#08 Los discos del verano 2023
Un repaso por los discos que han marcado este verano
Foto de Pierre Gui en Unsplash
Ha terminado el verano y con la bajada de las temperaturas y la paulatina vuelta a la normalidad, este espacio se reactiva para dar cobertura a la segunda parte de este fructífero 2023. En lo personal, el verano ha sido largo, abrasador y, por momentos, tedioso pero también lleno de grandes momentos en los que he estado escuchando mucha, y muy buena, música. Aunque menos de lo que me hubiera gustado, he tenido la oportunidad de ocuparme de muchas novedades y de algunos clásicos que me han maravillado. Dado que no he estado haciendo reportes durante este mes y medio y tampoco he seguido una dinámica demasiado regular, vamos a ir un poco a salto de mata comentando aquello que considere que vale la pena. Este reporte, además, será un poco más largo de lo habitual.
A lo largo de esta primera mitad, son muchos los discos que, a mi juicio, merecen una mención especial y sobre los que he ido volviendo una y otra vez. En este momento, en la lista que estoy haciendo en RYM con lo mejor del año, se cuenta un total de 15 discos y sigue subiendo. En primer lugar, encontramos las propuestas más modestas, esos que, no siendo tan redondos, han atraído mi atención. En general, son discos pequeños, de artistas no tan famosos pero con una gran factura. A saber: Pardoner, Life Strike (sobre los que volveré más abajo), Fixtures o Parannoul. La segunda categoría, se nutre de obras con más empaque, de esta forma, Osees, boygenius, The Tubs, Tough Age y Mudhoney plantean discos con un discurso claro y conciso y desempeño general notable. En este tramo, para mi, son especialmente reseñables, por inesperados, los de boygenius y Mudhoney dos discos que no se parecen en nada entre sí pero que desafían a la nostalgia con sorna y saber hacer. El último tramo se conforma de mis preferidos del año: Wednesday, shame, Robert Forster, Yo La Tengo, King Gizzard and The Lizard Wizard y Squid. Para mi, estos seis discos representan el resumen de un año musical increíble y, entre ellos, el O Monolith (Squid) es, por ahora, mi disco del año. Pero no nos adelantemos, aún quedan algunas cosas interesantes por salir y queda espacio para las sorpresas.
Ahora bien, a pesar de las novedades, este verano se ha caracterizado por dedicar mis esfuerzos a la retrospectiva. La falta de novedades, más allá del álbum de Osees, el de Life Strike, el de The Clientele, sumado a la lectura del libro de Azerrad: Nuestro Grupo Podría ser tu Vida, me ha ido llevando por una senda de REdescubrimiento de lo más interesante. A través de la lectura y la escucha atenta de la escena del underground norteamericano he tenido la oportunidad, no sólo de profundizar en carreras tan interesantes como la de Hüsker Dü, Black Flag o Butthole Surfers, también, reconciliarme con la primera parte de la carrera de Sonic Youth y, en especial, con la trayectoria de Dinosaur Jr, que han terminado fascinandome. Aunque, si tengo que destacar algo de este verano ha sido, sin duda, mi inmersión en la obra de Neil Young, al que he dedicado muchísimo tiempo y mucho esfuerzo para llegar a vislumbrar su inmensa influencia. No en vano, hay quien sostiene que el Rust Never Sleeps es el primer disco grunge, a pesar de Keith Richards, que siempre ha reivindicado el Exile en ese puesto.
Como siempre, os dejo mi perfil en Bandcamp, donde he añadido algunos discos a lo largo de este verano, en especial de 2021 aprovechando el BC Friday de agosto, y la lista completa de lo que he estado escuchando durante el verano, que puede ser consultada aquí (es importante señalar que no hay un registro tan sistemático como durante el año y que solo corresponde al periodo de mitad de julio y agosto), a continuación, voy a comentar algunos de los discos.
I Am Not There Anymore (2023) - The Clientele
No había oído hablar de ellos nunca, nunca había reparado en su existencia y jamás me habría acercado a este disco si no fuese por la primera tier de Hipersónica de mitad de agosto. Este es, sin atisbo de duda, un gran disco que hará las delicias de los amantes de un pop un poco más lisérgico y atrevido de lo normal, aunque para mi se queden cortos de ambición. En realidad no son ellos, ellos se marcan un pedazo de disco de pop barroco, probablemente uno de los mejores del año, junto con The National Honor Society. El problema soy yo, que ya no experimento ninguna atracción por este tipo de sonidos.
En efecto, la deriva hacia la nada de la carrera de Belle & Sebastian y el olvido de otros grandes referentes de este tipo de propuestas ha hecho que, paulatinamente, desapareciesen de mi imaginario y, ahora me cueste volver. Eso es un poco lo que experimento al acercarme a The Clientele, una suerte de intento de meterme en un traje que no me viene. La contención, a pesar de que aquí se desmelenan un poco, la estética intimista y el preciosismo barroco, que no deja de ser algo atractivo e interesante, hoy me resulta pomposo y recargado. Además, se trata de un disco larguísimo, 20 canciones, al que le cuesta un poco mantener mi interés a lo largo de todos los temas.
Ahora bien, a pesar de todo esto, tiene momentos que son absolutamente maravillosos. Para mi, destaca especialmente el primer tema: Fables of the Silverlink, de 8 minutos, que condensa en su interior, a la vez, un tratado de lo que puede ser el pop, una declaración de intenciones por parte de The Clientele, que demuestra que ya no están ahí, y todo un alegato a favor de una carrera, la del grupo, que tenía mucho más que ofrecer que sus coetáneos, hoy presa de los arcontes. Con todo, no es un disco sencillo y requiere un poco de esfuerzo por parte del oyente. A mi me pilla con el pie cambiado pero es altamente disfrutable. Para escuchar con calma y relamerse en los recovecos que The Clientele construye con precisión y maestría.
Everybody Knows This Is Nowhere (1969)/Zuma (1975)/Rusts Never Sleeps (1979) - Neil Young and Crazy Horse
Los pongo los tres juntos, porque si no publicaría esto nunca, pero cada uno de ellos merece un tratado propio y profundo. Ahora, mientras escribo estas líneas, no recuerdo porqué decidí entrar en la obra de Neil Young. Tan solo sé que, un día, a mediados de julio, me hice la siguiente pregunta: ¿Por qué Neil Young es tan influyente? Este tipo de preguntas, cuando nos ponemos frente a una carrera como la de Neil Young que abarca casi 6 décadas y está llena de discos, estilos, experimentos y, en general, éxitos, plantean muchas dudas. En efecto, resulta complicado acercarse a tótems como este sin parecer un dominguero, en un parrillero municipal, un martes de julio. Aun así, reuní todos los discos cuyo consenso en RYM es indiscutible y me puse a escuchar.
En un primer momento, como es lógico, opté por Harvest, After the Gold Rush, Tonight 's the Night y On the Beach. Todos ellos, grandes referentes de la música en general. Bien, son discazos, eso es indiscutible. Especialmente el After The Gold Rush y el Tonight’s The Night. Grandes discos de inspiración folk en los que Young deja clara su maestría a la hora de hacer canciones y mezclarlas con aquello que considera oportuno. No en vano, son algunos de los discos más importantes de la historia de la música rock. Sin embargo, a pesar de la innegable trascendencia, en esos discos no estaba encontrando lo que hacía de Young tan influyente y, sobre todo, no encontraba la conexión con el underground ochentero que era lo que andaba buscando, más allá del tono de las letras.
Todo esto cambió cuando escuché, por primera vez, el Everybody Knows this is Nowhere. Vaya obra maestra. Ante mí, se desplegaba una versión primigenia de todo lo que había ido buscando. Estaba todo aquí. Bueno todo no, Black Sabbath, en ese mismo año, estaban inventando la otra parte. Que guitarras, que desarrollos, que arreglos, que crudeza. Es punk, antes del punk, incluso más que Let it Bleed. El punto de partida está claro, los Crazy Horse y Neil Young, empiezan en el folk rock de la época, pero pronto se entregan a construir unos desarrollos y unas guitarras absolutamente maravillosas, alejadas del virtuosismo y muy modernas. Adelanta en más de 10 años las guitarras de Mudhoney, Nirvana o Dinosaur Jr y proyectan una fuerte influencia en todos los grupos de los primeros 80s en USA. Hay muchas más cosas en este disco pero, para mí, esas guitarras, esos dos temas de más de 10 minutos que son Down by The River y Cowgirl in The Sand, son, a pesar del título, un lugar en el que retozar por el resto de mi vida.
Tras esta epifanía, tenía que seguir indagando y así, llegué a Zuma. Este disco es al que, tras el paso del tiempo, más veces he vuelto y el que me resulta más satisfactorio. También creo que es el más claro en su discurso y que él presenta un mayor equilibrio en su planteamiento. Retomando lo aprendido en el Everybody Knows, Neil Young deconstruye el country y el folk para convertirlo en otra cosa en la que caben, de nuevo, unas guitarras y una electricidad que unos minutos antes de darle al play parecía imposible. Temas como Don’t Cry No Tears, Danger bird, Stupid Girl y, sobre todo, Cortez The Killer son razones de sobra para amar este disco. Especialmente esta última que, de nuevo, incide en ese sonido que unos años después será absolutamente hegemónico. Esa intensidad emocional que se vehicula a través de fuertes e intensos pasajes de guitarra marca de la casa, es algo que siempre he adorado y que, ahora lo sé, viene de aquí.
Cerramos la trilogía de los Crazy Horse con el Rust Never Sleeps. Editado en 1979, es el disco que andaba buscando. Largamente considerado como el precursor del grunge, citado como influencia por la gran mayoría de los músicos de la época de los 90, Rust Never Sleep, eleva un par de grados la intensidad ya presente en los otros dos y se presenta como una versión crepuscular e incómoda del Bringing it all back Home de Dylan. De esta forma, al igual que el primero, se encuentra partido en dos mitades, una acústica, en directo, y otra eléctrica, en el estudio. De esta forma, se le añade una especie de oposición interna que expone los diferentes anhelos del propio Young y lo empujan a un universo completamente nuevo. No siendo mi preferido, yo me quedaría con Zuma, es el que emocionalmente me resulta más atractivo y el que creo que presenta un mayor riesgo en el tono. La crudeza de la parte de la grabación en directo, la economía de medios y la aparente sencillez de todo el conjunto, le dan al disco un carácter único y un sonido que los otros dos no tienen.
En este sentido, me parece muy interesante el diálogo que la parte acústica mantiene con el Nebraska de Springsteen, no creo que me equivoque al afirmar la evidente influencia en ese disco. Igual que tampoco creo que me equivoque al señalar la influencia de la parte eléctrica en discos como Bug, Ten, Badmotorfinger o, incluso, Facelift, todos ellos con un gran peso de las guitarras y mantendrán su influencia hasta discos como Farm, publicado en 2009. Baste citar temas como Powderfinger, Trasher, Pocahontas y la dupla: My My, Hey Hey/Hey Hey, My My, para dejar clara la potencia de lo que estamos diciendo.
Bug (1988)/Farm (2009) - Dinosaur Jr
Dinosaur Jr se escribe sin punto. La flema de Mascis es tal, que ni para eso le llega. A él, le da todo igual. Le dan igual sus compañeros, sus discos, el nombre de su banda, el destino del grupo, todo. El pasa de todo y, aun así, es la cabeza pensante de una trayectoria que se extiende a lo largo de una serie de discos que son absolutamente increíbles. Para mí, la mejor guitarra del indie rock norteamericano sin ninguna duda. Su manera de tocar, su calidad, su talento y la capacidad creativa de sus canciones es indiscutible y tan disfrutable que hace que todos los peros queden en un segundo plano.
Estamos frente a un grupo canónico, uno de los grandes nombres del rock que importa. Su carrera se puede dividir en tres etapas fundamentales, la etapa de SST, en los 80, en la que publican sus tres primeros álbumes: Dinosaur, You’re Living all Over Me y Bug, con la banda completa. Mascis, Barlow y Murph. La etapa de las major, en los 90, en la que publican sus cuatro siguientes álbumes: Green Mind, Where You Been. Without a Sound y Hand it Over, con Mascis como eje principal, ya sin Barlow y esporádicamente sin Murph. Y una última etapa inesperada en Jagjaguwar con la banda original reunida de nuevo, en la que publicarán dos de los mejores discos de su carrera: Beyond, Farm y otros tres que no están nada mal: Bet on Sky, Give a Glimpse of What Yer Not y Sweep It Into Space. Las tres etapas son interesantes y tienen grandes canciones. Cualquiera de todos estos discos invita a perderse durante horas, navegar en el imaginario sonoro del siempre inspirado Mascis y habitar durante un rato ese universo plagado de buenos discos, botas negras y camisas de cuadros rotas. Sin embargo, yo siento una especial predilección por el tandem que forman Bug/Farm, prefiriendo un poco más Farm.
Bug, tiene algunas de las mejores canciones de Dinosaur, buen ejemplo de ello es Freak Scene, No Bones, Pond Song o The Post. Grandes temas que filtran toda una serie de influencias que hierven en la mente de estos chicos, aquí aún muy jóvenes. De esta forma, Neil Young colisiona con Black Sabbath, The Stooges, el Hard Rock clásico de los primeros 80 y la prolífica y fresca escena Hardcore, dando nacimiento a un sonido único, adictivo y perfectamente identificable. La principal característica, más allá de lo lánguido de su voz y ese tono constante y diletante que caracterizan sus discos, radica en su saber hacer en los tramos de guitarra. Son una absoluta delicia. Mascis, que cuenta con talento de sobra, consigue reintroducir los solos de guitarra en el lugar más hostil a este tipo de expresiones (los jóvenes de los 80 identificaban los solos con la turra de los grupos mainstream de finales de los 70 y primeros 80 y, por tanto, los aborrecen) y lo hace demostrando que los solos no son patrimonio del hard rock, que el hardcore o el pop pueden utilizarlo y seguir sonando absolutamente deliciosos. Una verdadera gesta que hace de Bug, para mi, uno de los artefactos más destacables de su generación y que servirá de base para la evolución de la escena hacia sonidos más pesados. No es una casualidad que Kurt Cobain le pidiese a Mascis que fuese su guitarrista, el mismo Cobain haría algo parecido con las partes de guitarra construyendo su universo sonoro sobre riffs, algo no tan habitual en la época.
Sin embargo, Bug, arrastra algunos problemas que le restan precisión y potencia. Para mi, el principal es la falta de experiencia y de medios, tenían 22 años, se llevaban a matar, no se hablaban (Barlow abandonará el grupo poco después y no volverá hasta pasados 20 años) y SST contaba con los medios que contaba (Mascis firmará con Sire, filial de Warner Bros para la publicación de Green Mind, el siguiente disco). Todo eso se percibe en este disco en que, por momentos, el bajo y la batería parecen ir por un lado, las guitarras por otro y la voz se va alejando poco a poco del núcleo irradiador del álbum, que llega incluso a diluirse en medio de todo el conjunto. Todo ello, problemas menores para un disco imprescindible, de eso no hay duda, pero que a la larga le restan cierta entidad.
Por esta razón, prefiero escuchar Farm. El diálogo entre estos dos discos funciona de una manera increíble. La magia de Farm, publicado en 2009 y el segundo tras la reunión, es que es capaz de retomar lo que proponen en Bug justo donde lo dejaron y conseguir seguir siendo relevantes 20 años después. Es cierto que en 2023, por momentos, puede sonar a música de viejos (o nuevo rock de padres), pero en general consigue trazar un eje de continuidad con su trayectoria anterior y construir un pequeño universo en el que su versión más dura y directa puede convivir con cosas mucho más modernas y hacerlo mejor de lo que lo hizo nunca antes. Además, lo hacen demostrando que el tiempo no pasa en balde y ellos han mejorado en todo lo que les hacía grandes. La experiencia obtenida a través de toda una vida dedicados a los escenarios, Mascis con sus proyectos y Barlow en Sebadoh (otra banda canónica), les permite dotar al disco de una coherencia y una paz que hace de Farm, igual que ocurría con Bug, un artefacto absolutamente delicioso y disfrutable pero más sosegado y seguro de sí mismo. Esto se destila en todos los elementos que componen el disco y, en especial, en la precisión de los desarrollos de guitarra que, en muchas ocasiones, los prefiero a los originales. Largos, pausados y eléctricos. Podría citar temas como I Want You To Know, Plans o Said The People, para dejar claro que es una obra maestra pero, a mi parecer, se disfruta mejor de principio a fin.
Evol (1986)/Sister (1987) - Sonic Youth
Durante muchos años, consideré, erróneamente, que la trayectoria de la primera época de Sonic Youth era un ejercicio de esnobismo ruidista e innecesario del que había poco que sacar y que no fue hasta mi amadisimo Daydream Nation, cuando se pusieron a hacer cosas serias. Estaba equivocado. En efecto, al igual que ocurre con Dinosaur Jr, a Sonic Youth nunca le ha importado demasiado el purismo indie y no lo dudaron cuando tuvieron la oportunidad de firmar con una major, en su caso Geffen. Quedando, su carrera, dividida en una primera etapa en SST, con Bad Moon Rising, Evol y Sister y otra en Geffen con Goo, Dirty, Washing Machine y el resto, Daydream se queda en medio de ambas etapas y hace de vértice. De esta forma, podemos trazar una trilogía hacia delante, de Daydream a Washing Machine y otra hacia detrás, de Daydream a Bad Moon Rising. La solidez de SY es tal, que podemos encontrar oro en ambas etapas, sin embargo al volver sobre Evol y Sister me he dado cuenta de que son menos estancas de lo que pensaba inicialmente y hay mucha tela en estas primeras etapas. Más en Sister que en Evol, que adolece de ser un disco cargado de ambición e inexperiencia.
Sister, por su parte, representa el verdadero vértice de la carrera de Sonic Youth. En ese disco, a lo largo de sus temas, se despliegan frente al oyente todos los anhelos y la creatividad de este grupo que estará llamado a transformar el mundo de la música, aunque aún no lo sabían. Esto último, es lo que lo hace más grande y más interesante. El disco se construye sobre una base mucho más pulida que en el anterior y aún fuertemente influenciado por el hardcore, pátina que se quitaran para Daydream, pero ya se encaminan hacia lo que todos conoceremos como Sonic Youth. De esta forma, proponen un montón de ideas cuyo desarrollo se irá viendo a lo largo de los siguientes álbumes, pero aún no tienen la experiencia que alcanzaran más adelante (no tanto por edad, que tienen entre 25 y 33 años, como por su falta de conocimiento musical) y siguen intentando encontrar un sonido su sonido tan particular. Es un buen disco, aunque mucho menos amable que otros que harán en su etapa posterior. Si Daydream Nation es la cima de un sonido irrepetible, Sister es el camino inevitable.
Pet Sounds (1966) - The Beach Boys
En un momento dado del verano, decidí indagar sobre este disco. Creo que fue a raíz de un meme que pusieron en el discord de Hipersónica. Dado que siempre había leído sobre él, pero nunca me había parado a escuchar, opté por dedicarle unas escuchas a ver que tal estaba y cuál era mi opinión al respecto.
En lo personal, poco tengo que añadir, que no se haya dicho ya sobre este pilar fundamental del pop, más allá de que es todo cierto y es un disco absolutamente sobrecogedor. Mucho más de lo que en un primer momento esperaba. Si bien es cierto que se escapa un poco de mis filias más queridas, hay lo suficiente como para permitir afirmar que es un disco que merece ser conocido y escuchado. Todo en él, es absolutamente increíble, moderno y adelantado a su tiempo. No olvidemos que es de 1966 y que va delante de otros discos inmensos de aquellos años. En especial, me gusta sentir la fuerte influencia que tiene en el sonido de Love y Big Star, que son dos artistas que le deben mucho a este Pet Sounds.
And Nothing Hurt (2018) - Spiritualized
Me gusta mucho construir diálogos entre las carreras de los artistas que admiro. Muchas veces, entre dos discos, se dan una serie de intercambios, decisiones y contrapesos que hacen que la experiencia de escucharlos sea muchísimo más completa de lo que son por separado. Es lo que ocurre con And Nothing Hurt y Everything Was Beautiful (que además, juntos, forman una cita de Kurt Vonnegut), del que ya he hablado aquí. Mi amor por Spiritualized se despliega más por lo nuevo, que por lo viejo. Experimento una conexión mucho más fuerte con estos dos discos que con la mayoría de la trayectoria anterior. No sabía muy bien porque, hasta que escuché la secuencia completa y, sobre todo, comprendí lo que había detrás de estos dos discos que por momentos, me da la sensación de que me hablan a mi.
En la época previa a la publicación de este disco, Jason Pierce es ingresado en el hospital para tratar su hepatitis con un tratamiento experimental y, a la vez, se da cuenta de que no tiene todos los recursos que necesita para hacer todo lo que tiene pensado con las canciones de este disco. Así que, en un ejercicio de contención y economía de medios, toma la decisión de trabajar las canciones con su portátil, en la habitación del hospital y el resultado es espectacular. Sin que nadie se lo esperara, a veces parece que ni él mismo, imprime en este disco un trocito de él mismo y lo convierte en una obra de esas que parecen pequeñas pero que, poco a poco, van llenandote el alma de música. Ojala, todos los discos que nacen en un contexto de dificultad destilasen ese halo de belleza, saber hacer y ganas de vivir (o redimir).
En este caso, el diálogo con el otro consiste en que el segundo son descartes de este y, en efecto, eran un poco peores. Ojo, un poco peores que el excel absoluto que es And Nothing Hurt. Lo que lo sitúa en un lugar un poco subalterno, pero escucharlos juntos y vislumbrar la vida de Pierce en los 4 años que separan el uno del otro, es una experiencia bella y única. Para mi, fue un crush instantáneo.
Intercepted Message (2023) - Osees
Un día, te levantas y escuchas un disco que se llama Carrion Crawler/The Dream, que tiene una portada horrorosa y una de las mejores canciones que has escuchado en tu vida: The Dream. En ese preciso momento todo cambia. De repente, arrasado por la ansiedad y el músculo de ese temazo de 6 minutos, has descubierto el Garage Rock y el Heavy Psych y ya nada volverá a ser lo mismo porque te vas a pasar el resto de tu vida buscando ESE sonido. Este disco, viene a recordarme aquella epifanía con toda la violencia con la que los Osees me golpearon la primera vez. Al igual que me ocurre con sus congéneres más inmediatos, los KGLW, no me gusta todo lo que hacen, en especial los discos en los que exploran el Krautrock y el Synth Punk, que normalmente me resulta más aburrido, pero cuando me gustan, me gustan mucho. A mi, lo que me apetece es la velocidad y la violencia de las guitarras en llamas. El sentir que el mundo está a punto de acabarse.
Con esto claro, al acercarme a Intercepted, iba con un poco de reparo. Temía que, al final, ganase la vena Synth y tuviese mucho más peso de los sintes que de las guitarras. Los temas de adelanto, además, no me terminaban de quitar mi miedo. Si bien es cierto que Stunner, era una pedazo de canción bien garagera, las otras incidían más de lo que me apetecía en lo sintetico. Con estas dudas me acerqué a Intercepted Message, primero una escucha, bien. Parece que sí, que hay sintes pero que, en general, mantiene el espíritu de sus discos más tremendos. Para cuando llegue a la segunda escucha, las partes con sintes ya me habían conquistado y me estaba convenciendo de que siempre me habían gustado. Al llegar a la tercera, ya me gustaba hasta la portada. Se trata de un disco en el que Osees vuelve a demostrar que son los putos amos. Que son capaces de destruirse, reinventarse y volver a emerger de sus propias cenizas, no ya en el mismo disco, en la misma canción de 2 minutos y medio. Para este ejercicio resulta interesante todo el elenco de juguetes que Dwyer despliega en su eterna búsqueda para reventar los límites de la psicodelia y el garage y seguir sonando a ellos mismos. Poco más tengo que decir de este disco que, para mi, ha sido uno de los mejores refugios de la parte final de este verano, justo con Life Strike.
HEY WHAT (2021) - Low
Mimi Parker, la otra mitad de Low, murió en el año 2022 a consecuencia de un cáncer, un año y un mes después de publicar este álbum y todo él, se encuentra atravesado por ese hecho. La enfermedad, la inevitabilidad de saberse morir y las ganas de vivir, todo se encuentra impreso en las canciones de este álbum que es íntimo, desconcertante y bellísimo. Lo es, además, de una forma poco corriente y muy poco habitual.
El sonido que lo caracteriza, a mitad camino entre el ruido, el ambient, la experimentación industrial, las melodías rotas que no acaban de arrancar y unas voces dulces en definitiva, una pequeña amalgama de dulzura y dolor. Una armonía que funciona, como lo hace la vida misma y que toma forma en los compases de este disco. No se puede decir, por tanto, que se trate de un disco comodo. No lo es. Abraza, sin reservas su parte más puntiaguda, para dejarnos claro que no han venido a hacer concesiones y esto es, precisamente, lo que lo hace más adictivo. Los contrastes que lo componen, lo incómodo y lo bello. La luminosidad de lo oscuro. El sentirse arrasado y feliz. La eterna duda, como comentaban en la review de Hipersónica, de saber si se te han jodido los cascos o no. Cuando lo escucho, muchas veces, me siento culpable de no prestarle toda la atención que merece y tengo tendencia a quedarme quieto escuchando.
Normalmente, huiria de este tipo de discos. Me cuestan un poco los discos incómodos, al menos en esta etapa de mi vida, pero al igual que ocurre con el Ghosteen de Nick Cave, este disco impactó directamente en una parte muy intima de mi mismo y ya no me lo puedo sacar de ahí. No es mi disco favorito de 2021 porque compite con For the First Time de Black Country New Road y el Bright Green Field de Squid, pero podría ser el tercero sin demasiado reparo.
Peak Dystopia (2023) - Life Strike
Maravilloso disco de indie/postpunk/whatever, que viene directamente de Australia, ese lugar en el que sigue existiendo una escena prolífica de esto y que siempre vale la pena pararse a escuchar porque, como es el caso, sorprende y mucho. Life Strike, en su propuesta, moviliza una serie de influencias claramente afincadas en el indie rock estadounidense de los 80, con REM y Replacements como maestros de ceremonia. Un disco fresco, atractivo y seductor para un tema tan oscuro como la Peak Dystopia. Para mi, son especialmente reseñables temas como Whip Around y, en especial, Giving Up The Ghosts, cuya melodía se te inserta en el cerebro y se queda a vivir allí durante días. Por suerte, no es algo molesto.
Un gran disco para despedir este verano, un gran disco para dar la bienvenida a la siguiente distopía en la que nos metamos, un buen disco para esperar el fin del mundo.
Para la semana que viene:
Dejo aquí, unos cuantos discos que escucharé a lo largo de esta semana y que incluiré en el reporte de la semana que viene:
The National Honor Society (2023) - To All the Distance Between Us
Slowdive (2023) - everything is alive
Jeff Rosenstock (2023) - HELLMODE
Pavement (1994) - Crooked Rain, Crooked Rain