Un Reproductor para librarse de las tinieblas
Como una Raspberry Pi, me ha permitido librarme de las limitaciones de los protocolos de conexión
Cerré el post anterior haciendo referencia a la puesta a punto de un futuro proyecto, con una Raspberry Pi y Volumio. La idea que subyace detrás de este proyecto, al igual que con el servidor del anterior, es la de romper las limitaciones que las grandes corporaciones del entretenimiento imponen. De nuevo, no se puede entender, sin tener claro que el objetivo último de todo este ejercicio es subvertir el actual sistema de protocolos de conexión y conseguir que todos los dispositivos que tengo en casa sean interoperables entre si y pueda utilizarlos para lo que yo quiera y como yo quiera.
Quienes tenemos un ecosistema basado en diferentes dispositivos, de diferentes marcas, en casa, sabemos que muchas veces hay limitaciones e incompatibilidades difíciles de entender, como que Google Home nos permita controlar el dispositivo pero no usar chromecast para hacer stream, o que no podamos escuchar Roon en lossless a pesar de disponer de Airplay y de un dispositivo, en principio, con sello Roon Tested. Sin embargo, el más molesto de todos ellos es depender de aplicaciones acompañantes, como MusicCast, para gestionar y controlar funciones que son imprescindibles. Este factor, como es lógico imaginar, supone una tremenda merma de versatilidad, al heredar muchas de sus características como, por ejemplo, la falta de reproducción gapless, carencia de compatibilidad entre plataformas, potencialidad del hardware limitada expresamente por parte del fabricante o la obligación de usar protocolos antiguos y ya con muy poco soporte, como es DLNA.
De esta forma, la experiencia se termina convirtiendo en una suerte de excel en la que tienes que ir comparando opciones. Si uso Airplay en Android, no puedo usar lossless. Si uso PLEX, puedo hacer stream en DLNA, pero pierdo calidad de sonido y funciones de reproducción. Si uso Subsonic o Navidrome, dependo de BubbleUpNp o Symfonium, que es absolutamente inoperante, para castear. No puedo usar Chromecast pero, si le conecto uno, entonces tengo lossless pero me obliga a tener la tele encendida, o apagarla cada vez. Siempre, lo que se gana por un lado, se pierde por el otro, sin que exista ninguna opción aceptable o medianamente satisfactoria. Bueno si, comprar un iPhone, cosa que no pienso hacer, o suscribirse a Spotify, sin opción Hi-Res, Qobuz o Tidal (hay que saber que estos hacen stream vía UpNp). Porque, no nos engañemos, todos estos problemas son, precisamente, para empujarnos a pasar por caja y forzarnos a comprar más dispositivos para tener la experiencia un poco más completa, aunque nunca satisfactoria.
Pues bien, existen alternativas y se puede escapar de todo esto, sin necesidad de gastarse una millonada, sin necesidad de comprometerse con un único ecosistema, obteniendo una profunda interoperabilidad y, siempre, teniendo el control de cuanto ocurre en nuestras casas. En la ultima guía, expliqué como escapar de Spotify, el capitalismo de plataforma y el internet centralizado, de una forma asequible y sencilla gracias al establecimiento de un servidor personal en la que almacenar la música y hacer stream. Hoy, vamos a dar un paso más y voy a explicar como crear un dispositivo de stream capaz de integrar todos y cada uno de los dispositivos de nuestro hogar, puenteando las limitaciones que las diferentes empresas imponen, dejando atrás todas las incomodidades heredadas y las aplicaciones compañeras interpuestas.
Para conseguir esto, hay muchísimas opciones. Antes de continuar, quiero aclarar que me refiero a maneras de conseguir que se escuche la música a la calidad que tienen los archivos. Es decir, a calidad CD o FLAC de 16bits/44.1Mhz mínimo. En caso contrario, una suscripción a Spotify, o un mp3 de 128kbps con los altavoces del móvil, cumple de sobra. Dicho esto, en general, las opciones más simples van desde descargar la música en un pendrive y meterla en el amplificador, o donde sea que queramos utilizar para escuchar, hasta utilizar las aplicaciones de PLEX en la tele y sacar la señal por la salida HDMI. No obstante, lo que yo pretendo es ir un poco más allá e integrar el servidor, el amplificador, los diferentes ordenadores, móviles y demás, todos, en el mismo flujo de trabajo, en la máxima calidad posible, con todas las funcionalidades y las opciones de calidad de vida y, además, evitar estar gestionando varias bibliotecas de forma simultanea. Parece imposible ¿verdad? Pues se puede hacer y, a lo largo de esta Segunda Guía Tinkernet para escapar de las grandes corporaciones, lo vamos a demostrar.
Para ello, vamos a necesitar una Raspberry Pi, un sistema operativo que gestione la reproducción, una profunda comprensión de como funcionan los metadatos y un dispositivo al que conectarlo todo. A lo largo de la guía, voy a ir detallando algunos aspectos y opciones con la intención de dar una idea de las potencialidades de todo esto, pero es imprescindible que entendamos que las opciones son infinitas y cada uno de nosotros y nosotras tenemos que saber cuales son nuestras necesidades. Hay un setup, para cada necesidades, por rara y especifica que sea.
Comprendiendo el hardware: La potencialidad de la Raspberry Pi
Tal y como comentaba, la parte más importante de todo este proyecto pasa por hacerse con una Raspberry Pi. Hace muchos años que andaba tras una excusa para trastear con una de estas placas y nunca la había encontrado. Al menos, no una que justificase todo el desembolso en tiempo y dinero, hasta que descubrí que podía usarla de jukebox o dispositivo de stream o ambas a la vez. Este tipo de aparatos está adquiriendo mucha presencia estos días y hay de muchas gamas, calidades, precios y ecosistemas. Aunque, en general, todos hacen lo mismo: se conectan a un aparato que pueda reproducir música, normalmente un amplificador (pero podría ser también una barra de sonido), se conectan a internet, seleccionamos lo que queremos escuchar y lo reproducen. Sin más. Para ello, hacen gala de diferentes interfaces de conexión, diferentes protocolos y diferentes fuentes. Como siempre, cuanto más caro, más opciones, más vida útil, mejores materiales y mejores chips. Los hay que son una verdadera maravilla, como los Cambridge Audio, aunque, en general, la mayoría de amplificadores y AVRs actuales llevan integrado este tipo de servicios con más o menos opciones y con calidades muy diversas. Casi siempre, la elección se reduce a gastarnos mucho dinero en uno que reúna todas nuestras necesidades y aun así estar limitado a los acuerdos que tenga esa marca, o bien aceptar que hay toda una serie de cosas que, sencillamente, no se pueden hacer. Pues bien, aquí es donde entra en juego la Pi, permitiéndonos disfrutar de una calidad de sonido bastante sorprendente, especialmente en relación con los precios que cuesta, y, a la vez, permitiendo recurrir a una innumerable gama de protocolos de conexión, saltándonos las limitaciones comerciales de las diferentes empresas implicadas e ir actualizándolo, en el tiempo, mejorando sus componentes y añadiendo más y mejores prestaciones, además, qué narices, se basa en el uso de software libre.
Pero vamos por partes, el primer paso, y quizá el más complicado, es hacerse con el hardware. En España, en general, todo lo relacionado con Raspberry, es complicado, incomodo y bastante caro o, al menos, esa ha sido mi experiencia. Antes de tomar la decisión de comprar una, como suelo hacer, estuve mirando opciones en Wallapop (y en otros mercados de segunda mano). Es una manera muy rápida de hacerse una idea de lo que hay, de establecer horquillas de referencia y presupuestar el proyecto. Sin embargo, aunque sea útil para hacer prospección, no recomiendo para nada esta vía. Los precios que se manejan son un poco abusivos y están bastante fuera de mercado. Oficialmente, es decir, resellers aprobados por la fundación Raspberry, en España, hasta donde yo he podido saber, existen dos tiendas: tiendatec, cuyo servicio es excelente y tiene los mejores precios, y Kubii, que no he probado y considero que hay cosas que están bien de precio y otras no tanto, además de, como es lógico, Aliexpress y Amazon. Yo compré la mía, una Pi 5 de 8gb (muy por encima de lo que necesitaba para este proyecto), en Aliexpress y gracias a una serie de catastróficas desdichas que decidí convertir en una oportunidad. Todo lo demás, porque la Pi solo es una placa y hay que ir comprándole todos los accesorios, lo he ido comprando en tiendatec. Al final del epígrafe hago un detalle sobre este extremo.
Por tanto, la base de todo esto va a ser seleccionar la Pi que vamos a utilizar. Como ya he señalado, yo uso una Pi5, el ultimo modelo, con 8gb de RAM, que es el modelo más potente de Raspberry. Sin embargo, probablemente una Pi 4 de 4gb, o cualquiera que admita el uso de HATs de 40 pines (elementos que se le añaden a la Pi a través de la interfaz GPIO), debería servir. Yo, con vistas a futuro, opté por el tope de gama dado que la diferencia de precio no era tanta y, en términos de versatilidad, me resultaba rentable. Aquí, en este punto, que cada uno tome los riesgos que considere pero yo no iría a menos de 1 o 2 gigas de RAM, lo que reduce el espectro a, mínimo, una Pi 3 de 2018. Seguro que el software funciona, pero tienes el fin de su vida útil mucho más cerca. En cualquier caso, sea cual sea la placa que decidamos, es crucial que tenga la interfaz GPIO de 40 pines, como hemos señalado antes, dado que es el conector que usan la mayoría de los DACs para Pi. Existen otras interfaces, claro, y otras placas de desarrollo, como Arduino, Pi Zero, Pico u Orange Pi pero no tiene demasiado sentido complicarse más la vida.
Una vez elegida la placa, evidentemente, lo siguiente es el DAC o Digital to Analog Converter que vamos a utilizar. La importancia de este dispositivo es crucial, es quien va a procesar toda la música y el encargado de darnos la máxima calidad de la señal de la que sea capaz el setup. Con estas placas, como siempre, se aplica la regla estándar: a más dinero paguemos, mejores silicios, mejores chips y mejor calidad de sonido. No obstante, no siempre funciona de esta manera y hay algunas cuestiones básicas que hay que tener claras. Como es lógico imaginar, la cantidad de situaciones, necesidades, calidades y circunstancias que rodean a este tipo de circuitos es inmensa y hay una respuesta para casi todo. Por tanto, en un intento de síntesis voy a presentar los aspectos que, a mi juicio, más y mejor determinan esta decisión y son: la elección de la marca de nuestro DAC y el chip que lleve integrado.
En relación con las marcas, en un primer momento, es mejor evitar los clones chinos que circulan por Aliexpress. Algunos ejemplos notables son los Innomaker o Nvarcher, que pueden llegar a montar chips de Sabre y cuyas prestaciones en relación calidad-precio suelen ser inmejorables pero no tienen asegurado el soporte por parte de los diferentes sistemas operativos y, por tanto, terminar siendo inutilizables para un usuario de conocimientos medios como es mi caso al no tener acceso a los controladores. Por eso, mi consejo es optar por placas que sabemos que tienen soporte para la mayoría de OS, y no tanto porque no vayan a cumplir lo que dicen, la mayoría lo hacen y cumplen de sobra con las expectativas. Es fácil encontrar las listas de compatibilidad, son publicas y accesibles con una simple búsqueda en google. No obstante, las principales marcas compatibles y las que gozan de un soporte más universal son: HiFiBerry, IQaudio(que es forma parte de la fundación Raspberry), Allo, Audiophonic o IanCanada. La elección, la mayoría de las veces, va a depender del equilibrio entre prestaciones-precio-disponibilidad. Pero, por plantear una prelación que ayuda a jerarquizar, el orden seria algo así: Allo > Audiophonic = IanCanada > HiFiBerry > iQaudio. En España es complicado adquirir muchas de estas y cualquier opción implica unos precios un tanto desproporcionados. Por ejemplo, HiFiberry envía desde Suiza, Audiophonics tiene sede en Francia e IanCanada está en Canadá, aunque vende a través de Audiophonic. Todo esto, obviamente, implica una serie de incomodidades, altísimos precios y envíos larguísimos. Por suerte, los IQaudio, que en términos de calidad son asombrosamente competentes y sirven perfectamente como DAC de entrada, se pueden adquirir a buen precio en Tiendatec. Es más, el desempeño del iQaudio DAC+ o el iQaudio DAC Pro, hace que sea muy difícil justificar todos los problemas que entraña la adquisición de otros DACs de entrada de las marcas comentadas. En cualquier caso, la oferta está ahí. Las opciones, son infinitas y existe una placa para cualquier necesidad. Algunos ejemplos, por dar una idea general del abanico al que nos enfrentamos, pueden ser: queremos que se conecte a nuestro amplificador, lo que implica que no necesitamos que lleve amplificación pero necesitamos que tenga salidas RCA, una salida balanceada, coaxial, toslink o cualquier otra interfaz de conexión, o queremos que sirva de estéreo y, en este caso, si que vamos a necesitar que tenga amplificación y salida directa a los altavoces o a nuestra barra de sonido, o cualquier otra configuración que se nos ocurra. El limite, como se suele decir, solo está en nuestra imaginación. Además, en última instancia, esto no es un dispositivo de Apple, si más adelante queremos mejorar sus prestaciones, cambiar el funcionamiento principal, o que se adapte a nuevas realidades, solo tenemos que comprar otro DAC y listo.
Ahora bien: ¿Cómo elegir un entre un DAC u otro? Personalmente, yo opté por el que me era más fácil comprar y tenia las prestaciones más convincentes, pero voy a intentar plantear ciertos criterios que ayuden a la hora de elegir. La mayoría de marcas, especialmente en las gamas medias y bajas, montan chips Burr Brown. Los receptores AV y los streamers de calidades medias y bajas, también suelen llevar de estos. Por ejemplo mi Yamaha lleva monta un PCM 5101A y la mayoría de los Marantz más recientes llevan el PCM 5102A, que están especialmente diseñados para la reproducción multicanal, véase DD+ y DTS. En cualquier caso, la clave para poder entender las diferencias entre todo esta miríada de números, letras mayúsculas y siglas es fijarse en la calidad máxima que cada chip es capaz de sacar. Por ejemplo, el PCM5122, el más común, es capaz de reproducir hasta 24bits y 192khz y tiene 112db SNR, y -93db THD, lo que ya son variables de calidad audiofila y más que suficiente, en la mayoría de casos. Este chip es el que llevan la mayoría de HiFiBerry, el iQaudio DAC+ y los Allo y Audiophonic de entrada y sus precios, sin contar impuestos añadidos y envíos, rondan los 25-30€, aunque pueden llegar a los 100€, dependiendo de la calidad de la circuitería. Las diferencias de precio las tenemos en las divergencias en la calidad de los materiales y el diseño de los circuitos, además de otros chips añadidos que pueden ayudar a mejorar la experiencia global. No hay que perder de vista que la calidad global de los DAC no depende exclusivamente del chip que utilizan, pero, sea como sea, ese 24/192 siempre va a ser nuestro tope de calidad que podemos esperar. Además del PCM 5122, podemos encontrar otros, como el PCM5242, que es el lleva el iQaudio DAC Pro, cuya principal característica es que tiene unos valores un poco mejores: 114db SNR, y -94db THD, dando un rango de calidad un poco mayor. Personalmente, dudo mucho que en un setup medio se aprecie diferencia alguna y, probablemente, el que consigamos comprar sea perfecto y asegure una experiencia más que satisfactoria. Los valores que he comparado arriba son la Relación Señal-Ruido o SNR, que implica que cuanto más alta mejor, y la Distorsión Armónica Total, o THD, que es mejor cuanto más baja es. Indican, a grandes rasgos, la claridad que va a tener la señal.
La siguiente gama de chips, por plantear una vía de mejora, es la que constituyen los Sabre que se identifican como ESS. Aquí, de nuevo, hay muchas gamas, pero lo normal es encontrarse con el ES9028/38. Es el que, por ejemplo, llevan los Cambridge Audio de los que hablaba al principio y, también, muchas de las placas chinas, así como los Allo más altos de gama y, sobre todo los Audiophonic. El salto de calidad, tanto en sonido, como en precio, es notable y, directamente, pasamos al rango de los 100-150€ a cambio de soportar la reproducción nativa de DSD (los PCM no lo soportan, pero MPD puede procesarlos mediante codificación al valor máximo de calidad que soporta el DAC). Además, existen muchas más marcas y muchos más chips, y muchas más calidades. Por ejemplo los AKM que solían montar los receptores del grupo Denon.
En cualquier caso, recomiendo comparar las diferentes opciones, utilizando este esquema y fijándonos en la relación entre calidad máxima soportada-formatos decodificados-Claridad de la señal-precio-disponibilidad y no perder de vista las capacidades del equipo que disponemos. No siempre lo mejor, lo más caro o lo más capaz es lo perfecto para nuestras necesidades y un chip demasiado potente, podría no aportar nada o constituir un cuello de botella. Por ejemplo, es imprescindible que el amplificador que usemos tenga reproducción directa, en caso contrario, estaríamos procesando la señal de sonido dos veces y supeditariamos la señal de un DAC (presumiblemente mejor) al otro (presumiblemente peor).
Con todo esto en mente, antes de comprar una placa, es aconsejable planear bien las prestaciones que esperamos obtener y el ecosistema en el que queremos insertarlo. Yo, por ejemplo, necesitaba un DAC que tuviese conectores RCA para conectarlo a mi amplificador y que me diese una calidad máxima igual o superior a lo que ya tenía y es, exactamente, lo que he conseguido. Gracias a todo este proyecto, tengo un dispositivo que me sirve de streamer, que me integra la biblioteca que ya tenia en mi servidor personal y que tiene una mejor calidad de reproducción estéreo que el chip que estaba utilizando hasta la fecha. Tan solo, he tenido que sacrificar la reproducción nativa de DSD, que es el futuro de la alta fidelidad. No obstante, dada la modularidad de todo el proyecto, más adelante, me haré con un DAC que lo reproduzca. Por ahora, con los 24bits y los 384Khz, voy verdaderamente sobrado, tan solo tengo un álbum que supere este umbral y lo he adquirido adrede para probar los limites de la Pi. Por establecer alguna referencia, en términos de calidad y prestaciones, mi Pi es comparable a cualquier DAC externo o stream de la gama de los 200-300€ y no es que me haya costado poco más de la mitad (me podría haber costado menos si hubiese pillado la Pi de 4gb), es que es capaz de hacer muchas más cosas, se adapta mejor a mis necesidades y, además, no depende de las limitaciones de ninguna empresa y es modular y, por tanto, goza de una mayor vida útil.
Todo el hardware que he adquirido se compone de:
Raspberry Pi 5 de 8 gb
IQaudio DAC Pro: (el que monta el PCM 5242) está disponible a 38€, gastos de envío incluidos, en Tiendatec. No descarto, en un futuro, cambiarlo por un Audiophonic o HiFiBerry, pero no será pronto.
Caja KKSB Case que es compatible con este DAC y tiene un factor de forma estético, atractivo y discreto.
Pi Active Cooler: La refrigeración no es estrictamente necesaria, pero es una seguridad que no nunca sobra. Especialmente si pretendes tenerlo encendido siempre.
Fuente de alimentación oficial de Pi 5.
El Software: Un OS para gobernarlos a todos
Como adelantaba al principio, la justificación de todo este proyecto pasaba por subvertir las diferentes limitaciones y restricciones que tienen los sistemas propietarios e intentar sacar el máximo rendimiento a nuestros dispositivos. Personalmente, me molesta muchísimo adquirir dispositivos cuya potencia se encuentra limitada por parte de la empresa que me los vende. Bien sea porque no terminan de desarrollar todo lo que dicen, porque introducen limitaciones dentro del hardware o el software, incrementan la obsolescencia o me ofrecen funcionalidades premium, de pago. Una de las maneras más flagrantes de hacerte pasar por el aro es, por ejemplo, la obligación de utilizar aplicaciones acompañantes para el uso de funciones fundamentales y que en el mejor de los casos, son muy deficientes, por ejemplo, MusicCast, lo que limita sus capacidades de una forma drástica y convierte la experiencia de usar tu biblioteca personal en un infierno de incomodidades, a todas luces intolerable para un dispositivo que cuesta más de 400€. Hay quien me dirá que, al menos, se puede utilizar y tendrá razón, pero todas estas particularidades se solucionarían si pagase la suscripción a Spotify o Tidal, lo que me hace pensar que, en realidad, solo es dejadez y podría tener una experiencia muchísimo mejor. Da mucha rabia gastarse cientos de euros en un dispositivo potente y capaz y no poder usar su potencialidad y su versatilidad por culpa de una serie de limitaciones elegidas. Por no mencionar el más que probable abandono de la aplicación, la eventual perdida de funciones y, en ultima instancia, la dependencia de un hardware muy caro y un software excesivamente limitado.
La Pi, obviamente, viene a solucionar muchos de estos problemas. Pero ¿Como? Gracias al uso de un sistema operativo especialmente diseñado para ello. Existen muchísimos, casi más que chips y DACs, pero vamos a centrarnos en uno: MoOde Audio, que es el que yo utilizo. En un primer momento pensaba utilizar Volumio, porque tiene integración para Bandcamp y, sobre todo, Navidrome, que en aquel momento pretendía que se convirtiese en mi servidor principal pero al final cambié de idea y me decanté por MoOde. Las razones son varias, pero las dos principales fueron la existencia de un tier de pago de 5,85€/mes y la integración de Plexamp en Moode, que ha terminado convirtiendo a PLEX en el único servidor que utilizo a día de hoy y que, además, integro en todos los dispositivos de mi casa. Para quien no lo sepa, MoOde es un software completamente libre y gratuito, desarrollado Tim Curtis y que cuenta con la ayuda de otros contribuidores que hacen el software entre todos. Es habitual, plantear dudas en su foro y que sea él mismo quien te ayude a solucionar tus problemas. La experiencia, sinceramente, es inmejorable. No obstante, como en todo lo relacionado con el mundo DiY, existen muchos otros software para hacer lo mismo como podrían ser PiCoreAudio, RuneAudio (que parece muerto), o Mopidy y en el tier de los de pago Volumio, Audirvana o Roon (este ultimo se puede instalar de plugin en MoOde)
En general, la mayoría de estos reproductores utilizan un software muy parecido y se basan en MPD o Music Player Daemon. Yo mismo, me he llevado una sorpresa al ver lo integrado que está en en casi todo, siendo, por ejemplo, la base sobre la que se construye Hiby OS. En cualquier caso no es el que usan todos los que he citado, por ejemplo PiCoreAudio mueve Lyrion Music Server. La principal característica de MPD es que es es server side. Es decir, la música se ejecuta siempre en el servidor y siempre con los parámetros, las capacidades y las limitaciones de este. Por eso, es crucial el papel que juega el DAC, los conectores y el dispositivo al que se conecte la Raspberry Pi. Todo el setup está pensado para reproducir la música, como si fuese un DAP (Digital Audio Player) que nos muestra la biblioteca y envía la señal a los diferentes dispositivos conectados. Existen, generalmente, tres canales, el de RCA, la salida HTTP y el Bluetooth, pero la música que suene será siempre la misma. Los primeros pasos suelen ser un poco confusos y algo frustrantes porque se suma la simplicidad de las opciones y una interfaz excesivamente plana y poco intuitiva, con unas expectativas que no son. MPD no sirve para hacer stream como lo haríamos con Spotify o PLEX. Este cambio, parece sencillo, pero encierra muchas y profundas divergencias a las que hay que acostumbrarse. Por ejemplo, la mayoría de los clientes para MPD no funcionan como reproductores y son meros controles remoto.
Para que lo entendamos, la gente de Rune Audio, hizo esta infografía, donde pone Rune Audio y DAC, es donde se insertaría la Pi, con MoOde instalado:
Por tanto, la primera cosa que hay que hacer es dedicar bastante tiempo a comprender la herramienta y familiarizarse con la interfaz. Con MoOde, no vamos a conseguir que se vea bonito, pero es funcional y efectivo. Por esta razón, tras instalar el OS, hay que dedicar un pequeño esfuerzo para entender todo lo que nos ofrece y como utilizarlo aunque, en general, me ha parecido bastante poco intuitivo y, a veces, es confuso ver botones que no son tal. Sin embargo, es una herramienta potente y llena de funcionalidades. Para mi, destaca la modularidad que aportan los llamados renderers, que hacen que todo el sistema funcione con protocolos diferentes a MPD, algunas veces sustituyéndolo como ocurre con Plexamp y Roon, que convierten la app de Android o la del PC en un control remoto como si la Pi fuese un Chromecast que reproduce en HiRes y, otras, añade funcionalidades como el Bluetooth o UPnP, que crearía un servidor DLNA como hace PLEX. Además, cuenta con el protocolo de Spotify Connect, aunque no tiene demasiado sentido porque Spotify carece de alta definición y Qobuz, a través de UPnP, aunque, desgraciadamente, cuando PLEX rompió con Tidal, y todos los demás clientes de terceros, se perdió dicha función.
MPD, pues, es una suerte de jukebox que gestiona tu biblioteca y envía la señal donde tu quieras, o tengas conectado. Simple y llanamente. Ahora bien: ¿Cómo le conectamos la biblioteca? Pues no necesitamos tenerla en un disco duro en la Pi, o en la tarjeta SD en la que instalemos MoOde, aunque nada nos lo impide. De nuevo, estamos frente a una tremenda variedad de opciones y podemos conectarla de múltiples maneras, integrándose a la perfección en cualquier ecosistema y sorteando cualquier tipo de problema derivado del factor de forma, o del protocolo de conexión que utilicemos. De esta forma, en relación con los formatos físicos, MoOde admite que conectemos un disco NVMe a través de un HAT PCIe, lo que significa que tenemos la posibilidad de ponerle un SSD a la Pi a través de la interfaz GPIO, podemos conectar la biblioteca vía USB, o meterla en la tarjeta SD donde lo tengamos instalado, si es lo suficientemente grande. No obstante, también nos permite utilizar protocolos de conexión a través de la red, como son NFS (Network File System) o SMB (Server Message Block). Yo, utilizo este ultimo protocolo, porque es la que mejor se adecúa a mis necesidades y me permite gestionar y mantener una única biblioteca para todos los diferentes servidores que utilizo, PLEX, MyMediaForAlexa, MPD, Lidarr, SoulSeek y, a veces Navidrome, a la vez que me aseguro, de que tengo acceso desde todos los dispositivos que utilizo habitualmente, ya sea con ChromeOS, Linux, Windows (cuidado con la actualización 24h2 de W11 que ha cambiado el funcionamiento de esto) o incluso Android. Tan solo se queda fuera de la ecuación el Hiby, pero bueno, puedo vivir con eso.
El resto de opciones disponibles en MoOde, es cuestión de ir probando y adaptándolo a las necesidades de cada cual. Yo, por comentar un ejemplo de configuración, soy enemigo de cualquier tipo de DSP y de cualquier postproceso de la señal, de ReplayGain e incluso del volumen por vía de software. Por tanto, lo tengo todo apagado y paso la señal directa al amplificador, puenteando el DAC PCM5101A, y haciendo uso solo de la señal analógica decodificada por el PCM5242. Puro estéreo de alta fidelidad y nada más. Aunque esto, es solo es mi opción. Habrá quien prefiera colorear la señal de audio o darle más potencia a algunas partes. Yo, que mayoritariamente escucho música Lo-Fi, con presupuestos muy limitadas, grabada de cualquier manera y una querencia un tanto enfermiza al ruido, prefiero que todo sea lo más crudo posible.
En conclusión, aunque MoOde carezca de algunas funciones que son verdaderamente importantes, por ejemplo los relacionados o las biografías que si que tendríamos en Roon, en PLEX o, incluso en Volumio con el tier de pago, su versatilidad, funcionamiento y enfoque al hardware, hacen de él una herramienta espectacular en términos de respuesta y rendimiento. Tan solo hay que tener la paciencia de superar los primero momentos de la curva de aprendizaje y luego, disfrutar de tu biblioteca y tus dispositivos sin limites. Un OS, para unirlos a todos y librarlos de las tinieblas. Llevo muchos años trasteando y buscando soluciones para mis problemas y nunca había sido tan sencillo como ha sido configurar MoOde: funciona desde el minuto uno y lo hace tan bien, que no he tenido ni un solo problema desde que lo puse en marcha.
La Gestión de la Biblioteca: Los Metadatos
Le he dado muchas vueltas a la pertinencia o no, de introducir esta parte de la guía y he decido que era importante. Para mi, la primera vez que conecté MoOde y MPD, fue muy frustrante no entender nada y no encontrar ninguna referencia al respecto que explicase como se hacía esto. Hay que entender que, cuando salimos de los sistemas centralizados y cerrados como son Spotify, Tidal o Qobuz, aunque también Roon o PLEX, la gestión de las biblioteca se hace exclusivamente con los metadatos que los diferentes archivos llevan incrustados. Es decir, los discos que son, el año de publicación, el artista y todo lo que vemos en las diferentes interfaces de los reproductores se controla mediante los metadatos. Esta es la razón por la que es tan importante y por la que conviene tener un sistema de gestión estandarizado y sistemático.
La cantidad de cuestiones relacionadas con la reproducción y el orden que podemos controlar mediante las etiquetas, es impresionante. Por citar algunos ejemplos, podemos normalizar el volumen de reproducción con ReplayGain, insertar las letras del tema en cuestión y verlas mientras se reproduce, podemos especificar la edición a la que hace referencia, de donde lo hemos sacado o introducir todos los involucrados en la producción del tema. No obstante, es tan potente, como fragmentado, contradictorio y, muchas veces, profundamente incoherente. Es más, lo normal es que no exista una unanimidad a la hora de interpretar las diferentes etiquetas para ordenar, clasificar y mostrar los diferentes álbumes y artistas que componen nuestras bibliotecas. Todo esto, suele desembocar en unas bibliotecas confusas, llenas de información accesoria que nadie necesita y en la que falta información crucial. De hecho, es probable que, a la hora de cargar nuestras bibliotecas en MPD, todo sea un completo desastre. En mi caso, por ejemplo, lo fue.
Para poder evitar esta sensación, recomiendo mucho establecer un sistema de gestión de etiquetas. Este que planteo a continuación, es funcional y tiene en cuenta la mayoría de los elementos que leen la mayoría de los servidores disponibles, desde PLEX, hasta Navidrome, pasando por MPD. De esta forma, una vez introducidas, toda la información que contiene va a ser visible, correctamente, en todos los dispositivos que podamos utilizar. En cualquier caso, solo es una propuesta y os invito, encarecidamente, a experimentar y adaptarlo a lo que queráis que os ofrezca. Para incrustarlas, vamos a utilizar Musicbrainz Picard que es un software desarrollado por Musicbrainz y utiliza su propia base de datos. Esta, que es libre, de código abierto y permite que se introduzcan discos y ediciones, es la que utilizan la mayoría de webs de música. Es, por ejemplo, la que utiliza Spotify para ordenar sus propias bibliotecas y otras webs como Record Club, también lo hacen. De esta forma, el programa te carga automáticamente la información que tiene de esa release (o edición) en concreto y te sugiere una serie de elementos para ponerle. Personalmente, yo siempre uso las mismas:
Title: Titulo del tema.
Artist: Artista, o artistas, del tema si son varios aparecerán separados con coma. Aunque algunos servidores, como Navidrome, solo te mostrará uno. MPD te mostrará los dos.
Album: Titulo del disco.
Track Number: El numero de orden del tema.
Lenght: La duración de la canción.
Date: La fecha de publicación de ese release (Este tag, la mayoría no lo lee pero, por ejemplo, Navidrome si). Evito siempre dejar los años sueltos y, si no sé el mes o el día en que se publicó, pongo 01-01.
AcousticID: El valor que identifica al tema, lo incrusta Musicbrainz desde su base de datos.
Album Artist: Artista del álbum, el artista al que esta asociado el disco. Pueden ser varios y aparecerán separados por una coma. No obstante, ni Navidrome, ni MPD lo leen correctamente y solo muestran uno de los artistas. Es un poco molesto, porque te obliga a crear un tercer artista que integre todos los participantes en el disco. Por ejemplo: Neil Young & Crazy Horse.
Album Artists Order: La manera en la que quieres que se ordenen los diferentes artistas del disco, tanto si son uno o varios. Este tag es el que señala como se ordenan, por ejemplo, si queremos que sea por el apellido o que se ignoren los artículos tipo "the". En general, la gran mayoría de servidores no leen este tag, ni MPD, ni Navidrome, por ejemplo. Pero está bien introducirlo, aunque solo sea por las buenas practicas.
Artist Sort Order: Este tag es igual que el anterior (Album Artists Order), pero en referencia con el tema concreto.
Artists: Los artistas que han participado en el tema en concreto. Funciona igual que el tag Artist y, en caso de ser varios, aparecen separados con una coma. Normalmente, este se lee correctamente.
Barcode: Es el código de barras de la release. No siempre está presente. Lo mantengo porque me hace gracia, pero es evidentemente eliminable. No aporta nada y normalmente los diferentes servidores no lo leen.
Copyright: Corresponde a la declaración del copyright y funciona exactamente igual que el el barcode. También es eliminable, pero lo mantengo porque me parece que es un dato que aporta información relevante.
Genre: El tag de género. Para mi, uno de los más importantes de todos y uno de los pilares más importantes de toda biblioteca digital. Se pueden introducir varios y aparecerán separados por una coma. Yo, suelo utilizar los que se asignan a cada disco en RYM, los considero bastante confiables, certeros y objetivos, y los introduzco, todos y cada uno, de manera manual. De esta forma todos mis géneros son sistemáticos y estandarizados, le aportan valor al conjunto y me ayuda a establecer conexiones internas que, a la vez, me establece una red de relacionados y me ayuda a moverme entre todos los álbumes que la componen. Es lo que más cuesta de hacer y lo más agradecido de todo.
ISRC: es el mismo caso que el de AcousticID, son metadatos relacionados con el track, introducidos por Musibrainz y que no son necesariamente interpretados.
Media: El formato de la release. Si está disponible, siempre selecciono Digital Media y en caso de no estar, aunque cargue los datos de una edición en CD o Vinilo, lo suelo cambiar y poner Digital Media. Al fin y al cabo, son archivos digitales.
MusicBrainz Artist Id
MusicBrainz Recording Id
MusicBrainz Release Id
MusicBrainz Release Artist Id
MusicBrainz Release Group Id
MusicBrainz Release Id
MusicBrainz Track Id: todas las referencias a MusicBrainz permite identificar correctamente la release en diferentes servicios que utilizan esta base de datos, como por ejemplo Lidarr. Estos tags son muy importantes ya que permiten tenerlos identificados en Musicbrainz y con el id asociado. Aun a pesar de que Navidrome o MPD no los lean.
Original Release Date: fecha original de publicación del álbum. Puede ser diferente a la primera, dado que se refiere al disco y no a la release. Si faltan elementos, la completo con 01-01. Este tag si que lo leen los diferentes servidores.
Original Year: El año original en el que se publica el disco. Solo el año. Al igual que el primero, los diferentes servidores suelen leerlo y muestran este, u Original Release Date.
Record Label: La discográfica que lo publica. No todos los servidores lo leen, pero me parece interesante la información que añade. A veces, si es sistemático, ayuda a tener una visión diferente de nuestra bibliotecas.
Release Status: Si el disco ha sido publicado y si es oficial. Viene bien, cuando tienes algún bootleg, o discos piratas. Normalmente, este tag tampoco lo leen muchos servidores y no aporta mucho al conjunto, pero ayuda a identificar bien la release.
Release Type: Si es un álbum, o un EP, una compilación, o cualquier otro tipo de release. Igual que la anterior. No aporta demasiado al conjunto, pero permite tener un mejor control de nuestras bibliotecas.
Replay Gain (En total son 5 tags diferentes): El Replay Gain, es una medición que permite equilibrar el volumen de todas las canciones, estableciendo un umbral común para todos, con el que se compara. Gracias al uso de plugins como RSGain, podemos establecer y equilibrar el volumen de todos los temas utilizando la misma escala. Aunque pueda parecer interesante, no hay que perder de vista que el volumen es un elemento más de la producción musical y, muchas veces, este tipo de herramientas nos alteran la música tal y como fue pensaba. Por esta razón, yo lo tengo apagado y evito su uso, pero es interesante introducirlo, en primer lugar porque es gratis y no cuesta nada, y en segundo porque hay programas como Plexamp o Symfonium, que hacen un analisis de ReplayGain e introducen valores que no necesariamente están estandarizados, lo que termina desembocando en que nuestras bibliotecas se escuchan demasiado bajo o demasiado alto. Para calcularlo, uso un plugin para Musicbrainz que se llama RSgain.
Script: Es un tag que introduce Musicbrainz.
Total Discs: Total de discos que lleva ese disco. Si es un disco doble, triple, etc.
Total Tracks: el numero total de canciones que tiene el disco en cuestión.
Esta plantilla contiene todos los metadatos que necesitamos para poder identificar correctamente nuestras bibliotecas y, a la vez, evitar la mayoría de los problemas que puede generar el usar varios sistemas y servidores de forma simultanea. Da igual que sea Navidrome, Subsonic, PLEX, MPD, o cualquier otro, la experiencia no se va a romper, no se va fragmentar la experiencia y siempre va a ser un continuo. En general, los tags más importantes, son los que identifican el disco, el titulo, la duración y los artistas. En Navidrome, por ejemplo, estos tags generan un enlace y permite ir navegando entre ellos, lo que le añade un valor interesante y justifica el esfuerzo, aunque no en MPD. No obstante, para mi, el más importante es el tag de genero ya que es la única manera de asegurar un sistema fiable de relacionados, libre de algoritmos y que nos permita establecer una red optima de netiquetas entre los diferentes álbumes, artistas y pistas, de nuestras bibliotecas.
¿Por qué establecer este tipo de sistemas? Pues bien, cuando compramos discos en diferentes plataformas como Bandcamp o Qobuz, es habitual que lleven asociados otros tags como comment, Performer, Lyricist, Disc Number, y un tremendo etc y, sobre todo, que no coincidan entre si, ni siquiera entre diferentes temas comprados en la misma tienda. Todos estos tags, especialmente los que NO aparecen en mi lista, son, en su gran mayoría, leídos por algunos servidores y lo hacen de formas diferentes. Este factor, añade un elemento imprevisible, razón por la cual he decidido eliminarlos. Por ejemplo, MPD, añade toda la información adicional, relativa a los artistas, en un único tag que seria algo así como: personas involucradas y te lo muestra en la cuadricula del artista, dando lugar a un cuadrado inmenso de nombres que no aportan demasiado a la experiencia final, pudiendo llegar a estar repetidos entre si. Navidrome, por su parte, lee el tag Disc Number y te indica, siempre, que se trata del disco 1, aunque no sea doble o te muestra los comentarios, en un bloque debajo de la biografía, que muchas veces son solo publicidad del grupo o de la plataforma de descarga. En definitiva, una mala gestión de los tags fragmentan y ensucian toda la experiencia. No obstante, controlando y entendiendo la manera en la que se muestran, podemos tomar decisiones al respecto. Yo, he optado por esta configuración, pero no hay una única manera estándar de utilizar los diferentes tags.
En cualquier caso, trabajar en este procedimiento de calidad es costoso, es engorroso, es cansado y es muy exigente. Necesariamente, implica, por parte del usuario, un compromiso con la gestión de la biblioteca que no suele ser necesaria cuando usas cosas como Spotify y convierte la experiencia de añadir un disco, en todo un compromiso personal. Sin embargo, con un sistema estandarizado, confiable y trabajado, que sabemos que funciona y si lo tenemos interiorizado, es difícil que se resienta la experiencia de uso. Al final, salirse de las plataformas es bastante incomodo, para que engañarnos. Comprar el disco, revisar las etiquetas, buscar la información que nos falta, incrustarla, aplicar el procedimiento, etc, es mucho más costoso que darle a un corazón en una interfaz. Sin embargo, a mi juicio, el esfuerzo vale muchísimo la pena y yo, soy una persona mucho más feliz desde que tengo una visión global de todo lo que tengo, donde lo tengo y sé como lo llamo. Cuando tu le pones el nombre, es cuando realmente te pertenece.
Conclusión: Escapando del internet centralizado
Todo este viaje, tiene un montón de flecos y posibilidades aun por explorar. Por ejemplo, ahora estoy probando si puedo conectar mi DAP Hiby R2 que lleva un ESS ES9218, a la Pi y utilizarlo de DAC Bluetooth para escuchar música en Hi-Res con los cascos. Es absurdo, porque ya lo puedo hacer sin pasar por la Pi, pero eso implica estar manteniendo 2 bibliotecas y, en general, tener que estar manejando varias instancias, cuando podría tener solo una. Sin embargo, ya solo tener la oportunidad de pensar como quiero que funcione e intentarlo es un elemento diferencial y un importante cambio de paradigma. Por no mencionar que, tal y como tengo configurado mi setup, en este momento, implica que he llegado mucho más lejos de lo que nunca me imaginé. No solo he conseguido romper con las plataformas de streaming, recuperando por el camino el gusto de escuchar, de buscar y de comprometerme con aquello que más me gusta y más me conmueve, también me he librado de las limitaciones de hardware y he conseguido aprovechar el 100% (o casi) de cuanto me ofrecen mis dispositivos, sin ser yo ningún experto en nada de todo esto.
Desde que Internet se convirtió en un lugar centralizado y controlado por una serie de grandes corporaciones, las presiones, en el mercado de la industria cultural, ha ido en dos direcciones paralelas: romper el ecosistema de la creación y limitar las opciones del hardware. Básicamente, para entendernos, controlar tanto la oferta, como el medio en el que esa oferta ocurre y, de esta forma, ir, poco a poco, atando al usuario en las tinieblas. Netflix y su integración en los botones de diversas televisiones, Apple con iTunes, Amazon con sus Kindle, Spotify y su omnipresente spotify connect, Steam y la Steam Deck o el uso de sistemas de DRM en general, son algunos ejemplos bastante notables. Todo esto, ponen de manifiesto una tendencia evidente a limitar un mundo vasto y lleno de posibilidades por una serie de intereses económicos espurios y, muchas veces, contra nuestros propios intereses como usuarios. A lo largo de las diferentes entradas que he ido publicando los últimos meses, he descrito, y analizado, los impactos en el mundo de la creación y el consumo de música, aunque es extensible a toda la industria cultural, pero no quería dejar de plantear alternativas desde el lado del consumidor. Como tales, tenemos la fuerza y las herramientas para escapar de esas tinieblas. El hardware, la comprensión del mismo y su uso como herramienta subversiva nos permite tomar las riendas de nuestras propias dinámicas y poner todo la potencia de nuestros dispositivos a nuestro servicio.
Aquí, en esta segunda guía, he querido desarrollar un pequeño ejemplo, pero las opciones son infinitas y siempre en plena ebullición. Creo firmemente en que si todos y todas nos tomásemos el tiempo que requiere manejar sistemas como el que he contado aquí, no tendrían nada que vendernos, más allá de la creación en si misma y eso, a la larga, les obligaría a volver a negociar con tiendas, librerías, cines y un montón de elementos que hemos ido perdiendo en el camino. En definitiva, no les quedaría más remedio que volver a paradigmas más justos y menos abusivos tanto con creadores y creadoras, como con consumidores. De hecho, Bandcamp o Qobuz, son un buen lugar para empezar a construir esa relación diferente. Nunca se ha tratado de atacar lo digital, al contrario, las opciones son infinitas y alcanzar niveles de calidad de ensueño, jamás ha sido tan barato, accesible y democratico. Se trata de no dejar que nos roben lo que es nuestro, de que nos alquilen los dispositivos que hemos comprado que nos obliguen a formar parte de un robo generalizado.