#17 Informe de la semana 44
Un recorrido por mi semana a través de los discos que he estado escuchando
Foto de Dane Deaner en Unsplash
Esta semana ha sido poco intensa en novedades. Ha habido, claro. Pero se empieza a notar que nos acercamos al fin de año, que se están cerrando las listas y que, poco a poco, ya va quedando menos por desvelar. Aun así, seguiremos insistiendo porque pueden aparecer sorpresas como Reverend Kristin Michael Hayter o Tomb Mold. Especialmente este último, que no consigo quitarmelo de la cabeza. De cara al fin de año, por cierto, le he estado dando vueltas a una idea que hace tiempo que tengo en mente. Iré dando más detalles a medida que se acerque la fecha pero creo que, sin alejarme de la tradicional lista, no abordaré un “lo mejor del año”. Para eso, seguro que encontrareis mejores que cualquiera que pueda hacer. Yo, por ejemplo, estaré muy pendiente de la que publique
, pero también le echaré un ojo a la de The Quietus o la que haga Fantano en The Needle Drop, por citar dos ejemplos rápidos. Las listas de final de año siempre son un motivo de alegría y una de las mayores diversiones de cualquier aficionado a la música. Os dejo aquí el enlace a la que he confeccionando a lo largo del año en mi perfil de RYM. Además, aprovecho este pequeño desvío para reivindicar la obra de dos bandas, Fixtures y Life Strike, que han anunciado recientemente su disolución. Es una verdadera lástima porque ambas han publicado muy buenos discos este año, con Bobo Integral, y merecían seguir publicando canciones. He dejado los enlaces a sus discos, por si alguien se anima a conocerlos.La lista de discos de esta semana, pues, se encuentra atravesada por esta idea de ir recuperando cosas de principios del año que, por lo que sea, tengo más olvidadas. Es el caso, por ejemplo, de Perennial, de Colored Lights o de The Record. Todos estos, ya los he ido comentando y, sin duda, han marcado mi 2023. También destacan el de Reverend Kristin Michael Hayter, que aparece en primera posición y el de Tomb Mold, en octava, que los adquirí durante el Bandcamp Friday de este mes y el de Alexanderplatz, en tercera, que me tiene absolutamente maravillado. De lo nuevo, el Santería de Priteo y Ochoa y el REDRUM de Ochoa en solitario, son dos discos de Hip Hop publicados este 2023 y que me han resultado muy interesantes y considero que son muy recomendables. Sin embargo, dada mi total ignorancia a este respecto, no los voy a reseñar. No me olvido del A Living Commodity de Egyptian Blue, pero no lo he escuchado lo suficiente y tendremos ocasión de volver sobre él más adelante, si finalmente merece la pena. Por tanto, esta semana voy a ir de clásicos y reseñare el Crazy Rhythms de The Feelies, que aparece en segunda posición, el Ultramega Ok de Soundgarden, en cuarta, y el Cartwheel de Hotline TNT, en sexta. Los que tenemos pendientes, se quedan una semana mes.
Ah! Y que no se me olvide: Feliz cumpleaños para el Discord de
🎉🎉Como de costumbre, mis discos pueden ser consultados en Bandcamp y la lista completa de lo que he estado escuchando esta semana puede ser consultada aquí. Sin más preámbulos, vamos a comentarlos.
Crazy Rhythms (1980) - The Feelies
Aún recuerdo la primera vez que escuché a los Feelies. Fue durante la primera mitad de los 00s y justo, estaba empezando a descubrir la maravilla de escuchar música y conocer sonidos diferentes. A veces perdemos de vista lo complicado que era escuchar según qué cosas en aquellos años. No me refiero a ir y comprar el CD, que me imagino que estaba disponible (aunque podría pasar que no), me refiero a que un disco como Crazy Rhythms llegara a mis manos. La falta de referentes, el desconocimiento de ese mundo, la falta de cultura y mi propia juventud, complicaba mucho la ecuación. Sin embargo, al entrar en la facultad y ver mi mundo ampliado de forma exponencial, sumado a la aparición casi simultánea del mp3, hizo que todo explotara por lo aires. Era normal, en aquellos momentos, tragarte discografias enteras sin ningún contexto y sin ningún criterio. Escuchar discos sin saber de dónde venían o qué significaban, daba igual que se tratase de Reincidentes, de Soungarden, de Korn o de los Feelies, todo eran archivos de bits, y daba igual que ninguno pasara de los 128kbps. De esta forma, como si se tratasen de unos fantasmas, incrustados en esa portada azul y esa foto evocadora, que no pocas veces he confundido con Weezer (documentandome para esta reseña he descubierto que no soy el unico), llegaron los Feelies a mi colección, por prescripción de una persona con la que compartí mucho en un momento dado como un concierto de Redd Kross y otro de Shellac y con la que ahora mismo no tengo casi ninguna relación.
No conozco mucho la trayectoria de la banda, más allá de que tras publicar este disco, entraron en un hiato del que han salido dos veces. La primera, seis años después, publicando The Good Earth, Only Life y Time for a Witness y la segunda, en 2011 con Here Before e In Between que apareció en 2017. Desde entonces, hasta donde yo sé, no han publicado nada más. En relación con Crazy Rhythms, suele ser un referente muchas veces reivindicado por la mayoría de las bandas del espectro que va del pop a ese rock menos corriente aunque no está presente en el canon general de discos. Aun así, Pitchfork les hizo una crítica a la reedición de este y el The Good Earth en el 2009 y le puso un merecidísimo 9.1. Este disco, por sí mismo, representa uno de los grandes pasos adelante de la música de los 80 y todo un baluarte para cualquier amante de las guitarras.
Es uno de esos discos que, si le dejas, puede terminar transformando toda tu relación con la música. A mi, me partió todos mis esquemas, aunque no fui consciente hasta muchísimo tiempo después. Hoy se, por ejemplo, que es una de las razones por la que no termino de entrar en determinados sonidos más rockistas. Aunque es muy exigente y, para tener la visión de conjunto, hay que ser conocedor de las tendencias que más fuerza tenían en la época, porque las toca todas y todas las transforma en su propio crazy rhythms. Yo, de forma regular, vuelvo a él y me maravillo con ese nuevo pedazo de música que acabo de comprender y que antes no entendía o no conocía. Mi descubrimiento de Remain in Light, por ejemplo, me abrió la puerta de la parte final del disco, de la que parece una especie de reflejo. Allí donde Talking Head elige un sonido que tira al funk, los Feelies, lo desmontan en un sonido de guitarras absolutamente increíbles que remiten a su propia reinterpretación de la Velvet Underground.
Los primeros temas del disco, que corresponde a la primera cara del vinilo, presenta un desarrollo un poco más convencional a mitad camino entre el post punk, que en la época era furor y el jangle que iniciaba sus andanzas, aunque siempre con una pulsión guitarrera absolutamente hermosa. Destacan, pues, temas como la increíble y experimental Fa cé-la, cuyas guitarras finales son de lo que yo más destacaría del disco. El siguiente tema, Loveless Love, sigue en la misma línea y presenta unas guitarras apabullantes, en una introducción que dura más de la mitad de una canción, pasado cierto umbral, termina convirtiéndose en un tema de clara influencia post punk. Esta primera cara, se cierra con la que, para mi, es la verdadera joya de este disco: la monumental Forces at work. Un tema que dura 7 minutos, con una introducción que poco a poco va avanzando durante más de tres minutos y que termina estallando, de nuevo, en unas guitarras nerviosas y tensas acompañadas de un coro de voces igual de ansiosos, filtrando una interpretación del punk tan especial como sugerente. Es un tema increíblemente interesante y lleno de recovecos de esos en lo que uno podría quedarse a vivir. A partir de aquí, la segunda cara, parte en una senda inesperada y es donde se aleja de los postulados de los Talking Heads del Fear of Music para presentar sus propias credenciales y marcar el futuro de lo que estará por llegar y que terminará fructificando en bandas como R.E.M o Yo La Tengo de forma inmediata y, en general, en todo el Indie Rock de los ochentas en USA. Su influencia, más diluida que entonces, llega hasta nuestros días en la forma de todas esas bandas que recuperan esos sonidos ansiosos y esa potencia de guitarras tan física y contundente pero que, contra todo pronóstico, siguen siendo pop. Todo el disco, es una pieza única, e irrepetible y uno de los mejores discos que he escuchado en mi vida. Para mí, es una obra maestra incontestable.
El último tema, por cierto, que comparte título con el disco, es una absoluta pasada y una de las canciones más increíbles que he escuchado nunca. Es una progresión de guitarras en las que van transitando todos los caminos que han ido abriendo a lo largo del disco y que funciona como una conclusión perfecta para un disco tan completo. De verdad, de 10.
Ultramega OK (1987) - Soundgarden
Recupero este disco, porque para mí es uno más de los pequeños eslabones que voy enganchando en mi pequeña cadena de conocimiento. Tradicionalmente, nunca he sido muy capaz de soportar a Soundgarden y nunca he entendido muy bien porque se les tiene en tal alta consideración. Su seminal Superunknown se me hacía largo, excesivamente denso y, sobre todo, muy afectado. Esto último, es algo muy achacable a la mayoría de los grupos grunge de la segunda parte de la primera mitad década de los 90s y, de todos ellos, Soundgarden siempre fueron los que menos me interesaban, siendo Alice In Chains mis preferidos del Big Four (al margen de Nirvana). Sin embargo, el otro dia, lei una reseña del Screaming Life, el EP que lanzaron con Sub Pop y Jack Endino en la producción y su sonido, a mitad camino entre el garaje de bandas como MC5 y los Stooges que molan, sumado a un tono lúgubre heredado de los Black Sabbath más blueseros me hizo cambiar, drásticamente, mi opinión sobre ellos y mirarlos con otros ojos. Así, me empapé del sonido del EP que, obviamente, teniendo a Endino en la producción y siendo parte de Sub Pop, remite a los Mudhoney del Superfuzz y, aunque menos, a los Nirvana del Bleach. En este sentido, es fácil plantar una línea entre esta rama del grunge y la del Big Four, siendo Soundgarden, aparentemente, el principal vaso comunicante entre ambos. Yo, siempre voy a preferir las guitarras locas y nerviosas, la potencia física, el sudor y el roce de los pogos que la afectación y Soundgarden, fueron capaces de hacer discos muy potentes antes de mutar en lo que tanto gusta del Superunknown. Reseño Ultramega OK, pero en realidad es un reconocimiento a todo su sonido original que, creo, estaba a un nivel muy alto. Especialmente, en la etapa que finalizará en Badmotorfinger, justo antes de conquistar el mainstream, y que tiene en Louder Than Love su único traspié. No es que Louder sea un mal disco, es que en conjunto no parece funcionar demasiado bien, en este sentido recuerda un poco al caso de Mudhoney con su álbum homónimo.
Ultramega, pues, suena a grunge, siendo uno de los pocos ejemplos en los que he encontrado la definición primigenia que se refiere a esa mezcla entre el garage y el hard rock. La primera parte, la encontramos sobre todo en las guitarras, aún muy físicas y bien cargadas de riffs rápidos y certeros aunque por momentos se frenan en unos meandros en los que parecen querer reivindicar que, en el fondo, son un grupo heavy para, a continuación, volver a dejarse llevar en desarrollos de guitarra que llegan a rozar la psicodelia. Aquí, se empieza a ver un poco más que en Mudhoney o en Nirvana, la pulsión rockera. Soundgarden son un poco menos punk que los otros dos y esta será uno de los rasgos más diferenciales entre las dos ramas del grunge. Aunque, para mi, donde más se observa la vena rockera es en la voz de Chris Cornell que, a veces, parece poseído por el espíritu de los Led Zeppelin, otras por un Ozzy en estado de gracia y otras, las menos, como por una suerte de Iggy Pop, todo a la vez y llegando a pasar de uno a otro, en un mismo tema. Esto es un poco lo que ocurre, por ejemplo, en Beyond the Wheel, en Mood for Trouble o en Circle of Power. Las tres, cada una de ellas, un claro ejemplo de las múltiples facetas de este disco y, en general, un buen resumen de todo lo que estaba por llegar en la forma en la que estalla toda la escena de Seattle.
Ahora bien, a pesar de que a mi me guste muchísimo, están lejos de ser su mejor versión. Creo que los veremos mucho más completos en Badmotorfinger y mucho más certeros en Superunknown. Para mi, lo más destacable es que aún presentan un sonido algo naïve y adolescente, Chris Cornell tiene apenas 22 años, y eso es algo que aprecio mucho. Especialmente porque toman algunas decisiones, a la hora de empacar todo el disco, que pueden parecer un poco cutres y enmascaran deficiencias en otros aspectos, principalmente técnicos, pero que, en realidad, le dan un toque muy sincero a todo el conjunto. Este hecho tiene una enorme importancia y es precisamente lo que me hace conectar con él de una forma tan clara y tan emocional. El discurso de este disco me representa, con todo lo bueno que tiene, que es muchísimo y con todo lo cutre, porque, a veces, las cosas a medio hacer pueden resultar mucho más sugerentes que aquello a lo que se abocan irremediablemente y porque, en el fondo, yo también soy un poco cutre a veces.
Cartwheel (2023) - Hotline TNT
Llegué a este disco, porque en Pitchfork le pusieron un 8,4 y, más adelante supe que se trataba de un disco Shoegaze wannabe. Esto, per se, ya es motivo de sobra para llamar mi atención, así que tenía que saber a qué sonaba y si estaba ante mi nuevo excel vital. Antes de continuar: no, no lo es. El shoegaze, para quien no lo sepa, es un estilo de música nacido en Inglaterra, cuyo origen se remonta a las primeras giras de Sonic Youth por tierras británicas y que tiene entre sus principales valedores grupos como my bloody valentine o Ride. Ya hemos tenido ocasión de hablar de esto, cuando abordamos la crítica del nuevo disco de Slowdive. En lo personal, es un sonido muy característico y muy concreto, que asimilo mucho a un momento vital y personal de mucha confusión, pero también de bastante gozo y, por tanto, siempre estoy dispuesto a volver a retozar con él. Más, si además me invitan a transitar nuevos horizontes, siendo precisamente esto lo que esperaba encontrar aquí. Y, bueno, es un disco de shoegaze pero también de otro montón de cosas.
Si lo comparamos con otros discos más canónicos, en este de Hotline TNT, encontramos una intensa mezcla de estilos. Además de beber del shoegaze, no pueden negar que my bloody valentine es la influencia que vertebra el disco. Las melodías sucias, escondidas detrás de un muro de ruido vibrante que se mueve en conjunto, como una especie de masa que va adoptando su forma a medida que avanza el disco es una marca inconfundible del Loveless y un recurso muy presente en Cartwheel. En este sentido, resulta interesante observar la potencia y la fuerza que adquieren determinados sonidos, especialmente pasados por el tamiz de la nostalgia noventera que, creo, empuja el interés que está despertando. Ahora bien, no hay que quedarse en la superficie, el juego de influencias no se termina aquí y también moviliza otras tan potentes como el Copper Blue de Sugar y, en sus propias palabras, algo de la esencia de The Replacements. Esta mención, en el fondo, nos está diciendo que se mira en algunos de los grandes referentes del power pop y que pretende salir victorioso ahí donde estos no terminaron de encontrar su lugar. Desde luego, no se les puede negar la ambición. En lo personal, no lo consiguen demasiado. Para mi gusto, es una pequeña mezcla de muchas cosas, de esas que gozan de una enorme aceptación, juntas y revueltas. Hoy por hoy, se está reivindicando largo y tendido la figura de Paul Westerberg, llegando a meter una canción en la BSO de Guardianes de la Galaxia y el Loveless fue declarado mejor disco de los 90 por parte de Pitchfork el año pasado. El caso de Copper Blue, es un poco menos habitual, pero también goza de una amplia aceptación.
En las primeras escuchas, entra bien y, por momentos, resulta sorprendente. Personalmente, he disfrutado mucho la parte en la que actualiza el sonido de shoegaze y lo traen a hoy. Las canciones que lo componen, en general, son interesantes y plantean unas texturas sobre las que apetece mucho volver. Yo mismo, lo he escuchado 3 o 4 veces a lo largo del fin de semana. He disfrutado bastante los dos primeros temas: Protocol y I Thought I Will Change que, juntos, hacen un pasaje de unos 7 minutos que te ponen en el humor preciso para abordar el resto del disco. A partir de ese punto, se diluye un poco y, a mi juicio, retoma el interés cuando llega a Son in Law y, sobre todo, Out of Town, el que para mí es el mejor y más interesante de todos los temas que lo componen y tras el cual, ya no hay muchas más diferencias entre un tema u otro. En este sentido, precisamente, es donde creo que el disco pierde algo de interés y se termina diluyendo en una amalgama poco precisa y algo insulsa de ruido porque sí.
Creo, sinceramente, que este disco representa todo aquello que menos disfruto del negocio de la música. Es un disco hecho, precisamente, para gustar y cuyo poso, pretende ser un ensayo sobre la vida de una persona normal, se me antoja demasiado simple e incapaz de soportar un análisis más concienzudo. No es un mal disco, sencillamente, no he encontrado nada en el que me resulte interesante.
Para la semana que viene:
Weezer (Blue Album) (1994) - Weezer
Coriky (2020) - Coriky
Dust (1996) - Screaming Trees
No Pocky for Kitty (1991) - Superchunk