia, desde luego, da para plantearse algunas cosas. No obstante, lo que realmente me interesa del fenómeno es toda la reflexión en torno al lujo de quejarse, de sentirse superado o, incluso, de exigir aquello que consideras que mereces.
Uno de los puntos más interesantes de todo este circo, no nos engañemos todo esto no deja de ser una performance, radica en el cuestionamiento frontal a una forma de entender la vida y un intento un tanto a la desesperada de acercar al PSOE, en su conjunto, a las nuevas generaciones. Más si tenemos en cuenta el contexto electoral de Cataluña. Desde que Iñigo Errejón, con aquellas dos palabras: Salud Mental, pusiese en el centro del debate los problemas de Gen Z, todos los dirigentes de los principales partidos españoles han ido arrimándose a esta cuestión. Cada uno, desde su propia forma de entender el mundo. Sin embargo, Sanchez siempre es más hábil y es capaz de movilizar determinados estados de opinión para utilizarlos a su favor. Con esta jugada, por tanto, ha conseguido tres objetivos que son fundamentales y cuyo logro, probablemente termine reforzando su posición no solo de cara al PSOE, también a la ciudadanía y, en última instancia, frente a la oposición. El primero se ha ganado a una opinión pública, que ve en su presidente a un igual, a un ser humano que sufre y que vela por la salud mental de los suyos. El segundo, ha conseguido retratar a la oposición como los verdugos ejecutores de una persecución desalmada, y todo sin señalar a las instituciones del estado. Sin embargo, lo más significativo de todo, ha rejuvenecido la base ideológica del PSOE y atraído a muchas de las personas más jóvenes del espectro y, a la vez, ha arrinconado a la vieja guardia de su propio partido en uno de sus famosos o conmigo o con ellos.
En este sentido, lo que está impugnando es ese antiguo, y manido, discurso del esfuerzo que la derecha se apropia y que, en realidad, es puro servilismo. Esa idea de aguantar lo que venga, porque eso es lo que hay que hacer y, sobre todo, lo que debe hacer un hombre hecho y derecho. En efecto, el paternalismo de clase, ligado a la edad y a los privilegios, es algo que, a día de hoy, sigue muy presente en todas las capas de la sociedad y se está convirtiendo, elección tras elección, en uno de los principales escollos ideológicos para la permeabilidad del PSOE en las capas más jóvenes. Hasta ahora, no había hecho falta, la generación boomer arrastraba suficientes votos, pero la realidad del triunfo de EH Bildu en Euskadi, ha puesto sobre la mesa el rejuvenecimiento de la base social y eso es algo más que admite muy poca discusión: los viejos se mueren y hay que empezar a introducir nuevas narrativas en el sistema político.
Millennials y Z, tenemos en común, el llamado síndrome del impostor. Ese supuesto mecanismo psicológico mediante el cual nos sentimos indignos de la posición que ocupamos en términos laborales o de responsabilidad. Este fenómeno hunde sus raíces en una idea de la sociedad que es bastante arcaica y muy anclada en un pasado que se percibe como el orden natural, y correcto, de las cosas. Ese paternalismo boomer, que tiende a señalar determinadas cuestiones sociales como caprichos o privilegios cuando, en realidad, se trata únicamente de justicia o, incluso, de tolerancia. Este mecanismo esconde una suerte de conservadurismo banal y bastante violento, incluso en personas que se dicen a sí mismas de izquierdas y, sobre todo, sirve de acicate para el mantenimiento de una estructura social que premia determinados comportamientos serviles y castiga duramente todo tipo de disensión. Seguro que habéis oído hablar del concepto de dictadura de lo políticamente correcto. No es casualidad que aun hoy, a mis 40 años, siga teniendo que escuchar como señores mayores que se dicen de izquierda y se creen con derecho a opinar, me cuestionen mis decisiones vitales y señalen que la culpa de tener una carrera laboral inestable es mía por haber estudiado sociología. Por no haber elegido una carrera con salidas. No señor, el problema no es mio. El problema es tuyo, vuestro, que habéis construido una sociedad a imagen y semejanza de vuestros privilegios. Hay algo muy deleznable en asumir las injusticias como inevitables y no cuestionarse su propia posición en la estructura social. Da la sensación, a veces, que todos y todas tendríamos que ser hombres, blancos, ingenieros y de clase alta para poder desarrollar una vida más o menos cómoda. Que el único camino que se nos permite recorrer es el de la persecución de ese triunfo capitalista. Pues bien, Sanchez, ha decidido romper con esta idea, poniendo un clavo más en el ataúd de lo boomer. Veremos si de verdad lo viejo, termina de morir algun dia.
Total, volviendo a la música, que me voy por las ramas, la biblioteca, esta semana, se ha llenado bastante por encima de mis posibilidades. La primera consecuencia es que no voy a poder comentar todo lo que se ha sumado porque no lo he escuchado todo y, la segunda, es que voy a pasar de puntillas por algunos discos que, la verdad, no revisten demasiado interés.
La lista, pues, queda de la siguiente manera:
#11: High on Fire - Cometh the Storm (2024)
#12: Melvins - Tarantula Heart (2024)
#04: Slift - Ummon (2020)
#13: Dead Meadow - Dead Meadow (2000)
#14: Dead Meadow - Howls From The Hills (2001)
#15: Dead Meadow - Shivering King and Others (2003)
#16: Dead Meadow - Feathers (2005)
#17: English Teacher - This Could Be Texas (2024)
#18: High on Fire - Luminiferous (2015)
#19: Family - Un Soplo en el Corazón (1993)
#20: Neil Young - Chrome Dreams (2023)
#21: Neil Young - Ragged Glory (1990)
#22: Neil Young - Way Down in the Rust Bucket (2021)
Dead Meadow - #13: Dead Meadow (2000), #14: Howls From The Hills (2001), #15: Shivering King and Others (2003), #16: Feathers (2005)
https://www.qobuz.com/es-es/album/feathers-dead-meadow/ehwt05igaqewb
https://www.qobuz.com/es-es/album/shivering-king-and-others-dead-meadow/0744861056621
Dead Meadow fueron noticia esta semana por el fallecimiento de su bajista, Steve Kille. No son una banda que se prodigue demasiado fuera del nicho, siendo uno de los más grandes referentes del Heavy Psych, pero cuentan con el respeto y la admiración tanto del público, como de los compañeros y de la crítica. Yo me crucé con ellos en el 2005, cuando publicaron Feathers. Aunque me dio bastante fuerte con aquel disco, en realidad, nunca me resultó muy sencillo entrar en su propuesta. Es cierto que siempre me ha gustado la música pesada, pero no siempre he entendido la psicodelia de corte garagero. Con la perspectiva de los años, el bagaje de lo aprendido y el interés renovado, opté por volver a escucharlos y comprobar si era capaz de conectar definitivamente con este grupo.
Su primer disco, el homónimo del año 2000, no deja lugar a dudas y nos sitúa en las coordenadas de todo lo que vamos a encontrar en sus siguientes discos. Buenas progresiones, fuertemente influenciados por el rock duro y la psicodelia setentera perfectamente bien entendida, véase despojar a Led Zeppelin de todo lo que les sobra (o añadir a Led Zeppelin el toque de Black Sabbath que necesitan), acompañada de unos riffs potentes y estéticos que le dan mucho empaque a todo el conjunto. Es, en general, un buen artefacto y un referente canónico en su estilo. Es más, yo creo que, de todos sus discos, a pesar de que por el momento se siente algo desequilibrado, es aquí donde mejor suenan y donde todos los elementos brillan con fuerza y todas las decisiones parecen ser acertadisimas. Se trata de un disco fresco y se siente renovador, especialmente en este saber transitar entre lo pesado del stoner y lo ágil de garaje, pero siempre pegado a la psicodelia, que es de lo que se trata.
En relación con el resto de los discos que he ido escuchando, pues es más de lo mismo. Sin despegarse del sonido que plantean desde su primer disco, le van añadiendo capas y sabores a tenor de su propio estado de ánimo o sus propias indagaciones. Para mi es especialmente destacable el Feathers, el segundo que publican para Matador, porque creo que es donde ofrecen su mejor versión a nivel de desempeño, aunque creo que en términos generales se sitúa un punto por debajo de su debut, sigue siendo muy disfrutable. Sin embargo, en general, no siento que hoy tengan cabida en mi biblioteca. Es muy poco probable que vuelva sobre ellos, en el corto plazo y en el largo, como decía Keynes: todos estaremos muertos. No obstante, no me gustaría dejar pasar la oportunidad de invitar a escuchar, al menos, Dead Meadow y Feathers. Creo que son una muy buena manera de entrar en contacto con el sonido de la psicodelia más pesada y sirven de puerta a un territorio que, a lo largo de los años, solo me ha dado satisfacciones.
Neil Young - #20: Chrome Dreams (2023), #22: Way Down in the Rust Bucket (2021), #21: Neil Young - Ragged Glory (1990)
https://www.qobuz.com/es-es/album/ragged-glory-smell-the-horse-neil-young-crazy-horse/sr54k606czdec
https://www.qobuz.com/es-es/album/chrome-dreams-neil-young/jj2mrvh94gzpa
https://www.qobuz.com/es-es/album/way-down-in-the-rust-bucket-neil-young-crazy-horse/ej2xw573kgv1b
Neil Young ha publicado hoy la enésima revisión de su catálogo en forma de regrabaciones de canciones de Ragged Glory. Aprovechando la ocasión, me ha parecido una excusa perfecta para volver a sumergirme en su obra. Aunque he escuchado poco más de lo que se puede entender como canónico, y ni siquiera soy demasiado fan de su parte como solista siempre que me acerco a su obra encuentro algo que vale la pena ser escuchado. En lo personal, la gran mayoría de sus trabajos con los Crazy Horses me parece sublime trabajo y cuanto más eléctrico, más me gusta. El año pasado tuve todo un idilio con el dúo que hacen Zuma y Rust Never Sleeps (Cortez the killer y Powderfinger), pero no seguí hacia delante y, por tanto, nunca llegué a Ragged Glory.
Es habitual que los grandes músicos del indie norteamericano de los 80 y los 90, citen a Neil Young como una referencia. Escuchando la guitarra de Mascis, por ejemplo, no deberíamos albergar demasiadas dudas y Sonic Youth fue de apoyo en la gira de Weld. También es bastante habitual que, cuando se habla de Rust Never Sleeps, se usen expresiones tipo: el primer disco grunge de la historia. A mi, en lo personal, esta afirmación me parece un poco atrevida y sujeta a no pocos matices. Aunque es cierto que, circunscribiendo el grunge mucho más ligado a expresiones hard rockeras (y menos garageras), como es el caso de Pearl Jam, con quienes grabara un disco en 1995, Alice in Chains o los Soundgarden de Superunknown, muy probablemente encierre algo de verdad. En principio, Ragged Glory reemprende este camino y ahonda aún más si cabe en los hallazgos de este momento. No en vano en RYM está catalogado como Grunge.
Ragged Glory es exactamente lo que uno espera que sea. Sabe un poco a Zuma y a Rust Never Sleeps, con ese rock duro de inspiración setentera y ese deje eléctrico que les caracteriza, pero van apareciendo nuevos matices. Young, unos siete pasos por delante de lo que estaba por llegar, es capaz de vislumbrar uno de los muchos futuros posibles y dar forma a una obra que, con lo que se hoy, puedo afirmar que servirá de faro para toda una generación que encontrará en Ragged Glory la justificación necesaria para romper con su propia herencia y refugiarse en una emocionalidad muy cargada, muy presente y muy compleja. Siempre he pensado que la aparición de este tipo de expresiones en los primeros 90, se encontraba ligada a una reflexión sobre la masculinidad y, sin descartar esta posibilidad, la aportación del sonido de Neil Young en Ragged Glory creo que es muy potente y muy necesaria. Aunque personalmente, me ha costado un poco más entrar, me da la sensación de que es un poco menos amable que los otros dos, especialmente en el registro de las voces que me resulta bastante peor que lo que había escuchado hasta el momento, es evidente que estamos frente a otro gran artefacto de Neil Young y Los crazy Horses. Me sigue resultando impresionante la capacidad y la intuición de todos estos músicos y me alegro mucho de haber tenido la oportunidad de subir unos añitos más en su discografía.
En relación con los otros dos, Chrome Dreams y Way Down the Rust Bucket, son dos discos de archivo. El primero corresponde a un disco que nunca llegó a salir como tal y que circulaba en forma de bootleg. En él encontramos algunas de las canciones que compondrán posteriormente el Rust Never Sleeps, junto a otros temas que también son interesantes. El segundo es un directo de la época de Ragged Glory que, la verdad, nos muestra a un Young en pleno resurgir, con una fuerza y un desempeño impecable. Sin embargo no estoy tan familiarizado con su obra de estudio como para extraer todo el jugo de estas dos obras que, por el momento, no se van quedar. Volveré, seguro, más adelante pero en estos momentos prefiero centrarme en Ragged Glory y aprehender las sutilidades que contiene. Ya tendré tiempo de profundizar sobre otras versiones más adelante. Lo mismo con el nuevo Fucking Up que, de momento, voy a ignorar.
#11: High on Fire - Cometh the Storm (2024) + #18: High on Fire - Luminiferous (2015)
High on Fire lo han vuelto a hacer. Cometh the Storm es un disco mayúsculo. Una brutal descarga de Riffs de guitarra, de paisajes fangosos y de pura tralla, repartida a lo largo de sus 58 minutos. Solo rompe esta dinámica su quinta canción: Karanlık Yol que rebaja un poco la brutalidad de todo el conjunto y se entrega a ese aire oriental, entregando una suerte de revisión del anatolian rock en clave Sludge, que planea sobre toda la composición del disco y constituye uno de los mejores momentos de este disco. Para mi, este disco ya es uno de los grandes discos del año y estará próximamente tanto en mi colección de Bandcamp, como en mi colección de discos.
En relación con su obra precedente, a mi juicio, Cometh The Storm se sitúa como uno de sus mejores discos, probablemente el mejor que sacan desde Vermis. Si bien es cierto que, a nivel de sonido, Luminiferous es muy interesante y plantea un pilar importante en la obra de la banda al solidificar su sonido y aportar una fuerte redefinición de su propuesta, a mi me resulta mucho menos apetecible que Cometh the Storm. En general, la apuesta de Matt Pike en Luminiferous abandona muchos de los elementos que más aprecio en su sonido y se acerca demasiado a Motorhead y a su velocidad, hecho que, creo, lo vuelve más vulgar y más simple. Sin embargo, para este Cometh The Storm, las cosas han cambiado un poco y, bebiendo de la misma fuente, son capaces de añadirle una serie de elementos que hacen de él una experiencia hipnótica y potente a partes iguales. Para mi, destaca el aspecto oriental que comentaba antes y que le culmina en ese quinto tema que recuerda mucho al Planet Caravan en Paranoid. Una manera de parar la descarga, y de paso cambiar el tercio, para tomar fuerza y volver a la carga justo después. Aunque no será el único momento en el que dejan entrever las diferentes inspiraciones orientales haciendo de este disco un álbum tan rico como variado. No tengo más que buenas palabras para High on Fire que, una vez más, han entregado un disco a la altura de su leyenda. Tanto si te gusta el metal, como si no, es fácil que encuentres en Cometh una experiencia digna y, probablemente, satisfactoria.
#12: Melvins - Tarantula Heart (2024)
Quien me haya leído con anterioridad sabe de mi amor por la escena de Seattle y, en concreto, por todo lo que rodea a Nirvana y cómo construyen su sonido. En ese contexto tan concreto, brillan dos bandas cuya relevancia será capital. La primera será Mudhoney, de la que he hablado largo y tendido y la segunda son Melvins. Ambas bandas están muy ligadas a la eclosión de la primera escena de Seattle y en concreto en el éxito y posterior estrellato de Nirvana. Dale Crover, batería de Melvins, llegará a grabar unas demos con Nirvana, por ejemplo. Sin embargo, la relevancia de esta banda, a día de hoy, va mucho más allá. Entre otras cosas, están detrás del desarrollo de parte del sonido stoner y de su derivación en el sludge, gracias a las derivaciones que hacen del sonido de Black Sabbath y las mezclas que construyen con el Doom y el Hardcore. No en vano con los autores de Lysol y de Houdini, dos grandes obras maestras del género.
Cuando supe de la publicación de este Tarantula Heart, la verdad, me emocioné bastante. No había escuchado nada que valiese la pena desde aquel lejano A Senile Animal en el 2006, un disco lleno de fuerza, con las ideas muy claras y un concepto bastante bien perfilado que constituye el último gran disco de la banda. Además, los adelantos parecían sugerir que volveríamos a verlos en plena forma, con las ideas claras y, sobre todo, sin demasiadas ganas de autoboicotearse. Pero, al final, no fue el caso. Cabe señalar que Melvins es una banda con la suficiente independencia y las suficientes tablas como para sonar exactamente a lo que quieren, es decir, han sacado el disco que querían sacar y eso es evidente. Además, su ejecución debería estar fuera de toda discusión, suenan perfectamente bien todos juntos.
Sin embargo, tienen una tendencia demasiado marcada a no tomarse nada en serio y, de vez en cuando, esto les juega en contra. A mi juicio, este es el caso. La inexplicable decisión de abrir el disco con un único tema de 20 minutos y continuarlo con 3 temas de 5, lastra el conjunto de una forma demasiado fuerte. A mi, en lo personal, no me suele molestar este tipo de decisiones, me da igual un minuto que veinte porque la canción va evolucionando y, al final solo son convenciones o rituales que pueden perfectamente ser subvertidas. Sin embargo, me cuesta ver una razón lógica en este caso, más allá del hecho de que han querido hacerlo así. De esta forma se compone un tema largo, cuya coherencia interna es bastante deficiente, y otros tres temas desgajados cuyo interés es más bien limitado. A lo largo del disco vas a encontrar lo que esperas que sea un disco de los Melvins. Buenas guitarras, un transitar en el filo del punk y el stoner, es menos duro que A Senile Animal, por ejemplo, y unas ideas que recuerdan al enésimo disco de los Melvins. Ahora bien, para mí, hay muy poco más que encontrar aquí. Es, en efecto, el clásico disco de Melvins, aunque es su mejor disco desde A Senile Animal.
#17: English Teacher - This Could Be Texas (2024)
Me he dejado este disco para el final, porque es una de las grandes sorpresas de la semana y del año. A veces, pocas, te pones un disco y el amor surge a primera escucha. Es lo que me ha ocurrido con este disco de debut de esta banda que se enmarca en la tradición post rock, al más puro estilo Windmill. No he buscado mucha más información sobre ellos, pero los he escuchado mucho a lo largo de esta semana.
En su propuesta encontramos una fuerte pulsión emo. Aunque no son necesariamente herederos de esa escena. En este sentido parece que los ingleses, por razones obvias, no son muy dados a este género. Sin embargo, en sus desarrollos laten las propuestas de los grandes referentes del género. Es bastante obvia la influencia, por ejemplo, de American Football, en especial por la presencia continua de vientos y metales. Aunque, quizá, como ocurría tanto con black midi, como con Squid o Black Country New Road, la verdadera herencia es la de Slint. De nuevo, estamos frente a un grupo que recoge y actualiza la propuesta de Spiderland y se la trae a su terreno, que es bastante diferente al de los otros.
En este sentido, donde los primeros se entregan al post rock y se esmeran en construir temas llenos de abrumadoras capas, sonoridades muy complejas y emocionalmente cargadisimos, English Teacher opta por un camino, en apariencia, mucho más sencillo. Simplificando su sonido, al abrazar una suerte de indie rock deudor de las esencias noventeras, pero sin renunciar a la complejidad emocional del emo y acompañando de una instrumentación tan compleja como ligera, consiguen emprender la senda del medio y presentar una tesis que son diferentes a las de estos grupos y que demuestra que aún hoy queda margen para la innovación en Windmill.
Para mi, la gran mayoría de las decisiones que toma English Teacher en este disco son tan arriesgadas como interesantes. Es de esos discos en los que todo podría haber ido mal y podríamos estar señalando sus múltiples debilidades, que las tiene. Sin embargo, su intuición y su capacidad de sintetizar su mensaje en unas canciones que parecen una cosa y, en el fondo, son otra, son razón suficiente para abrazar este This Could Be Texas como uno de los grandes descubrimientos de este 2024.
Para la semana que viene:
#19: Family - Un Soplo en el Corazón (1993)
https://www.qobuz.com/es-es/album/un-soplo-en-el-corazon-family/q8ihckq8srozb
#04: Slift - Ummon (2020)
#23: Dvne - Voidkind (2024)