#15 Informe de la semana 42
Un recorrido por mi semana a través de los discos que he estado escuchando
Primera semana con el equipo nuevo y ya he configurado casi todo lo que estaba pendiente. En términos generales, el Yamaha suena un poco mejor que el Denon y tiene una mejor gestión del sonido. Ahora me falta hacerme con un previo de phono, que ya compraré más adelante. El mundo del Hi-Fi es carísimo y se cobra por todo, pero sabiendo lo que necesitas se puede ajustar el presupuesto, aunque sea un trabajo muy exigente y requiera altas dosis de estudio. Especialmente, si lo que buscas es un equipo de calidad media, que permita escuchar música a buena calidad y que no requiera un enorme conocimiento o dedicación. Hubo un tiempo en que parecía que este tipo de productos eran rentables y algunas marcas se tiraron a la piscina, especialmente todas las de Sound United: Denon, Marantz, Pioneer y la recién resucitada Onkyo, cada una apuntando a su gama. Sin embargo, todos estos receptores de consumo han resultado ser frágiles, caros y con ciclo de renovación tan corto como agresivo. Yamaha, tiene los RX-V que son muy completos pero parece que los van a retirar, el mio es un RX-V4A así que a ver como de largo es su ciclo de vida. En fin, todo esto para decir que es un mundo desagradecido y exigente, y siempre hay que leer bien todas las especificaciones, negociar y asumir que ninguno va a ser completamente perfecto, a no ser que te gastes +1000€ pero hay cierto margen.
Esta semana, por tanto, ha sido la semana de recuperar las buenas costumbres y he estado escuchando muchas cosas en el estéreo. Muchas cosas que hacía tiempo que no escuchaba y que tenía ganas de recordar. Algunas, las menos, las he ido recogiendo manualmente en lastfm y otras, la mayoria, no. De esta forma, la visión general de la semana se queda un poco coja y nada cercana a la realidad. En primer lugar, aparece In Utero, disco que adquirí en Qobuz como parte de mis pruebas de la aplicación de Yamaha y del que se celebra el 30 aniversario. Es uno de los discos de mi vida, a unos niveles que ni yo mismo soy consciente, así que volveré sobre él de la forma que merece. También he estado escuchando muchas cosas de las que he ido reseñando en informes anteriores, como Aiko el Grupo, Alexanderplatz, Osees, Silver Jews (se cumplió el 25 aniversario del American Water el viernes 20) o Dinosaur Jr, y algunos discos más familiares como son Batiscafo Katiuscas y Els Millors Professors Europeus que no voy a tratar. Merece una mención especial, por interesante y poco conocido, el genial Cante el Cos Elèctric de Gener, el mejor y más redondo de todos los discos de esta desaparecida banda valenciana. Por tanto, esta semana voy a tratar los discos de shame, Wednesday y black midi que estaban pendientes y el Rakshak de Bloodywood.
Como de costumbre, mis discos pueden ser consultados en Bandcamp (hay nuevos, porque he descubierto que King Gizzard regala el PolygondWanaland) y la lista completa de lo que he estado escuchando esta semana puede ser consultada aquí. Sin más preámbulos, vamos a comentarlos.
Food for Worms (2023) - shame
Llegué a shame a mediados de febrero del 2023, atraído por su preciosa portada y por la interesante crítica que le hicieron en
en su semana. El grupo se escribe shame sin mayúscula, como black midi y otros muchos de su generación. Esta decisión, por sí misma, ya es una potente declaración de intenciones. Las mayúsculas se usan para darnos importancia, para aparentar más de lo que somos y shame no lo necesita. Su propuesta es lo suficientemente interesante y están lo bastante seguros de su camino, como para recorrerlo con paso firme y sin titubeos. Estilísticamente, se enmarcan en el surgimiento de la escena Windmill, como Squid, Black Contry, New Road, black midi y otros coetáneos menos inspirados. Casi todo lo que ha surgido de esta escena ha sido de un gusto exquisito, algunos ejemplos notables son el O Monolith de este año o el For the First Time del 2021, pero nunca había reparado en la existencia de shame, ignorando sus dos discos anteriores. Por esta razón, me voy a limitar a tratar este Food for Worms, por ahora.Comentaba probertoj, en su crítica, que shame son especialistas en esconderse y no se me ocurre mejor manera de definirlo. En efecto, este disco es una de esas raras ocasiones en las que un disco empieza pequeñito, sin ganas de golpearte la mente, y termina siendo un tremendo puñetazo en la mesa con un tema absolutamente inesperado y, misteriosamente contundente. Porque si algo son, si algo vamos a encontrar en Food for Worms es contundencia. En todos los sentidos, las canciones, físicas y tocadas con nervio, son contundentes, la intensidad emocional, por momentos desbocada, es contundente, la actitud de shame, en general, es contundente. Food for Worms es pura contundencia elevada a la enésima potencia. Es un disco de esos que hay que elegir, porque en caso contrario va a estar reclamando tu atención todo el rato. Las primeras veces que lo escuché, por cierto, no hice otra cosa y, aun a día de hoy, sigo encontrando pasajes y recovecos absolutamente increíbles. Pienso, por ejemplo, en Six Pack y el ese final apabullante y eléctrico.
A nivel de influencias, shame conjuga todo un imaginario de lo más variado y rico en matices, pasando del post punk que vertebra toda la propuesta, por momentos más pop, más emos, más ruidosos, más guitarreros, más eléctricos, más y más y más hasta ese final que sirve para bajar las revoluciones, que es All The People. De esta manera, el disco se encuentra perfectamente secuenciado para ir jugando con las expectativas del oyente y llevarlo por el imaginario que shame pretende construir. A mi, me gusta especialmente la suite que construyen Alibis, Adderall, Orchid y esa culminación que es The Fall of Paul, con esas marcadas guitarras y ese sonido potente y característico. Este disco, no deja nunca de expandirse y eso es lo que le hace especial y la que, a mi juicio, es su principal bondad. Uno de los firmes candidatos a discos del año y uno, además, que se ha ido ganando el puesto con cada escucha.
Rat Saw God (2023) - Wednesday
De nuevo, no conocía nada de esta banda hasta la llegada de este Rat Saw God y, al igual que con shame, me voy a centrar en este último disco. A nivel de estilo, se enmarcan en la enésima revisión del folk norteamericano que practican otros grupos como es el caso de Big Thief o boygenius, pero,a diferencia de estos, no centra tanto su propuesta en la búsqueda del mismo estándar estético. Si Adrianne Lenker (de Big Thief), sublima su emocionalidad construyendo canciones bonitas y evocadoras y boygenius lo hacen a través de sus letras cargadas de fuerza, Wednesday lo hace construyendo un imaginario que atraviesa el shoegaze, las guitarras desquiciadas y los gritos desgarrados. De esta forma, retoma algunas de las mejores enseñanzas del indie norteamericano de los primeros noventas como son la sinceridad extrema o la vocación de lo simple y la trae, asumiendo todos los riesgos posibles, a un hoy donde, a mi juicio, brillan con luz propia.
Rat Saw God, por tanto, suena a folk pero, según avanzaba, también suena a muchas otras cosas. Otras cosas que a mi, personalmente, me gustaron mucho en su momento aunque ahora ya no los siga: Drive-By Truckers, Band of Horses o My Morning Jacket, especialmente estos últimos y su enorme Z. En el sonido de Wednesday, pues, conviven toda una serie de elementos que como adelantaba al principio, le añaden una serie de capas que me tienen absolutamente conquistado. Me gusta mucho cuando, en un disco, la emocionalidad queda expresada en el devenir de la música y este tiene un desarrollo emocional que me resulta muy cercano y atractivo. Como ya he contado en muchas ocasiones, disfruto cuando las canciones se pierden en ruidos eléctricos, cuando la pulsión emocional se apropia de las canciones y empieza a desbordarse y, de eso, hay de sobra aquí. No siempre es una intensidad tan cargada como en Bull Believer, la verdadera joya de Rat Saw God, un tema de 8 minutos que transita por diferentes escenarios hasta convertirse en un amasijo de ruido, gritos y emocionalidad que estalla de una forma tan hermosa que cuesta un poco recuperarse. En la parte central del disco, los temas se construyen sobre una base indie rock, de corte sureño, como en el caso de Got Shocked, Formula One o Chosen Deserve, cuyo estribillo es uno de los mejores pasajes que he escuchado este año y que, más allá de ese indir sureño, no guardan mucha relación con el sonido de Bull Believer. En la segunda mitad, el disco encara la recta final con Turkey Vultures, un tema que vuelve a subir la intensidad eléctrica y que destaca por romperse en dos mitades y en la que las guitarras se desmelenan construyendo una serie de texturas de lo más interesantes. Le siguen, y cierran el disco, What's So Funny que retoma la parte indie rock y que, creo, es el menos interesante de todos los temas y TV in the Gas Pump, último y necesario tema ya que sirve para bajar las revoluciones y despedirnos de esta pequeña maravilla de disco.
Es altamente recomendable por inesperado y por atrevido a la hora de conjugar influencias y uno de mis firmes candidatos a discos del año. Recomiendo, además este especial que le dedicaron en
para tener un poco más de contexto.Rakshak (2022) - Bloodywood
Mi interés en este disco, y la razón por la que lo traigo, es múltiple. Por un lado, su propuesta es muy interesante a nivel musical. En este sentido, se trata de un disco de nu metal bastante canónico, con sus dosis de gritos, riffs pesados, baterías fuertes, bastante rap y pasajes algo más melódico, pero mezclado con una suerte de influencias de la India y filtrando muchas de las grandes influencias de la segunda mitad de los años 90 y primeros 2000s. En efecto, gustará a casi cualquier chico que, como yo, haya crecido y se haya relacionado con la música en aquellos años, porque por encima de todo, suena a aquellos grupos de la frat culture de Woodstock 99. Para mi gusto, hay mucho más Limp Bizkit que Korn, mucho más Guerrilla Radio que Rage Against the Machine, mucho más Far Beyond Driven que Vulgar Display of Power y mucho más Roots que Chaos A.D de lo que me gustaría y un poco de exceso de Disturbed. En fin, apostaría a que han elegido todos los referentes que me resultan menos interesantes. A excepción de System of a Down, que es una influencia más que evidente, no solo en la mezcla oriental, también en su sonido general. Por otro lado, y esto no es casual, se agradece que no se tomen muy en serio, porque con estos referentes, el disco y toda su propuesta podría hacerse muy pesada, generar un tremendo rechazo o incluso ser cancelable y no es el caso. Son perfectamente conscientes de lo que están haciendo y lo que pretenden conseguir y lo hacen de una forma bastante exitosa.
Por su parte, la música tradicional india, le añade una capa de lo más interesante y, contrariamente a lo que pueda parecer, le da a todo el conjunto un sonido diferencial y bastante atractivo, aunque en lo personal echo de menos un poco más de arrojo y una hibridación un poco más profunda. Siendo este hecho, su principal lastre. Desde mi punto de vista se trata de una hibridación consciente y realizada de forma expresa y eso le quita un poco de interés a todo el ejercicio. No le quita ni un ápice de calidad y sigue siendo un disco bastante defendible, pero no es un disco de nu metal indio.
Aquí cabe, por tanto, una pequeña reflexión sobre la dirección de la hibridación y las implicaciones de las mismas. En un mundo globalizado como el que vivimos, en el que todo suena igual y en el que hay poca variabilidad, es fácil que determinados sonidos resulten atractivos. En este sentido, temas como Zanjeero Se y Machi Bhasad son un soplo de aire fresco. Buenas composiciones, con letras divertidas que se ríen de los referentes del nu metal (Break the camel’s back, frente a Take the Power Back) y que introducen sonoridades indias con una potencia sobradamente interesante. Sin embargo, solo es eso. No hay, tras esto, una voluntad real de encontrar un sonido que sea realmente diferencial y propio. Es Nu Metal con elementos indios.
En este sentido, y evitando caer en una visión excesivamente reduccionista de la realidad, las cosas serían diferentes si la hibridación se hiciese desde lo popular. El uso de los sonidos, la intencionalidad, las motivaciones o la emocionalidad que podríamos encontrar se me antojan mucho más interesantes que lo que encontramos aquí, que parece un producto hecho para occidente. Bloodywood, no parece hacer música desde una óptica india y sí, y mucho, desde una óptica occidental. Ahora bien, lo que sí que se demuestra, una vez más, es que el metal tiene mucho margen para ser mezclado con casi cualquier cosa y que, quizá, en el charco de la hibridación aún podemos encontrar muchas cosas interesantes. Por ahora, la escucha de Rakshak se me antoja un aperitivo divertido y apetecible. En cualquier caso, Raj Against The Machine.
Cavalcade (2021) - black midi
Amo a black midi y amo la parte más experimental y desquiciada de black midi. Este es su segundo disco, y el primero en que abrazan este sonido a caballo entre el avant-garde, su visión particular del jazz y el ruido. Este Cavalcade, no es el que más éxito les ha dado, ese puesto le pertenece a Hellfire pero sí que es, para mi, el mejor disco que han hecho hasta la fecha. En este sentido, quizá empatado con Schlagenheim, cuya sonoridad algo más cercana al math rock es diferente. Al igual que ocurría con shame, forman parte de la escena Windmill, aunque a nivel sonoro se acerquen más a los BCNR del principio con quienes han llegado a formar un grupo cuyo nombre era black midi, New Road. En este sentido, no engañan a nadie, son los dos grupos que más tienen que ver entre si, o tenían antes de que Isaac Wood abandonara el carro de BCNR. Ambos, por tanto, se enraizan en la estela de Slint pero emprenden caminos muy diferenciados y con resultados desiguales. Mientras que los primeros seguirán la senda marcada y la llevarán hasta sus últimas consecuencias en su celebrado Ants From Up There, los segundos se abrirán a la experimentación y el Avant-Garde un poco en la línea de unos Mr. Bungle mucho más autoconscientes y con menos ganas de reírse de sí mismos.
Recuerdo perfectamente la primera vez que escuché John L, recomendado por el algoritmo de Spotify. Es el tema que abre el álbum y uno de los tres singles, destaca por tres elementos que me parecen brutales y que automaticamente me engancharon: la voz hace spoken word, la música es muy experimental, las melodías son muy cambiantes y sorprendentes y, sobre todo, está muy subidito de intensidad, ideal para mi y mis estándares. Me quedé absolutamente maravillado, melodías que se paran, colisionan, se transforman, todo muy rápido, muy fuerte, silencios muy abruptos, accesos de riffs que son ruido, un piano que aparece repentinamente, una absoluta maravilla. Así que, aprovechando que aún tenía Spotify, me puse manos a la obra y escuché el disco entero. Si esto era una muestra de lo que me podía encontrar, quería mucho más.
Cavalcade alterna, entre sus canciones, diferentes experimentos musicales. De esta forma, a la ya comentada John L, hay que sumar Slow, que retoma el experimento con el jazz justo donde lo ha dejado y continúa indagando en esa sonoridad tan particular, ya sin la ansiedad del primero y con una voz un poco menos marcada. Chonodromalacia Patella, también resulta otro experimento, pero aquí hay una presencia mucho más marcada de la herencia post punk que comparte con sus compañeros de Windmill, recordando al sonido de unos Squid un poco (más) subidos a la parra de la experimentación jazz. Diamond Stuff, por su parte, se centra en unas texturas que recuerdan un poco a los estándares del post rock, pero que tiene la suficiente personalidad propia como para emerger como uno de los mejores temas del disco. Todo esto, sin olvidar el tema que cierra el disco, Ascending Forth, un apabullante tema de 9 minutos en el que black midi sienta cátedra y deja claras las líneas maestras de su sonido: pura experimentación y mezclas entre el jazz y el post punk propio de Windmill. Además, entre medias, hay algunos temas, como Marlene Dietrich, o Hogwash and Balderdash, que ayuda a descomprimir un poco la experiencia, bien sea bajando las revoluciones tras John L (MD) o sirviendo de puente entre Dethroned y la última canción del disco (HB).
Cavalcade es un disco que, por momentos, suena descompensado y es bastante ambicioso en su propuesta, dos hecho que le juegan muy en contra. Por momentos, es agotador y exigente, especialmente cuando se engancha en delirios progresivos, pero también es frenético y algo cardiaco. A veces, tras escuchar algunos temas, uno pensaría que va a ser en ese ritmo todo el rato, pero la intensidad está bien medida y el disco está bien construido para que resulte agradable a la escucha. Todo esto, lo harán mejor en Hellfire, a cambio de simplificar su propuesta y rebajar la complejidad de sus composiciones. Es normal que a primera escucha resulte complicado, pero vale la pena insistir. Este es uno de los mejores discos que Windmill nos ha dado, con todos sus aciertos, ingentes, y todos sus errores.
Para la semana que viene:
Weezer (Blue Album) (1994) - Weezer
Coriky (2020) - Coriky
Return (2022) - Deathcrash